Ceuta, 26 de junio de 2015.
La última vez que salí a tener un encuentro directo con la naturaleza fue, “casualmente”, hace justo dos meses (el 26 de abril). Aquel día, como hoy, me senté en una roca junto al mar para escribir. Fue una experiencia especialmente emocionante. Sentí una profunda emoción cuando tomé conciencia de que estaba escuchando la voz de la naturaleza. Llegué a un estado de meditación tan intenso que puede sumergirme hasta profundidades de mi alma a la que nunca antes había llegado. No sabía muy bien que quería decirme la naturaleza y ahora lo sé.
A la semana siguiente de esta experiencia espiritual recibí una llamada de teléfono. Querían que retomara la excavación arqueológica que dejé inconclusa en pleno centro de Ceuta y muy cerca del mar. Habían pasado casi tres años y estaba barajando la posibilidad de renunciar a la dirección para cerrar este capítulo profesional. Estuve a punto de no llevar a cabo la excavación, pero, una vez más, las fuerzas profundas que marcan mi camino despejaron los obstáculos que me llevarían a alcanzar otra etapa de mi destino.
Desde un principio noté una fuerza especial en el lugar de la excavación. Todo iba saliendo a la perfección. El momento culmen llegó justo la tarde antes de dar por finalizados los trabajos de campo. Fue la tarde en la que la fortuna me encontró, como ya he contando. Ese día la propia naturaleza se mostró en forma de Diosa Madre oferente y fecundante. Era el símbolo perfecto de Ceuta tal y como yo la percibo: una lugar sagrado, mágico y dador de vida. Un auténtico santuario de la vida del que escribí durante un proceso de revelación, intuición e inspiración. Entonces hablaba de la Diosa Madre, de grutas sagradas, del carácter sacro y mágico de este enclave ubicado a las puertas de Hades, pero al mismo tiempo un lugar de un poder y una fuerza vital arrolladora.
En este mes de epifanía se me reveló una visión de Ceuta y se me encomendó una misión. Esta visión se ha vuelto nítida. La representación de la Diosa Madre de Ceuta muestra todos los atributos dadores de vida. La verdadera imagen de la naturaleza se ha desvelado y la de Ceuta también. La señal que estaba esperando ha llegado para mí y para Ceuta. La condición mágica y sagrada de Ceuta está en proceso de revelación. La renovación de la vida ha comenzado. Un nuevo tiempo está aquí.
El hallazgo de la imagen de la Diosa Madre no ha sido el único descubrimiento importante en estos dos últimos meses. El hallazgo de un betilo de piedra negra y la recuperación de algunos de sus fragmentos perdidos ha sido algo extraordinario. Pronto contaré los detalles para que todos sepan que la magia existe y los lugares de poder también.
El estudio del colgante y del betilo me ha llevado a emprender una búsqueda de otros lugares de poder en Ceuta. Encontré una relación entre mis hallazgos arqueológicos y el solsticio de verano que, “casualmente”, coincidió con el momento preciso en el que estaba cerrando el informe de la excavación. De este modo pude documentar, junto con amigo Keke Raggio, el amanecer y el atardecer del solsticio de verano de este año.
El sol, la tierra, la curiosa triangulación de la luna, Venus y Jupiter que presencié en el atardecer del solsticio de verano, la Diosa Madre,…todo estos elementos y fenómenos giran en torno a la renovación de la vida. Una renovación que se da con cada nuevo nacimiento. Esto ha llevado a que los ritos relacionados con la fertilidad sean una característica a todos los pueblos que han habitado la tierra. Estos ritos aún perduran en Ceuta, aunque están a punto de desaparecer debido a la presión de las doctrinas más reaccionarias y fanatizadas. Para documentar uno de estos ritos estuve en el morabito de Sidi Bel Abbas al Sabti. Recordé que a los pies de este santuario hay una cueva donde las mujeres musulmanas acuden para hacer ofrendas y rezar, sobre todo para propiciar la fertilidad o para pedir por la sanación de algún familiar enfermo. Ellas confían en la “baraka” del santo para conseguir sus propósitos.
Bajé por unas escaleras excavadas en la roca y llegué hasta los restos de la muralla que se conocen como el Portillo de Fuentecubierta.
Es, efectivamente, una puerta abierta en este lienzo de muralla que conduce al mar.
Justo debajo de este hueco discurre el agua de una Fuente Cubierta por esta puerta.
Busqué la cueva y di con los restos de una cueva en la que quedaban abundantes restos de velas.
Esta cueva está en un farallón en el que existe una puerta natural que da a la cueva que realmente estaba buscando.
Intenté acceder a esta pequeña cala, pero la pleamar me lo impedía. Este acceso sólo es transitable en las horas punta de bajamar.
Dadas las circunstancias decidí dar la vuelta. Al hacerlo me di cuenta de que en la parte interior del Portillo de Fuentecubierta también quedaban restos de velas.
Subí de nuevo hacia el santuario y me dirigí hacia la barriada del Sarchal. Había observado que unas escaleras llevaban hasta la zona próxima a la cueva artificial. Al atravesar el morabito vi que había una persona cultivando un pequeño huerto en el mismo arroyo de Fuentecubierta. Me acerqué a hablar con él. Era un señor de setenta años. Le pregunté por los ritos y las velas que habían visto en el entorno del morabito. Me dijo que eran supersticiones de algunas mujeres que buscan quedarse embarazadas o encontrar parejas. Consideraba que no era más que tonterías. Lo único verdadero, según me dijo, es lo que pone en el Corán. Desde su punto de vista es una tontería creer en el poder sanador de una persona que lleva muchos siglos muerta. Aproveché también para preguntarle si había encontrado algún objeto extraño en la zona y me contó que no hace mucho encontró una piedra pequeña que pesaba muchísimo. Un vecino de la barriada se la quedó. Intentaré verla.
Proseguí mi camino y con la ayuda de un vecino de la barriada localicé las escaleras que estaba buscando.
Al llegar a la plataforma me llamó la atención una especie de abrigo natural tintado de verde.
Justo a sus pies se abren dos huecos verticales que conectan con un pasillo protegido del oleaje. Desde el hueco oriental se observa la entrada de una cueva o galería que espero explorar pronto.
No sin dificultad rodeé el extremo de la plataforma y llegué hasta la entrada de la cueva. Su acceso está pintada en blanco y ambos lados del acceso hay presencia de restos de velas, algunas de ellas de color verde.
Con la ayuda de mi linterna me adentré en la cueva. Todas las paredes están tiznadas de negro. Un incendio importante ha debido afectar a la cueva.
La escasa potencia de mi linterna me impidió ver mucho, así que hice unas fotos y salí fuera.
Llevaba conmigo un vela que había cogido de mi casa. La vi mientras buscaba la linterna y, no sé porqué., decidí cogerla y echarla a la mochila. Fue luego cuando pensé que haría mi particular ofrenda a la naturaleza a la que se rinde culto en esta cueva artificial. Hice la ofrenda y regresé a casa.
Por la tarde salí a dar una vuelta con la familia y aproveché para comprar una linterna con mayor potencia. Quería volver hoy a la cueva. Y así lo he hecho. Según me acercaba a la cueva sentía una gran agitación interna. Al llegar solté las cosas y me adentré en la cueva. Al entrar vi varios recipientes de cerámica situados en mitad de la galería. No tenían restos de fuego por lo que han sido colocados allí en fechas posteriores al incendio. Sin duda forman parte del ritual propiciatorio que se practica en esta galería subterránea.
Puede apreciar que la galería continúa en dirección noroeste y que ésta se estrecha al final. A mitad del tramo de la galería son visibles unos travesaños de madera dispuestos en posición vertical.
Decidí no seguir. Volví a la entrada y allí he colocado tres barritas de incienso de lavanda: uno por cada uno de los miembros de mi familia.
Luego es cuando he decidido sentarme aquí para escribir con la cueva de la fecundidad de fondo.
Ahora que el sol me ha alcanzado es tiempo de volver…La aventura no ha terminado. Acaba de empezar. Volveré a este lugar para disfrutar de su belleza y su poder.