VISITA A LA EXPOSICIÓN DE MARIANO BERTUCHI
Ceuta, 2 de junio de 2017.
Esta mañana tenía cosas que hacer en el centro, así que no he salido al campo. No por ello he dejado en la casa la máquina fotográfica y la libreta. Deseaba recorrer el casco urbano de Ceuta siguiendo a las golondrinas y los vencejos. A estas maravillosas aves les gustan los días nublados y los sitios sagrados. Llevo tiempo observando que suelen estar sobrevolando los templos ceutíes. A diferencia de los humanos, las aves siguen siendo capaces de identificar los lugares de poder.
Mi recorrido me ha llevado hasta las Murallas Reales. Tenía interés en visitar la exposición sobre Mariano Bertuchi que puede verse en el Revellín de San Ignacio. Nada más entrar he visto a mi querida amiga May Gómez Carracao que, junto a su compañera Isabel, trabaja de guía en la muestra del genial pintor granadino. Los primeros paneles y fotografías me permitieron apreciar que estaba ante una exposición muy bien diseñada, tanto en los aspectos externos como en el contenido de los textos.
Resulta sorprenderte la precocidad de Mariano Bertuchi como pintor. Puede verse en la exposición una fotografía de Bertuchi, con apenas cinco o seis años de edad, sentado delante de un caballete y pintando sus primeras obras. Desde muy joven sintió un vivo interés por las escenas norteafricanas, seguramente influido por los paisajes andalusíes de su Granada natal. No cabe duda que su destino estaba unido al territorio transfretano.
En sus comienzos resulta evidente la influencia de Velázquez, de cuyas pinturas hace algunas brillantes reproducciones que es posible contemplar en esta exposición. Sin embargo, al llegar a Tetuán se queda prendado de la luz, los colores, los paisajes y los personajes que pululan por la capital tetuaní. No conozco ningún otro pintor que haya sido capaz de captar con tanta maestría la intensidad de la luz del norte de África y la viveza de los colores de los que podemos disfrutar en estas tierras.
Reconozco ese verde intenso tan habitual en la región de Tetuán y Ceuta tras las lluvias invernales, los ocres del entorno de los morabitos aislados en el paisaje y los juegos de sombra que identifican a los zocos de Tetuán cubiertos por las enredaderas.
Bertuchi amaba los paisajes diurnos, pero no se sentía menos atraídos por la magia de las noches norteafricanas. Los habitantes de este territorio sabemos lo que se experimenta al contemplar esa tenue luz crepuscular que, lentamente, va cubriendo con un velo oscuro los paisajes y los edificios de nuestras ciudades. Los cuadros de un cafetín durante la noche y de una cena al atardecer sobre los tejados de una casa tetuaní son espectaculares y conmovedores. Esta imagen hay que acompañarlo con el olor de las especias que se venden en la Medina, del té con su hierbabuena y de los hornos de pan escondidos entre las estrechas calles de Tetuán. No menos importante para completar la escena es recrear en nuestra mente el sonido de la llamada del muecín para el rezo del ocaso y el tacto húmedo del rocío sobre las flores.
Para los ceutíes resultan especialmente emocionantes los cuadros que Bertuchi dedicó a Ceuta. Reconozco el pino que Don Mariano tomó con elemento principal de su panorámica de Ceuta desde el Monte Hacho y me emociona ver la obra que representa la subida del copo en la almadraba ceutí.
¡Y qué decir del tríptico dedicado a la industria, la agricultura y el comercio! Son todas imágenes de unas esperanzas que han quedado difuminadas con el paso del tiempo. Poco queda de esta Ceuta pretérita, de la riqueza de unos mares que fueron esquilmados, de esos bellos paisajes agrícolas que rodeaban a los morabitos ceutíes y de ese puerto bullicioso y lleno de vida. Lo mismo podríamos decir de las calles de Tetuán con ese paisanaje tan auténtico y singular que vivían de lo que daba la tierra y acudían a los zocos a vender sus productos agrícolas y sus artesanías rurales montados en sus caballos y burros. Ahora estas mismas calles están atestadas de cachivaches y de imitaciones de zapatillas deportivas. Y aun así uno puede perderse por la calles de la Medina y reconocer algunos de los rincones dibujados por Mariano Bertuchi.
Me lo imagino con su cuaderno de apuntes emocionado ante la belleza y el carácter sagrado de la Medina tetuaní, sin saber adónde mirar que no hiciera que su corazón palpitara ante tanta hermosura y magia. Su manera de expresar la huella que dejaba en su interior la belleza de las ciudades que visitaba era la pintura. Otros preferimos la escritura, la fotografía, la música, ….Da igual el medio que utilicemos para mostrar la emoción que nos produce esta luminosa región del círculo mágico del Estrecho de Gibraltar. Lo importante es mantener nuestros sentidos despiertos, nuestros corazones ardientes de amor por esta tierra, nuestro compromiso en la defensa de la belleza que nos rodea y el progreso de sus gentes. Mariano Bertuchi lo hizo poniendo todo su genio y destreza en la promoción turística de Ceuta, Tetuán, Chauen, Arcila, Tánger, etc…Han pasado mucho tiempo desde los primeros pasos dados por Mariano Bertuchi en la senda que el mismo abrió para que los visitantes llegasen a estas tierras.
Espero y deseo que estas breves palabras os anime a visitar esta magnífica exposición sobre Mariano Bertuchi. Yo he pasado casi dos horas que me ha parecido pocas. Volveré. Estoy seguro de ello porque deseo seguir disfrutando de la genialidad de este pintor nacido en Granada, pero con corazón y alma norteafricana.