La última sesión de mis clases en el Máster Universitario Oficial de Profesorado de Educación Secundaria, Formación Profesional, Bachillerato e Idiomas, impartido en la Facultad de Educación, Economía y Tecnología de la Universidad de Granada en Ceuta, la dedicamos a explicar la máquina pensante de la espiral de la vida desde el cálculo social. Igual que en la sesión anterior aplicamos la formula ecológica de «medio ambiente, función y organismo», en esta ocasión hemos utilizado la formula social y personal de «lugar, trabajo y gente», que tiene su correlato en el cuadrante de la vida plena efectiva, en la ecuación «ideales, cultura y arte».
Lo primero que hicimos es recordar el contenido y funcionamiento de «la espiral de la vida». Esa máquina pensante diseñada por Patrick Geddes que nos permite trabajar mejor, recordar mejor, pensar mejor, imaginar mejor y actuar de una manera más diestra y efectiva. Nuestro alumno han trabajado todos estos días con su diagrama de papel plegado entre sus manos para practicar su uso y tomar conciencia de su utilidad.
Para hacerles llegar el mensaje que les he querido transmitir en esta clase, utilice como símbolo metafórico el árbol. El árbol, -tal y como estudió de manera magistral James George Frazer (también escocés, profesor y nacido el mismo año que Patrick Geddes) en su conocida obra «La Rama Dorada»-, simboliza a la perfección el desarrollo secuencial del ser humano tanto en sociedad, como en el plano individual o personal. En el primera caso, el de la evolución histórica de la humanidad, ésta fue representada por Patrick Geddes como el «arbor saeculorum» («El árbol de los siglos») y nosotros hemos completado esta idea, pero llevándola a la vertiente personal de nuestro desarrollo armónico y pleno, con la imagen del árbol que todos llevamos dentro, con sus nudos de energía cósmica o Ckakras.
Comenzamos el desarrollo de nuestra idea explicando el significado del «árbol de la historia». Para ello tomamos como ejemplo y referencia la historia de Ceuta. En nuestro «árbol de la historia» se puede distinguir siete etapa, las misma que Ckakras tenemos en nuestro cuerpo, como también son siete las colinas que le dan nombre a Ceuta. Para cada uno de estas fases históricas Geddes distinguía entre poderes espirituales, a la derecha; y poderes terrenales, a la izquierda. Cada uno de estos dos poderes se subdividían en dos tipos ideales de personas. Estos cuatro tipos ideales de persona estaban relacionados con los cuatro cuadrantes de la espiral de la vida. Así el primer cuadrante, el de los actos o plano objetivo-pasivo, era el del pueblo, donde residía la «gente». Introduciéndonos en el mundo interior, nos encontramos en el plano subjetivo-pasivo, la escuela, correspondiente a la clase social de los «jefes». Sin salirnos del mundo de adentro, llegamos al claustro en el que residen de manera habitual los «intelectuales». Y así volvemos de nuevo al mundo de afuera, o la ciudad, en el que actúan los «emocionales», que son los místicos, los sabios y los artistas. Desde el habitual modo de pensar análitico esta clasificación podría parecer rígida y estática. Pero no lo es.
Un enfoque analítico de los diagramas de Geddes, tal y como comentaba John Turner y W.P. Keating, «sería tan pernicioso para su apreciación y comprensión como lo ha sido para la vida. Los diagramas deben ser considerados como un medio de expresión y no como fórmulas. Se los utiliza para ejemplificar el contraste entre dos modos de pensamiento: la comprensión de esta polaridad fundamental es la única función de los diagramas. Las mentes analíticas no hallarán sentido a las formas mismas ni las aplicaciones de ellas les prestarán ayuda».
El mundo, como también insiste en sus trabajo Fritjof Capra, es un mundo en movimiento. Nada es estático. Todo fluye. La danza de la vida no para. El tipo ideal de persona, tal y como insistía Patrick Geddes, es el que puede trabajar, pensar y actuar a lo largo de toda la sección del valles. Es la persona que sin dejar de ser «gente del pueblo», -unido al lugar y a sus vecinos-, participa en la educación de la sentidos, las experiencias y las emociones; desarrolla un labor intelectual y creativa; y participa de manera activa y comprometida en la vida espiritual, política, social, económica, cultura y artística del lugar donde vive o reside. El ser humano ideal de Geddes, como también lo era para Lewis Mumford, es la persona integral, plena, equilibrada. Este ideal ha tomado forma en personajes polifacéticos como Leonardo da Vinci, Goethe o Albert Schweitzer.
Volviendo al «árbol de la Historia», vemos que para cada etapa de las historia crecen dos ramas a ambos lados que apunta a una serie de símbolos que representan a los poderes espirituales y terrenales. Nuestro recorrido por el «árbol de la historia» de Ceuta comienza por el comentario sobre sus raíces, es decir, de la época prehistórica. Para todos las fases históricas analizadas y comentadas partíamos del lugar, trabajo y gente y los relacionamos con el arte, la cultura y los ideales espirituales de cada momento. La prehistoria ceutí tiene como punto de referencia el abrigo y cueva de Benzú. Le hablamos a nuestros alumnos de cómo era el lugar y de cómo era el entorno en el que vivieron nuestros antepasados más remoto. Le explicamos que su economía es básicamente de subsistencia y que, viviendo junto al mar, se alimentaban, en parte, de los moluscos que recolectaban en los arrecifes costeros cercanos. Estas mismas conchas que les daban vida, también les acompañaron en la muerte, simbolizando su apego espiritual a la naturaleza. En cuanto a su cultura material conocemos las industria lítica recuperada que abren el interrogante sobre si sus fabricantes fueron sapiens o neandertales. No se ha encontrado en Ceuta representaciones artísticas, pero sí en la cueva coetánea de Gibraltar. Son simples trazados en las paredes de la cueva, pero fueron intencionados y son el reflejo de un pensamiento abstracto y una necesidad de expresarlo.
El poder espiritual en la época clásica aparece simbolizado en el «árbol de la historia» por la Lechuza de Minerva y el terrenal por la trirreme que permitió a los griegos emprender su política de colonización por el Mediterráneo. En Ceuta no contamos con presencia griega, pero sí de los fenicios con los que compitieron por el control del Mare Nostrum. Los fenicios tenían como principal deidad a Astarté, la Diosa de la Madre Tierra. La presencia fenicia en Ceuta fue acreditada tras el hallazgo del asentamiento protohistórico localizado junto a la Catedral ceutí. Los fenicios eran gentes del mar y del comercio. Su cultura material fue especialmente rica y su arte fue igualmente destacable.
la transformación del lugar en época romana ya fue importante. En el siglo I a.C, empieza la construcción de un importante complejo industrial dedicado a la producción de salazones y salsas de pescado. El mar es el eje de su economía y sus gentes eran gentes del mar, pero rinden culto a la diosa Isis, la heredera de la Astarté fenicia, y a su vez enlazada con la Madre de Dios (Teotokos) a la que se dedica la basílica mandada construir por Justiniano en época bizantina.
La cultura material romana, expuesta en el Museo de Ceuta, testimonian el aprecio por la filosofía y el gusto por la belleza que es fácil entender contemplando el magnífico sarcófago romana hallado en Ceuta.
Seguimos ascendiendo por el «árbol de la historia» y llegamos a la época medieval. Ceuta durante este periodo histórico fue una ciudad musulmana. Como ciudad alcanzó una gran esplendor urbanístico, económico y cultural. Su economía era muy variada, pero destacaba por su carácter comercial y mercantil. Llego a ser uno de los puertos más importantes del Mediterráneo. Sus gentes eran su mayoría musulmanes, pero también tuvieron sus barrios independientes comerciantes venecianos, genoveses, marselleses y aragoneses, entre otros. Los ideales era los del islam, con momentos de mayor o menor rigorismo. La cultura alcanzó su cenit. En Ceuta se dieron cita importantes pensadores, poetas, astrónomos, matemáticos. etc…Aquí se fundó la primera universidad árabe o madrasa de Occidente, a la que siguió la importante Madrasa al Yadida. El refinamiento estético logrado en estos siglos de presencia musulmana en Ceuta nos ha dejado un legado patrimonial de enorme valor y trascendencia.
la entrada en la edad moderna fue bastante brusca. El 21 de agosto de 1415, hace seiscientos años, los portugueses, comandados por el rey Juan I de Portugal, conquistan la ciudad y expulsan a sus habitantes. La ciudad es expoliada, abandonada en la parte de la Almina, y refortificada en todo el perímetro del istmo. Sobre la antigua cerca califal construyen un complejo sistema poliercético de tipología renacentista. Ceuta a partir de este momento sufrió un acoso permanente por los sultanes alawitas que se extendió hasta finales del siglo XIX, lo que obligó a continuas obras de fortificación y propició que Ceuta adquiriera un carácter militar que ha marcado nuestros últimos seis siglos de historia.
De la Sebta Medina pasamos en un par de jornadas a la Cepta portuguesa. Los ideales, la cultura y el arte formaron un férreo conglomerado cuyo componente principal y aglutinador era la fe cristiana.
En 1640 Ceuta pasa a ser definitvamente española. La ciudad mantiene una estructura urbana similar a la heredada del periodo lusitano. No es hasta finales del siglo XVIII cuando se vuelve a ocupar la zona de la Almina. Una vez finalizado el cerco del Muley Ismail (1694-1727), las almadrabas volvieron a calarse y el mar regresa de nuevo como el eje de la economía local. Arte, cultura e ideales siguen girando en torno a las ideas cristianas, aunque con advocaciones marianas estrechamente relacionadas con el mar, como es el caso de la Virgen del Carmen.
Ceuta durante el siglo XIX no experimentó grandes cambios en su conformación urbana. Durante este tiempo la ciudad se convirtió en un importante penal . No fue hasta principios del s.XX, cuando la burguesía y los intelectuales locales, como Antonio Espinosa de los Monteros, emprenden una fuerte campaña para conseguir la abolición del presidio. Este objetivo lo consiguen en 1910, fecha que coincide con la construcción del puerto. Comienza así un periodo de prosperidad económica y renovación urbana que modifica la imagen de la ciudad, en todos los sentidos. Desde entonces el crecimiento urbano y humano no ha dejado de crecer lo que ha provocado una profunda alteración e del territorio y ha causado graves problemas ambientales, económicos y sociales.
La economía, como ha pasado en la mayoría de los países occidentales, se ha desubicado. En Ceuta no se produce nada de lo que se consume. El mar, que durante todo su historia, ha sido el motor de su economía y la principal ocupación de sus gentes, ha quedado como una actividad en serio peligro de extinción. En estos momentos asistimos a la desaparición de oficios como el de pescador o el de artesano de las salazones de pescado. Ceuta depende a día de hoy de manera casi exclusiva de las arcas públicas, en torno a la que gira la actividad empresarial, profesional y comercial.
El plano antropológico, Ceuta es una gran puzzle de distintas culturas cuyas piezas no se molestan, pero no terminan de encajar. Encerrados cada uno en su «comunidad» seguimos anclados en niveles de conciencia etnocéntricos. Nuestro gran reto colectivo es avanzar en el proceso evolutivo de la conciencia que nos lleve desde el actual etnocentrismo al mundicentrismo y, finalmente, al cosmocentrismo.
El proceso de mutación de la conciencia se inicio hace ya tiempo, aunque ha pasado desapercibido por la mayoría de las personas. Desde el triunfo de la Ilustración, -una revolución del pensamiento que llegó tarde a nuestro país y a nuestra ciudad-, la gran tríada de la ética, la razón y la estética se ha vuelto a separar después de mucho tiempo unida por las creencias religiosas. Aún así perduran las manifestaciones religiosas que sirven de mecanismo de reforzamiento identitario que tienden a la endogamía y al retribalismo. No obstante, la democracia y la cultura emergen como una alternativa a la religión, en opinión de Watson. A través de ellas podemos desarrollar nuestra capacidad innata, aunque subdesarrollada, de ser coparticipes y elementos productores de la vida y contribuyentes al aumento del dominio del espíritu.
Los historiadores suelen quedarse en este punto. Como decía Geddes a sus hijos «muchos quedan rezagados en la mansión de la memoria. Pueden adquirir más y más erudición, pero nunca harán mucho». Comentaba el mismo Geddes «que nuestro registro de la historia y realizaciones locales no es tan sólo una mirada retrospectiva de manifestaciones esporádicas de genio, sino una perpetua renovación de ciertos elementos reconocibles. Aunque a los historiadores y sus lectores del pasado pueda parecerles muerto demasiado a menudo, una lista de antecedentes para atesorar en las bibliotecas o los archivos con destino a los eruditos, está en la esencia misma de nuestra creciente reinterpretación sociológica del pasado ver su vida esencial como una continuación en el presente, e incluso más allá, manteniendo así la perennidad de la cultura, la inmortalidad del alma social.»
La definición cultura, según la entendía Geddes, como «lo mejor que ha sido conocido y realizado en el mundo sólo es verdad a medias, la parte de verdad que lamenta o medita entre las tumbas; el significado más elevado de la cultura está también más cerca de un sentido primitivo, que descubre en el pasado no sólo el fruto sino también la semilla y prepara así una primavera próxima, la cosecha futura». Durante el último he reflexionado y escrito mucho sobre el pasado, el presente y el futuro de Ceuta. En este tiempo de iluminación he tenido la sensación de haber escrito no por mí, sino que han escrito a través de mi. He vislumbrado un futuro posible para Ceuta, y en general para todos los lugares del mundo. Un futuro, en el que los seres humanos desempeñaremos un nuevo papel en el drama eterno del cosmos.
Quizá, como adelantó Mumford, se entienda mejor la existencia del ser humano en todas sus dimensiones según los términos del teatro, como un drama que se desarrolla en la acción. Este drama se representa en distintos escenarios en los que se actúa de manera sincrónica. El cosmodrama, el biodrama, el tecnodrama, el politodrama, el autodrama y el eudrama proporcionan el guión y el marco para la existencia humana. Todos nosotros somos, de manera alternativa, arquitecto y escenógrafo, director y tramoyista, dramaturgo y espectador; y sobre todo, «es un actor cuya vida constituye el material con que se forjan los sueños».
En cada uno de estos escenarios adquiriremos o mejoraremos algunas de nuestras capacidad. En la naturaleza la capacidad de ver; en el trabajo la de ajustar nuestras necesidades a las de la conservación y renovación de la vida; en el escenario de historia mejoraremos nuestra capacidad de recordar; en la vida política perfeccionaremos nuestra capacidad de anticipar los hechos futuros; en nuestro escenario interior, conseguiremos, mediante la meditación, pensar de manera libre y lúcida; y en el de la vida a crear, sentir y gozar de una existencia digna, plena y rica.
Debemos cambiar la dirección de la espiral de la vida. A partir de este instante, a partir de la mutación definitiva de la conciencia de la que estamos siendo testigos, serán el mundo de los hechos y del pensamiento quienes rijan nuestra vida. Si queremos lograr una vida plena y efectiva, debemos trastocar la escala de necesidades del ser humano. En el futuro que vislumbraba Lewis Mumford, la evolución personal se convertirá en la principal necesidad del hombre y de la mujer. Desde el punto de vista de la realización de la vida, las necesidades más importantes son aquellas que estimulan la actividad espiritual y promueven el crecimiento espiritual: la necesidad de orden, continuidad, significación, valor, objetivos y designio; necesidades de las que han surgido el lenguaje, la poesía, la música, la ciencia, el arte y la religión. Este ascenso desde las necesidades de supervivencia a las de satisfacción requiere un continuo esfuerzo personal. Si no queremos ser víctimas de nuestras propias pulsiones instintivas, tenemos que aumentar de manera constante la proporción del tiempo que dedicamos a satisfacer las necesidades superiores sobre las necesidades inferiores. Buena parte de nuestro tiempo lo dedicaremos a la reconstrucción y recultivo de nuestros paisajes naturales y urbanos.
En nuestra evolución como seres sociales pensantes hemos ido avanzando por este «el árbol de la historia», dibujado por Patrick Geddes. A Geddes le gustaba decir que era como un «cuco». Ponía sus huevos en los nidos de otros para que estos los terminaron de empollar y al final no distinguieran si las criatura resultante era propia o extraña. También dejo muchos pistas para que los demás, en el futuro, que es el nuestro, consiguiéramos activar nuestro tercer ojo o glándula pineal, imagen que corona su «árbol de la historia», acompañada, a la derecha, por la mariposa que representa la Psique del pensamiento, y su contraparte, a la izquerda, que es el Fénix de la acción. Ambos portan un extremo de la cuerda o lazo energético que va a activando los distintos momentos históricos del ser humano en sociedad. Esta energía cósmica nos envuelve a nivel macrocósmico, mundicósmico y microcósmicos. La condición humana evoluciona, o involuciona, según el grado de equilibrio alcanzado entre los poderes terrenales y espirituales.
Al igual que la historia de todo pueblo, ciudad, nación, y en verdad de toda la humanidad, puede representarse como un ascenso por este «árbol de la historia» dibujado por Patrick Geddes, nuestro autodesarrollo personal encuentra en el árbol una metáfora simbólica perfecta. Todo contenemos un árbol en nuestro interior que es nuestro sistema nervioso y un tronco que es nuestra columna vertebral por el que corre la sabia de la vida y en el que encontramos los nudos energéticos que en el hinduismo son llamados ckakras. Nuestro desarrollo espiritual, intelectual y creativa consiste en la progresiva activación de estos centros de energía hasta llegar a activar nuestra glándula pineal o tercer ojo.
Patrick Geddes era un gran conocedor de la cultura y el pensamiento oriental, pero también de la mitología clásica. El mundo griego estas siete fases de la vida espiritual elevada estaban representadas por las Siete Edades del Hombre e idealizada y personificada en los dioses y diosas del Olimpo. Tal y como ha sabido ver Javier Gomá, en la antigüedad clásica el aprendizaje ético y moral se ejercía desde la ejemplaridad. Los dioses y diosas del Olimpo representaban el ideal supremo del ser humano para cada una de las siete fases de la existencia. Ellos desde el cielo observan el discurrir de los hombres y las mujeres en su proceso de crecimiento personal y colectivo a través de los árboles de la historia y de la vida, respectivamente.
En su continuo entretejer entre pensamiento y acción, Patrick Geddes ideó un Templo de la Vida en el que representar los dioses y diosas del Olimpo para que los ideales que simbolizan fueran una continua fuente de inspiración y ejemplaridad para nosotros. Este templo también servía para explicar que en cada etapa de nuestra vida pugnan dos fuerzas opuestas representadas cada una de ellas por uno de los dioses del Olimpo. Si conseguimos el equilibrio entre ambas fuerzas conseguiremos alcanzar un ideal tanto en el plano interno como externo. Así, por ejemplo, si somos capaces de alcanzar el equilibrio entre Eros y Zeus llegaremos a ser un hombre práctico en nuestro vida práctica y formaremos parte de los inmortales en el reino del espíritu, pero si nos dejamos ver por Eros nos convertiremos en un degenerado o si lo hacemos por Zeus terminaremos siendo un viejo chocho.
Este templo de la vida se complementaba con una Jardín para las Nueve Musas dedicado a la Vida en acción. La vida plena efectiva correspondía con el cuadrante superior del diagrama de la espiral de la vida. Para Geddes, las Musas son más que un adecuado símbolo para las actividades culturales. Ellas encarnan el ideal de una vida digna, plena y rica. Una vida activa dedicada al amor, la sabiduría y el arte.
De una manera completamente intuitiva he conseguido relacionar el plano del jardín de las Musas con el cuadrante de la vida plena efectiva correspondiente al diagrama de la Espiral de la Vida. Si se fijan en la imagen, el lugar de la Musa Clío es ocupado por el árbol de la Vida. El de Polimnia, la Musa de la sabiduría, por el círculo holístico ideado por Geddes. Y el de Terpsicore, la Musa del ritmo, por la espiral de la vida que gira en sentido contrario.
Nuestra vida cobra sentido cuando se dirige hacia un fin y significado cuando entendemos el dónde y para qué vivimos. El sentido de la vida es el mismo que el de la espiral. La vida danza, El mundo danza, la humanidad danza y nosotros danzamos al ritmo de las Nueve Musas del Parnaso. El movimiento forma parte de la vida. No vivimos en un mundo estático, como quiere imponer el pensamiento analítico y mecanicista.
Como historiador y arqueólogo he dedicado mucho tiempo a intentar descifrar el mensaje oculto que encierra las Nueve Musas del Parnaso, siguiendo los trabajos de Patrick Geddes. Las voces de las Musas y su danza pueden y deben ser una inspiración para lograr una política sinergética en todos los países y una vida digna, plena y rica para todos los habitantes de la tierra. Su reinterpretación es una alegoría de la vida. Un llamamiento a enriquecer nuestro mundo de adentro y sembrar en él la semilla que con la próxima primavera emergerá para anunciar la renovación de la vida y una nueva mutación de la conciencia. Cerremos los ojos, abramos nuestros corazones y escuchemos el canto de las Musas. Bajo el influjo de su melodía dancemos todos los pueblos y culturas del mundo en perfecta armonía, ritmo y equilibrio.
Nosotros estamos en el vértice de la espiral de la vida. Cuando la vida social y la vida individual danzan de manera armoniosa nos permita gozar de una existencia digna, plena y rica. Una vida que merece ser vivida. La interpretación de la música de la vida social plena corre a cargo de Erato, Polimnia y Euterpe. Ellas encarnan el amor, la sabiduría y el arte. Erato nos anima a ser solidarios con los demás; Polimnia a aplicar el pensamiento holísitico para entender y comprender la realidad. Y Euterpe agita nuestro interior para que expresemos lo que nuestra voz interior tiene que cantar.
En el centro de la vida social plena se encuentra Clio, la Musa de la historia, la cual va marcando la evolución de nuestro pensamiento y acción colectiva. Le acompañan Caliope, la Musa de la elocuencia, necesaria para la comunicación efectiva de la política sinergética. Y Talia, la Musa del éxito y la comedia, que inspira y alienta nuestros logros colectivos.
Nuestro lugar es a menudo dañado por nuestra ignorancia, desidia o falta de amor a la naturaleza. Melpomene se entristece con estos hechos, pero Terpsícore nos marca el ritmo sinergético para restaurar nuestro medioambiente. Una labor que es observada y aplaudida por Urania,
La espiral de nuestra vida individual gira también siguiendo el canto de las Nueve Musas. El árbol de los siglos es sustituido por el árbol de la vida. A lo largo de nuestra existencia, y bajo la inspiración de las Musas, vamos completando las Siete Edades del Hombre y la Mujer tomando con referencia los ideales que encarnan los Dioses y Diosas del Olimpo.
Nuestra vida cobra significado cuando el camino de la vida tiene como meta la bondad, la verdad y la belleza. Erato alienta actos de amor dirigido a nuestros semejantes y a todas las formas de vida. Polimnia nos anima para proseguir en nuestro desarrollo intelectual y en la búsqueda de la verdad, Y Euterpe nos inspira para dar forma a nuestro ser interior a través de la creación artística Un amor dirigido hacia todas las formas de vida y acción etho-política para cuidar y favorecer la vida. Sabiduría para compartir nuestro pensamiento con los demás, pues como afirmó Lewis Mumford: «sólo aquellos que día a día tratan de renovarse y perfeccionarse serán capaces de transformar nuestra sociedad, mientras que aquellos que estén ansiosos por compartir sus altos dones con la comunidad entera, -en verdad, con toda la humanidad., serán capaces de transformarse a sí mismos». Y arte para expresar la Verdad que reside en el interior de cada uno de nosotros, ya sea mediante la pintura, la escultura, la fotografía o cualquier otros tipo de expresión artística.
Según vamos completando las fases de nuestra vida se incrementa nuestra grado de participación activa en la vida cívica del lugar en que el vivimos. Caliope nos ayuda en este empresa facilitándonos la suficiente elocuencia y Talia celebra los éxitos colectivos que hemos conseguido impulsar y alentar.
Llegamos así al plano superior de nuestra espiral de la vida. Melpomene nos recuerda el sentido trágico de nuestra existencia: la finitud de la vida. Ello nos anima a vivir de manera equilibrada y activa, siguiendo el ritmo que nos marca Terpsícore, y con el objetivo de lograr una vida digna y rica en la plenitud que encarna la Musa Urania. Nuestros logros y hazañas son nuestra aportación creativa a la constante renovación de la vida.
Llegado a este punto uno mira para atrás para descubrir que mi vida cobra un sentido, el de la espiral de la vida, a la que he dedicado tampoco descifrarla, y un significado. Nací en Ceuta para impulsar un cambio en la conciencia colectiva e imprimir ritmo a la política cívica del lugar que me vio nacer y en el que trabajo y vivo. He dedicado mi vida a la defensa de la vida y del patrimonio heredado, al estudio de la historia local y a la expresión de mis pensamientos todos aquellos medios que he considerado efectivos.
He querido que mi voz se escuchara, para lo que he contado con la inspiración de Calíope. He contado lo que tenía que decir y creo haber contribuido, aunque fuera de manera modesta, a la difusión del pensamiento de Patrick Geddes y Lewis Mumford. Sus ideas me ha servido para movilizar a un grupo de ceutíes en la acción cívica dirigida a la defensa, estudio y difusión del patrimonio cultural y natural de Ceuta. Sólo la Musa Talia sabe si he conseguido el éxito en esta empresa o si lo conseguiré en el futuro. Queda mucho por hacer y sólo la política sinergética será capaz de superar los retos ambientales, sociales y económicos a los que se enfrenta la humanidad.
Me siento mucho veces como Melpomene: pensativo, meditabumdo, triste, desencantado…Pero cuento con la ayuda de Terpsícore que en estos momentos de abatimiento personal es capaz de imprimir el ritmo que necesito para lograr mis objetivos personales y profesionales.
No me considerado una persona especial. La vida que yo vivo está al alcance de cualquiera. Todos y cada uno de nosotros hemos nacido con un propósito. Si somos capaces de cerrar los ojos y calmar nuestra mente las Musas nos comunicarán para qué estamos aquí y cuál es nuestra misión vital. Yo, como muchos otros, hemos «ido a los bosques porque quería vivir deliberadamente, enfrentarme sólo a los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que la vida tenía que enseñar, y para no descubrir, cuando tuviera que morir, que no había vivido».
Llevo un mes raptado por las Musas, como diría mi admirado Javier Gomá. Ellas me han inspirado para ayudarme a entender y desvelar muchos claves sobre la cuestión de «dónde y para qué» vivo. El «dónde» es Ceuta y mis hallazgos han quedado plasmados por escritos en los artículos que a lo largo del último mes he ido publicando en este mismo blog. Este «dónde» está estrechamente ligado al «para qué» estoy en este mundo. Sin duda, no lo hubiera logrado sin la ayuda de las ideas de Patrick Geddes y su discípulo Lewis Mumford. Ellos me han aportado buena parte de los materiales con los que he construido mi pensamiento y han impulsado mi acción cívica, intelectual y creativa.
Somos lo que pensamos, lo que se refleja nuestro manera de ver, sentir, comprender, pensar, imaginar y actuar, hasta el punto que puede cambiar hasta nuestro propia biología, como ha demostrado el biólogo molecular Bruce Lipton en sus trabajos. Y yo soy lo que soy gracias a las aportaciones de Geddes, Mumford y otros muchos autores que me han acompañado en este proceso de crecimiento y madurez personal.
Soy lo que soy gracias al lugar en el que nací y vivo.
Soy lo que soy gracias al contacto con mis familiares y amigos.
Soy lo que soy gracias al despertar que he conseguido de mis sentidos, en lo que me ha ayudado mucho los muchos libros que me han abierto una puerta a niveles superiores de entendimiento y conciencia.
Soy lo que soy gracias a las experiencias vitales acumuladas y los conocimientos adquiridos a lo largo de mi vida, en la escuela, el instituto y la Universidad.
Soy lo que soy gracias a mi acción cívica en pro de la defensa del patrimonio natural y cultural, ejercida mediante la palabra y mi capacidad sinergética para trabajar con otras personas en el diseño de proyectos educativos, científicos, creativos y profesionales, siempre tendentes a la conservación, protección y restauración de la naturaleza y el patrimonio cultural de Ceuta.
Soy lo que soy gracias al tiempo que me ha tocado vivir. Como historiador soy conocedor y consciente de los distintos procesos de transformación de la conciencia por la que ha pasado el ser humano. En esta empresa me han ayudado autores como Jean Gebser, Joseph Campbell, Ken Wilber o Leonardo da Jandra, y por supuesto, mis maestros Patrick Geddes y Lewis Mumford. A ellos les dedico este trabajo y les agradezco su inspiración.
Soy lo que soy gracias a ellos. Muchas gracias.