Santuario de Sidi Ahmed, 24 de noviembre de 2018.
Después de casi cuatro horas de viaje llegamos a las 19:30 h a Bni Rachid, el poblado en el que se encuentra el santuario de Sidi Ali ben Hamdouch. En el parking nos esperaba Olivier Ralet, conocido en estos santos lugares como Abd es Salam. El terreno estaba enfangado tras las lluvias de los últimos días. A esta hora la noche había tomado el monte Zerhoun y entre las nubes se asomaba a intervalos la luna llena.
Una vez que me despedí de mis amigos Óscar y Pakiki, recorrí junto a Olivier los sitios más importantes asociados al santuario de Sidi Ali. El primer lugar que visitamos fue la Houffra (gruta) de Lalla Aïcha al-hamdouchiya. Pude ver la higuera sagrada que se alimenta de la sangre de los animales sacrificados. Bajos sus ramas lucían encendidas muchas velas blancas. Todo el mundo, sobre todo mujeres, esperaba su turno para hacer sus ofrendas o sacrificar los animales elegidos. No era el momento para tomar fotografías.
Desde allí nos dirigimos al propio santuario de Sidi Ali. Es un edificio imponente, considerado uno de los santuarios más grandes de Marruecos. Olivier esperaba la llamada de una persona que le había invitado a participar en una Lila. Tampoco contestaba a sus llamadas. Todo indicaba que se lo había pensado mejor y no le pareció oportuno que dos europeos asistieron a una ceremonia tan íntima como una Lila. Este acto consiste en músicas y danzas en estado de trance de las representantes de las siete cohortes de yinns (genios). Cada una recibe el nombre del santo fundador de la zawiya a la que pertenecen y visten los colores que los identifican. Por la calle y en los santuarios puede ver a la mayor parte de estos grupos, como las mujeres de azul de Sidi Moussa o las llamativas mujeres de rojo y negro del oscuro Ben Hammon.
Estando en la puerta del santuario de Sidi Ali le pregunté a Olivier por la famosa fuente sagrada de Eyn Debir. No tardó ni un segundo en indicarme su ubicación. Estaba situada justo debajo del santuario. Por una empinada cuesta bajamos hasta la fuente. Se escuchaba el sonido del agua y era posible distinguir cuatro habitáculos: tres para mujeres y uno para los hombres. En su interior las personas que tienen problemas de infertilidad o para encontrar pareja limpian sus cuerpos y se benefician de la baraka de estas aguas milagrosas. Al vernos una mujer y darse cuenta de que Olivier estaba tomando fotos empezó a increparnos y decidimos que lo mejor que podíamos hacer era abandonar lo antes posible este lugar. Según subíamos Olivier me mostró unas planchas de plomo. El plomo es fundido y la forma que adopta al verterlo es interpretada como de un oráculo se tratara. Era la primera vez que tenía noticia de estos rituales en el norte de Marruecos.
Seguimos nuestro recorrido entre decenas de tenderetes y tiendas que venden todo tipo de ofrendas, talismanes y amuletos. Lo que más me llamaron la atención fueron unas bandejas de estera con henna seca, botellas de agua de azahar y un camaleón disecado. La presencia de este animal me pareció interesante, pero al mismo tiempo preocupante para la conservación de una especie protegida en Europa.
Al descartar de manera definitiva la posibilidad de asistir a la Lila emprendidos el camino hacia la zawiya de Sidi Ahmed Dghughi, situada en Bni Ourad. Toda esta zona estaba llena de jaimas en la que la gente danzaba y entraba en trance al son de los Darbukas (timbales), bandires (especie de pandereta), Qarqabas (especie de castañuelas de metal) y Ghaytas. La posibilidad de presenciar por primera vez este ritual me permitió entender la importancia de la música para facilitar la entrada al mundo de los yinns. Mi impresión fue que era un ritmo de marcado carácter sexual. El poder femenino se aceleraba y la atmósfera se volvía mágica y misteriosa. Así llegamos al santuario de Sidi Ahmed. Cuenta la leyenda que Sidi Ahmed era el principal discípulo de Sidi Ali. Éste le pidió que fuera hasta el lejano Sudán para traerse a una famosa reina cuyo poder era necesario para controlar a los yinns. Sidi Ahmed cumplió su misión y raptó a Lalla Aicha. Cuando llegaron a la casa de Sidi Ali se lo encontraron al borde de la muerte. Aprovechando el desconcierto, Lalla Aicha se introdujo a través de un orificio (Houffra) en las profundidades de la tierra. Las dos cofradías de Sidi Ali y Sidi Ahmed se disputan la posesión de la gruta sagrada en la que vive Lalla Aicha.
Al llegar al santuario de Sidi Ahmed nos esperaba en su interior el Cherifa de la cofradía, el Sr. Abdelghani. Él es un Chorfa, es decir, un descendiente del Profeta, además de familiar directo del santo Sidi Ahmed. Conversamos un rato y le enseñé las imágenes del santuario encontrado en Ceuta. Se quedó sorprendido. Le pregunté si existían piedras sagradas similares al betilo de Ceuta y me dijo que sí. También me comentó que este tipo se la pasaban por el cuerpo, tal y como hacen todavía en algunos santuarios del Libano. Puede ver la Houffra existente en el interior del santuario, pero no me permitieron tomar imágenes.
Al lado del propio santuario se encuentra la casa de Abdelghani. Era el lugar donde iba a cenar y a pasar la noche. No me esperaba encontrarme allí con una chica española, la melillense D. (por deseo de ella no voy a dar su nombre). Lleva viniendo muchos años al santuario de Sidi Ahmed con su madre, que se encuentra enferma. Nos pusimos a charlar, aunque tuvimos que interrumpir la conversación para cenar. Tras la cena seguimos hablando. Le enseñé la fotografía del colgante y reconoció en la figura femenina rasgos egipcios. Me explicó muchas cosas sobre la relación con Lalla Aicha, a la que, según me dijo, es una afrenta llamarla Qandischa. Es considerado un término despectivo.
Me contó que para desprenderse de los genios malignos y beneficiarse del poder de Lalla Aicha había que pasar por una serie de pruebas que les ponían los santos y los ángeles. Determinadas mujeres tienen el poder de ver y hablar con Lalla Aicha o dejar que ella hablé a través de estas mujeres cuando entran en trance. La mayor parte de las veces las mujeres poseídas por Lalla Aicha no recuerda lo que le ha dicho. Tienen que ser las asistentes al acto quienes le comuniquen las palabras de Lalla Aicha. Además del trance, el otro medio de comunicación con los yinns y yinniyas es el sueño. D. ha visto en sueños a más de una ocasión a Lalla Aicha y le ha comunicado determinados mensajes. Según D. iba cogiendo confianza conmigo me fue contando algunos de sus sueños. Me explicó que en cierta ocasión soñó con una divinidad masculina que surgió del mar y que le dijo que no tuviera miedo. Quería que su nieta se fuera a vivir al reino de los humanos y que lo haría entrando en el cuerpo de D. Buscó en internet para saber quién era este Dios del mar y descubrió que era Poseidón. Me enseñó varias imágenes de Poseidón, una de ellas es el fondo de pantalla de su móvil.
La nieta de Poseidón, según me contó con más detalle a la mañana siguiente, tiene unos quince años y se quiere casar con un humano en la tierra. D. también me dijo que en sus sueños ella tenía el poder de controlar y frenar las olas con las manos. Si frota la arena es capaz de atraer el agua.
A la conversación con D. sobre el colgante encontrado en Ceuta se sumó otra mujer igualmente especial, Na. Vestía completamente de negro, aunque con algunos motivos de vivos en colores en algunos puntos de la vestimenta. El negro es el color de Lalla Aicha Soudania, la consorte de Sidi Ahmed. La moquammedas (mujeres que hacen las funciones de sacerdotisas) visten según lo hacía Na. Al ver el colgante me dijo: “ella es Lalla Aicha Bahriya”. Es lo mismo que me había dicho D., sin que entre ellas hubieran podido comentarlo. Na. Conocía el santuario de Sidi Moussa Doukkali en Salé y la gruta de Aicha Bahria localizada en sus proximidades. Me habló igualmente de la leyenda de otro santuario de Aicha Bahriya situado en las proximidades de la ciudad costera de Azemmour.
Lalla Aicha Bahriya es considerada la santa patrona de Azemmour. Según cuenta ella vivía en Baghdad y se enamoró de un hombre santo llamado Moulay Bouchaib Reddad. Mantuvieron una relación vía telepática hasta que ella decidió ir a conocerlo, pero su barco naufragó cerca de la costa de Azemmour y se ahogó. La peligrosidad de esta costa y está leyenda es alimentada por la existencia de un barco que lleva encallado hace mucho tiempo cerca del santuario. Otra versión de la leyenda dice que al llegar a este lugar, Lalla Aicha Bahriya recibió la noticia de la muerte de Moulay Bouchaib y sus lágrimas llenaron el río hasta el punto en que se ahogó.
Na. me habló de otro punto relacionado con Aicha Bahriya, el santuario de al-Yaburi, cercano a Rabat, según me indicó. Se trata del yacimiento fenicio, púnico y romana de Sala, sobre el que se emplazó en el siglo XII la necrópolis real de los benimerines y, tiempo después, la zawiya de al-Sidi al-Hajj Abd Allah al-Yaburi. Es muy probable que Na. se refiriese a Aisha Mulat L`Oued, una versión de Aisha al-Bahriya, relacionada con las aguas del río Sebú y estudiada por Claisse-Dauchy y Foucalt en su obra sobre los cultos femeninos en Marruecos.
No cabe duda de que tanto D., como Na., conocen bien a Lalla Aicha Bahriya. La propia madre de D. está poseída por ella y sus poderes parece que los ha heredado su hija D.
Me fui a la cama entusiasmado. Acababan de confirmarme que había acertado en la relación que había establecido en el libro entre el colgante encontrado en Ceuta y Lalla Aicha Bahriya. Este viaje a la montaña sagrada del Zerhoun me había servido para reafirmar mis propios descubrimientos y las conclusiones a las que había llegado. Era una señal de que debía de dejar de seguir buscando entre el inmenso mar de información sobre la diosa y confiar en mi intuición. A pesar de la alegría por este inesperado encuentro, dormí bastante mal esa noche. Tengo problemas digestivos y, además, me tomé un té justo antes de dormir. El resultado fue que dormí muy poco. En el rato en el que logré descansar soñé con la diosa. Se elevaba como una mariposa, pero no pude ver su rostro. La imagen estaba en claroscuro. Una potente luz blanca oscurecía todo su cuerpo y su cara.
A las 7:30 h me desperté, aunque no me levanté hasta un rato después. Casi todos dormían, así que me fui a dar un pequeño paseo y me senté en la escalinata del santuario de Sidi Ahmed a escribir. Una hora más tarde apareció Olivier y entramos juntos en la casa para desayunar. Disfruté de un buen desayuno: un poco de pan calentado en un brasero y mojado en aceite de los olivos sagrados del monte Zerhoun, acompañado por dos vasos de un magnífico té marroquí.
Tras reponer fuerzas, Olivier y yo nos fuimos a Bni Rachid, después de estar un rato en Sidi Ahmed, por un camino distinto al que tomamos la noche anterior. Es una senda maravillosa flanqueada por esplendorosos olivos y con unas vistas espectaculares de la gran meseta de Meknes. Nos encontramos a ambos lados con pequeños cementerios que constituyen un elemento enriquecedor del paisaje. Cuando quiero darme cuenta me encuentro con la majestuosa arquitectura del santuario de Sidi Ali ben Hamdouch. Está construido en la parte media de una profunda garganta por la que desciende el agua desde la parte alta de la montaña. Las aguas discurren por debajo de la mezquita del santuario. Agua, tierra y cielo están unidos por la mezquita del santuario.
Por una puerta trasera accedemos al interior del santuario. El ambiente es distinto al de Sidi Ahmed. La decoración parietal es mucho más cuidada y el orden de entrada y salida de los peregrinos es rigurosamente controlada. Los fieles entran, tocan el catafalco del santo y salen de manera ordenada. Aquí no hay música, ni danzas, ni estado de trance y ni siquiera ofrendas. Olivier y yo nos sentamos en un bordillo existente en la parte central del santuario mientras absorbemos el espíritu del lugar.
Una vez que salimos del santuario de Sidi Ali bajamos a la fuente de Eyn Debir. Lo hacemos deteniéndonos en las tiendas que venden todo tipo de ingredientes para la práctica de la magia apotropaica. No sólo hay muchos camaleones disecados, como vi anoche, sino también erizos, pieles de serpientes, de animales, plumas de pájaros, caparazones de tortugas, cabezas disecadas de jabalíes, conchas marinas, esencias y perfumes, velas y vasos impregnados de brea, amuletos, talismanes, etc…Es algo realmente sorprendente. Dos mujeres musulmanas se dan cuenta de que soy español y se ponen a hablar conmigo. Me dicen que las pociones preparadas como camaleones disecados no se utilizan en los santuarios. Sirven para practicar la magia protectora en los hogares y en determinados lugares, como la galería existente en las inmediaciones del santuario ceutí de Sidi Bel Abbas Sebti. Allí queman parte de estas pócimas en una especie de anafe, que venden igualmente en estos puestos, y unos textos preparados por los moqqadem o moqqademas.
Seguimos nuestro camino hacia la fuente sagrada. Justo enfrente de unas empinadas escaleras que bajan al manantial, hay una houffra (gruta) en la que un grupo de mujeres hacen sus ofrendas, principalmente velas blancas. También hay en el centro de este espacio una fuente como forma de pilar en el que uno hombre coge agua para beber. Nos advierten de que no podemos tomar fotografías. Finalmente llegamos a la fuente. Nos tomamos nuestro tiempo para disfrutar de este lugar. Sentados en un murete presenciamos la escena de entrada y salida de mujeres de unas reducidas estancias en la que se echan agua por encima de la cabeza para lavar sus cuerpos con el agua de la fuente y encienden velas en su interior. De esta manera purifican sus cuerpos y pretenden encontrar pareja o lograr la fertilidad deseada.
Me fijo en que hay un hombre que sirve agua a los peregrinos en unos vasos y cuencos de cerámica pintados con brea. Parece que es el único autorizado para tocar estas milagrosas aguas que vienen de la montaña, atraviesan el santuario y son recogidos en esta fuente. Las aguas se filtran a través de las paredes de la fuente y se deslizan sobre el suelo. Yo me acercó para mojarme las manos…Las aguas continúan arroyo abajo. En otros tiempos la gente se bañaba directamente en el arroyo, pero dudo que ahora puedan hacerlo con toda la basura que, por desgracia, allí se acumula. La única zona realmente limpia es la calle que esta misma mañana ha recorrido una comitiva oficial que ha visitado el santuario de Sidi Ali. Nosotros los vemos pasar sentados en una cafetería mientras nos tomamos un té. Yo aprovecho esta parte del recorrido comprando regalos para la familia y una buena colección de talismanes de metal para mí.
El último lugar que revisitamos es la Houffra de Lalla Aicha Hamadouchia. Varias mujeres nos recuerdan que está prohibido tomar fotografías. No quiero tener problemas, así que ni lo intento. Una gran aglomeración de personas, sobre todo mujeres, aguardan su turno para hacer sus ofrendas, al mismo tiempo que no paran de pasar al fondo de la Houffra animales para el sacrificio. La Houffra realmente es el hueco que han creado un abigarrado conjunto de grandes y frondosas higueras alimentadas por la sangre de los animales sacrificados en honor de Lalla Aicha.
Subimos a la parte alta de la higuera para tomar una fotografía. Esto nos permite apreciar que las higueras han crecido en el cauce de un estrecho arroyo. Una vez más el agua es un elemento indispensable en la conformación de los espacios sagrados en el monte Zerhoun.
Pienso que hay muchos detalles de este santuario que se les ha escapado a los distintos investigadores que los han estudiado. Hacía falta que los viese un arqueólogo, como yo, acostumbrado a las descripciones, a la identificación de los elementos constituyentes de los paisajes y al estudio de la cultura material.
Después de la comida me senté un buen rato a charlar con D. Quería repasar con ella mis anotaciones de la conversación que mantuvimos anoche. Hablamos también de mi sueño en el que he visto a Lalla Aicha. Ella me comenta que la forma en la que la he visto es la habitual. Suele adoptar la imagen de una mariposa en la que no es posible identificar ni el rostro ni el cuerpo. El talismán de Ceuta es un hecho único. Puede que sea la representación de una visión de alguna persona que tuvo la suerte de ver a Aicha Bahriya como nadie lo ha logrado hasta ahora. No obstante, el rostro no es visible ni siquiera en el colgante de plomo que yo encontré en Ceuta.
Luego hemos ido de nuevo al santuario de Sidi Ahmed. En poco tiempo se ha armado un gran revuelo. Un grupo de peregrinos conducen a una vaca para el sacrificio. Preside la comitiva un extraño y singular personaje vestido de negro y con un gran ramillete de flores secas en la cabeza. Viste de forma trasvertida. Todo el mundo quiere tocarlo y el ambiente se llena de música y danza. Sin duda es una representación de un dios de la naturaleza y de la fertilidad. Probablemente el mismo Dionisio que aparece en uno de los mosaicos de la cercana ciudad romana de Volubilis. Por desgracia no he podido tomar ninguna fotografía.
La vaca es sacrificada sobre el suelo del santuario. No es una escena agradable ver salir la sangre a borbotones de su garganta mientras que convulsiona y muere. La muerte sigue siendo considerada necesaria para que la vida vuelva a la naturaleza y continué el gran círculo vital de nacimiento, crecimiento, muerte…y vuelta a la vida.
Mientras tantos los peregrinos llevan sus bandejas de esparto con las ofrendas cubiertas con una tela de vivos colores. Las recogen una moqqameda y su ayudante. Los botes de leche son guardados en una gran bolsa negra, así como otro parte de las ofrendas. Los peregrinos vierten en el poyete de la houffra distintas plantas y semillas, encienden las velas y rocían el contenido de las botellas de agua de azahar. De esta manera participan en la ofrenda símbolos de los cuatro elementos: tierra, fuego, aire y agua.
De manera inesperada, una mujer vestida de blanco y en trance sale del tabernáculo donde descansa el cuerpo de Sidi Ahmed gritando y entra corriendo en la Houffra para introducir su cabeza en la boca de la gruta. De esta manera se desprende del yinn que la poseía. Esta mañana contemplé en este mismo santuario una escena igualmente impactante. Llegó una mujer joven, con un niño atado a la espalda. Vestía de rojo y negro, señal claro de que pertenecía a la cohorte de Ben Hammon. Al ver a los hombres que tocan música y danzaban se puso a llorar y se tumbó para besar el suelo. Una mujer mayor se le acercó para coger al niño. Libre de la carga del peso del niño su cara se transformó y empezó a pegar saltos y a mover su cuerpo de manera compulsiva. Era una mujer bella y su rostro rezumaba dolor y pena. Al terminar de danzar, casi pierde el conocimiento. En ese instante una mujer le puso un velo sobre el rostro y la condujo a otro lugar para que descansara.
Acto seguido ha llegado otra vaca para el sacrificio. Esta vez la condujeron a una sala ubicada en una de las esquinas del santuario. Allí los matarifes mataban a los animales y proceden a su despiece. Tras el sacrificio de esta vaca se instala una calma momentánea. Yo me he sentado, con el resto de mis amigos y amigas que vivimos en la casa de Abdelghani, en un lateral del santuario y me he puesto a escribir. Justo a mi lado estaba sentada una mujer mayor que ha soltado una expresión en español. No he podido evitar girar de manera brusca la cabeza para mirarla. En ese momento me ha preguntado si era español. Así hemos iniciado una conversación en la que ella me ha hablado de los muchos años que ha vivido en Cáceres y su regreso a Kenitra, al igual que yo le he dado cuenta del motivo de mi visita al Zerhoun. Vuelve a hablarme de Aicha Bahriya.
Tras un rato de escritura en la zawiya, Olivier y yo fuimos a contemplar el atardecer. Fue un momento inolvidable ver el sol esconderse tras la ciudad de Meknes.
Tomamos una cena ligera: un tazón de Harira, un trozo de un rico pastel de hojaldres y de postre una crepes con mermelada acompañada con un vaso de té.
Nos dirigimos, a continuación, a Bni Rachid para presenciar una Lila al aire libre, pero cuando llegamos todo había concluido. Hubo un problema con la información sobre la hora del evento. Lo que hicimos entonces es dar una vuelta por los alrededores de Bni Rachid para ver si podíamos ver alguna Lila, pero ninguna de las que visitamos merecía la pena. Volvimos al santuario de Sidi Ahmed contemplando a la luna y a la constelación de Orión. La brillante Sirio marcaba el punto en el que se encontraba el santuario.
A la mañana siguiente el día amaneció lluvioso. Quise despedirme de Olivier, pero estaba profundamente dormido. De la que pude despedirme era de la matriarca de la familia Cherifa de los Dghughi. Es una anciana cercana a los cien años a la que todas llaman Haja. D. me comentó que es una persona muy especial portadora de una gran bondad, sabiduría y de poderes sobrenaturales. Estando en la casa, pensé en ella en el mismo instante en la que ella entró a la habitación. Hasta de abandonar la casa ella me bendijo y yo le besé la mano para expresarle mi afecto y agradecimiento.
Bajo una lluvia fina abandoné Bni Ourad, dejando atrás a mi amigo Olivier, a la Haja, a Abdelghani, al misterioso grupo de mujeres, entre las que destacó a D. y Na., y las otras personas con las que he compartido unas horas con las poderosas Lalla Aichas del Monte Zerhoun.
En el camino de regreso con mis amigos Óscar y Pakiki pudimos parar un instante para tomar unas fotografías de las ruinas romanas de Volubilis.
Desde lo alto de Anyera pude volver a ver la silueta de Ceuta. La contemplé con los mismos ojos con los que muchas personas la veían en el pasado. Era de nuevo la ciudad sagrada en la que, ahora estoy convencido, en el siglo XIII rindieron culto a Lalla Aicha el Bahriya, la descendiente de Isis y Astarté.