Resulta inevitable hablar hoy de los resultados de las elecciones europeas. El primer hecho sobre el que conviene reflexionar, en clave local, es la bajísima participación electoral. Ceuta se situó a la cola del índice de participación en el ámbito nacional, con menos del 30 %. Nuestra ciudad siempre se mueve en estos exiguos datos de implicación ciudadana a la hora de ejercer su derecho a votar. Da la impresión que a los ceutíes el asunto de la política nos importa más bien poco. Algo extraño teniendo en cuenta que gracias a la política redistributiva que ejerce Europa y nuestro país es posible mantener una ciudad cuya dependencia de los recursos públicos es casi absoluta. Sin Europa, a la que ayer se le dio la espalda, no tendríamos en Ceuta ni Parque del Mediterráneo, ni Centro Cívico en el Príncipe, ni Campus Universitario, ni teatro del Revellín, ni se hubieran construido las viviendas de Loma Colmenar, ni el nuevo hospital universitario. Las Murallas Reales estarían abandonadas y las aguas fecales seguirían vertiéndose al mar sin depurar. No habría agua las veinticuatros horas del día y el vertedero de Santa Catalina aún estaría echando humo. No habría planes de empleo ni ayudas para la creación de empresas, entre otras muchas cosas que han sido financiadas por la Unión Europea. ¿Es que alguien cree que la transformación urbana que ha experimentado Ceuta en los últimos años ha salido gratis? Los ceutíes, con el excesivo paternalismo con el que nos tratan las autoridades nacionales y europeas, no hemos vuelto una sociedad mimada, acomodaticia e irresponsable. Una sociedad que clama por sus derechos, pero olvida sus deberes. El primer de estos deberes es preocuparse por alcanzar unos niveles educativos que nos capaciten para entender el mundo y enmendarse a sí mismo y al estado actual de las cosas, en cuanto pueda ser corregido y enmendado. No vale esgrimir razones de ignorancia y desinformación para explicar la baja participación en las elecciones europeas. Si algo sobra en el tiempo que nos ha tocado vivir es información. Lo que falta es interés, espíritu cívico y gratitud.
A mí tampoco me gusta el sesgo oligárquico de la Unión Europea ni su política económica que prioriza los intereses de las grandes corporaciones y grupos financieros, pero lucho por la construcción de otras alternativas cívicas que no serán posible construir si los ciudadanos permanecen en el actual estado de anomia, conformismo y desinterés por los asuntos colectivos.