Hemos dejado el claustro para volver al mundo objetivo. Ahora estamos fuera, “para remodelar el mundo más de acuerdo con nuestros íntimos deseos”. El tiempo que hemos permanecido en el claustro del pensamiento nos ha servido para clarificar y sintetizar nuestras ideales, ideas y planes que ahora se dirigen hacia la acción. No lo hacen de forma manera desordenada. Conducidos por el ideal superior del amor, unimos la ética y la política para trabajar por el bien común. Esto es lo que lleva haciendo la asociación Septem Nostra. Esta entidad, que tengo el inmenso honor de presidir desde su constitución en el año 2001, trabaja, de manera altruista y bajo firmes principios éticos, en pro del noble objetivo de la conservación, la investigación y difusión del patrimonio cultural y natural de Ceuta. Lo entendemos como un ejercicio de civismo activo que permite aplicar nuestros conocimientos científicos y profesionales a la realización y formulación de nuestros ideales sociales, económicos y políticos. Nuestro objetivo final es contribuir a que todos los ciudadanos de Ceuta tengan la oportunidad de gozar de una Vida Buena (eupsiquia) para lo que resulta fundamental que su existencia se desenvuelva en un entorno medioambiental, cultural y estético acorde con la dignidad humana.
Por otra parte, la síntesis de nuestro pensamiento, constantemente alimentado por los ideales superiores de la bondad, la verdad y la belleza, así como por la constante lectura de autores que han marcado nuestras mentes (Emerson, Thoreau, Whitman, Geddes, Mumford, Waldo Frank, …), ha sido plasmada en los más de setecientos artículos de opinión publicados en “El Faro de Ceuta”, programas de radio, ruedas de prensa, libros y la propia revista Alidrissia, que sirve de órgano de expresión y difusión de las investigación sobre las poblaciones de tetrápodos marinos y cetáceos en la costas de Ceuta, además de incluir artículos de índole humanista en coherencia con nuestra filosofía de “Studia Synthetica”. Esta labor de síntesis nos ha permitido reconocer que “la verdadera belleza, la verdadera verdad y la verdadera bondad sólo existen en la naturaleza” (Fukuoka). Nosotros reconocemos esta belleza en los microorganismos que estudia nuestra compañera Clara Benhamú, en los bosques de gorgonias, en las osamentas de cetáceos y tortugas marinas que han inspirado a geniales arquitectos como Gaudí y en los hermosos paisajes que ofrece Ceuta.
La síntesis en el pensamiento la hemos dirigido a la acción colectiva y a la sinergia en los hechos. No hemos querido quedarnos rezagados en mansión de la memoria en la que muchos, como decía Geddes, “pueden adquirir más y más erudición, pero nunca harán mucho. A decir verdad, esto es lo que anda mal con demasiada gente de la cultura: a esto se debe a que se sientan paralizados y no puedan hablar ni actuar aunque la ocasión la reclame”. Desde Septem Nostra, hemos salido a la calle para difundir nuestros proyectos, para dar a conocer nuestro patrimonio cultural y para emprender acciones de salvaguarda de nuestros recursos patrimoniales, como la recuperación de especies marinas protegidas en la zona de ampliación del puerto, en la que logramos implicar a los buceadores locales. También lo hemos hecho para recabar apoyos ciudadanos en la defensa del Monte Hacho, amenazado por la especulación urbanística. Y hemos logrado nuestro objetivo, al menos en parte.
He aquí que he llegado a la parte superior de la espiral de mi Vida. La miro en su conjunto y tomo conciencia de cómo ha ido desarrollándose y ampliándose con el paso de los años. Observo mi vida y tengo que darle la razón a Patrick Geddes cuando decía a sus hijos que “la vida es una espiral, que trabaja durante la semana y descansa los domingos, gozando, soñando, planeando de nuevo”. La espiral de mi vida lleva casi cuarenta cinco años dando vueltas, siempre con el eje situado en Ceuta y en sus gentes. Sin tener previa conciencia de ello, -hasta ahora que he dibujado mi espiral-, he llegado a la conclusión que soy lo que soy por el sitio donde he nacido y he pasado casi toda mi vida. Aquí nací, aquí aprecié por primer vez la luz del sol, el olor a mar, el dulce tacto de la piel de mi madre y la tierna sonrisa de mi padre, el sonido de las olas y las gaviotas, el viento de levante y poniente, y el sabor de los productos mar que fueron el origen de la ciudad y la base de su economía hasta hace pocas décadas. Aquí nacieron mis abuelos, mis padres, mis hermanos y la mayoría de mis mejores amigos. Aquí sigo viviendo rodeado de las personas a las que quiero, de mi mujer, mis hijos, mis padres, hermanos, amigos y mi sobrino.
Aquí, en Ceuta, tuve mi primera experiencia profesional como arqueólogo, lo que me permitió, desde el conocimiento de su historia, apreciarla aún más y transmutar el sentimiento que a todos nos une con la tierra en la que nacimos en una profunda emoción y un firme compromiso cívico en la defensa de su patrimonio cultural y natural, acompañado de personas tan queridas para mí como mis amigos Óscar Ocaña, Pakiki Serrais, Paco Pereila y, por supuesto, mi mujer, Silvia Nogueras. El sentimiento se ha aliado con un pensamiento enriquecido por las ideas de los dos pensadores que más ha influido en mi forma de pensar y actuar: Patrick Geddes y Lewis Mumford. Ambos se apreciaron mucho en vida, pero no fueron capaces de trabajar juntos por la incompatibilidad de sus respectivas personalidades. Parte de mi esfuerzo de esfuerzo intelectual lo estoy dedicando a difundir su obra y a reconciliarlos mediante una labor personal de síntesis de las ideas de estos dos gigantes del pensamiento. No sé si estaré a la altura de este reto, pero al menos quiero intentarlo.
Ceuta ha sido y sigue siendo el principio objeto de los planes y proyectos que he promovido y promuevo “solo o con el apoyo de todos”, como figuraba en el juramento de los jóvenes ateniense en la Grecia Clásica. Unos han tomado forma, como el Museo del Mar, y otros, como la Agenda 21 Local y su plan de acción, han terminado haciendo bulto en la estantería del despacho perteneciente al consejero o consejera de medio ambiente de turno. El Observatorio de la Sostenibilidad es como el Guadiana, aparece y desaparece según disponemos de fondos para su funcionamiento. No obstante, sus informes han permitido llamar la atención sobre realidades incuestionable como la nefasta política de residuos que se lleva en Ceuta, el despilfarro energético, las escandalosas perdidas en la red de agua potable, la inexistencia de planes de movilidad sostenibilidad y, sobre todo, el desbordamiento de la capacidad de carga del ecosistema local debido a un claro exceso poblacional.
Aquí, en esta ciudad norteafricana bañada por el mar Mediterráneo y el Océano Atlántico, he volcado mis emociones, ideas y sueños. Mi imaginación se ha concentrado en la tarea de prefigurar, para la acción ethopolítica en Sinergia, los logros correspondientes que estuvieran a mi alcance. Hasta ahora, y por desgracia, no hemos conseguido imprimir la deseada tendencia sinergértica a la sociedad ceutí. Los problemas cívicos, que deben resolver la ciudadanía sirviéndose de los postulados de la ciencia cívica, son delegados en una clase política divorciada de la ética e incapaz de reconocer su incapacidad para resolver asuntos que atañen y requieren de la voluntad y el esfuerzo de todos. Somos una sociedad conformada por seres egocéntricos que buscan la felicidad en la gula y la lujuria, de modo que, -como sabiamente diagnóstica Leonardo Da Jandra en su obra “Filosofía para desencantados”-, la búsqueda de la verdad, la belleza y la bondad son sustituidas por la autogratificación, la autoperpetuación y la autoconservación. No obstante, debemos tenemos confianza en la que muchos intuimos próxima mutación de la conciencia. A algunos, de manera modesta, eso sí, nos ha tocado el papel de dinamizadores de ese cambio que está gestándose en la estructura más profunda de nuestra mente.
Hasta ahora mi acción sinergética ha sido, -forzada por las circunstancias-, más reactiva que proactiva. Hemos tenido que dedicar mucho más tiempo y esfuerzo a evitar daños, mediante escritos, denuncias públicas y alegaciones, que a emprender actuaciones de cultivo y reconstrucción del paisaje. De la toma de conciencia de esta realidad es de la que nace la idea de poner en marcha la Escuela de Vida “Vivendo Discimus” (Vivimos aprendiendo), siguiendo el método de reeducación integral de Patrick Geddes y utilizando como principal recurso educativo su máquina pensante denominada “La espiral de la Vida”.
He querido aplicar la Espiral de la Vida a mi propia vida por varios motivos. El primero de ellos es para demostrar que este diagrama es realmente útil para “ver más plenamente el mundo de adentro y el mundo de afuera, para trabajar mejor, recordar mejor, soñar más deleitablemente, proyectar más activa y diestramente y también poner en ejecución mejor las ideas”. Una de las grandes utilidades de “La Espiral de la Vida” es que permite localizar en los distintos cuadrantes de nuestra vida interior y exterior conceptos fundamentales como son el de lugar, trabajo, gente, sentidos, experiencias, sentimientos, ideales, ideas, sueños, ética, política, arte y cultura. Gracias a “La Espiral de la Vida” vemos que estos conceptos tienen su lugar y están interrelacionados de manera sinérgica.
Esta espiral, como han podido comprobar, no puede quedarse quieta. Se mueve impulsada por la fuerza vital, el elan vital de Bergson, en el recorrido del camino de la vida, cuyo objetivo es alcanzar un Vida Buena (eupsiquia), es decir, una vida plena y significativa. Una vida, en definitiva, que realmente merezca ser vivida. La meta final e inalcanzable de este camino es el logro absoluto de la bondad, la verdad y la belleza. A Quienes más consiguen avanzar en este camino le llamamos santo, sabio y genio. El dibujo de la espiral de mi vida que les he ofreció dista mucho de merecer alguno de estos calificativos. A lo más que aspiro es aprender, como dejo por escrito Henry D. Thoreau en “Walden”, “lo que la vida tenía que enseñar”, y no descubrir, cuando me llegué la hora de morir, que no había vivido. Este aprendizaje de la vida, como reza en el lema de nuestra escuela, que fue el de Patrick Geddes, se hace viviendo: “Vivendo discimus” (aprendemos viviendo). “Solo pensando las cosas a medidas que se las vive, y viviendo las cosas a medida que se las piensa, puede decir de un hombre y de una sociedad que piensan y viven de verdad” (Geddes).
En mi dormitorio tengo colgado un cuadro: El árbol de la vida, de Gustav Klimt. Esta obra se resume a la perfección el sentido profundo de la vida. Tal y como se representa en este magnífico cuadro, del árbol común de la vida cuelgan las diferentes espirales vitales de los seres humanos. “Aquellos cuyas mentes tienen grandes vueltas o bien muchas en sus espirales son las vidas más grandes. A veces, por desgracia, la espiral se rompe o deja de desarrollarse”. Por este motivo, debemos adelantar en nuestras tareas, en nuestra espiral en la vida real; en facilitar nuestra fortuna completando una vuelta más amplia cada día a medida que gira la espiral de nuestra vida. Esto, como sentenció Patrick Geddes, “es lo que han hecho los más sabios; y puede ocurrir que una persona solo consiga expresar o ejecutar su pensamiento a una edad bien avanzada en realidad; y quizás no del todo, tan breve es la vida”. A punto de cumplir cuarenta y cinco años tengo la sensación de que este momento ha llegado para mí. Todos los actos, obras, pensamientos y hechos de mi vida empiezan a encajar como las piezas de un puzzle. El dibujo de mi espiral es el que tienen ante Vds. No es una imagen fija ni perfecta. Está siempre en movimiento, interactuando con las espirales de otras personas que giran en el árbol de la vida. Les animo a que apliquen la espiral de la vida a su existencia para ayudarles a ascender hasta el cuadrante de la vida plena efectiva. La humanidad, representada por la figura que aparece en la parte izquierda del cuadro de Gustav Klimt, anhela y espera el abrazo fraternal y amoroso que se dan el hombre y la mujer que cierran el cuadro del árbol de la vida.