Esta mañana he quedado con mi padre para ir a tomar fotografías. Después de desayunar hemos tomado el coche con dirección a Benzú. Al pasar la playa Benitez hemos entrado en una densa niebla que nos ha obligado a encender las luces antinieblas. Era tan cerrado el taró que apenas veíamos dos metros por delante nuestra. Pasada la barriada hemos ascendido hacia el mirador de Benzú. Según subíamos íbamos dejan abajo la niebla.
Nos hemos parado en el mencionado mirador para captar las misteriosas, mágicas y bellas imágenes del Estrecho de Gibraltar cubierto de unas densas nubes depositadas sobre un mar en perfecta calma. Los dedos de esta niebla han acariciado el cuerpo del Atlante dormido penetrando en la bahía de Beliunex.
Acto seguido nos hemos dirigido a otro mirador, el de Isabel II. La misma niebla que cubría el Estrecho ocultaba la península de Ceuta. Sólo emergían el mítico Hacho y la escultura de Hércules en el espigón de Poniente. Estamos siendo testigos de una recreación del célebre episodio de la apertura del Estrecho por el adorado hijo de Zeus. La escena ha durado apenas unos minutos. El sol se ha encargado con sus potentes rayos de disolver la niebla. Cuando hemos llegado al fuerte de Aranguren el velo ya había sido de manera parcial levantado por los dioses. Deseaban que pudiéramos gozar de las hermosas vistas del Estrecho de Gibraltar.
Mientras paseábamos por una de las pistas que parten del fuerte de Aranguren nos hemos encontrado a un pequeño verdecillo. Permaneció inmóvil al acercarnos a él, tanto que pensábamos que estaba enfermo. Pero al ir a cogerlo ha salido volando hasta un cercano palmito.
Nuestra última parada ha sido en uno de los miradores existentes en la parte alta de Benzú. Nos ha entristecido observar que todo está lleno de basura y que han desaparecido o reventado los bancos allí existentes para que quienes sí aman la naturaleza puedan sentarse a disfrutar de unas vistas maravillosas.