Nos adentramos en el mundo del pensamiento en el que las simples impresiones y actividades naturales de los sentidos se transmutan en nuestros ideales, ideas y sueños. Los sentimientos y experiencias sensoriales sufren un proceso alquímico que las convierten en profundas emociones y enraizados ideales. La devoción al mar es tan antigua como los orígenes de Ceuta. Es probable que el asentamiento protohistórico ubicado en la zona ístmica de la ciudad tuviera que ver con un santuario relacionado con alguna divinidad relacionada con el mar. Lo que es seguro es que la Septem Fratres romana contaba con un aula de culto dedicada a la diosa Isis. Sabemos de su existencia por la recuperación de una inscripción votiva que un grupo de navegantes dedicaron a la deidad egipcia para que les protegería en sus viajes marítimos. Esta tradición aún perdura en Ceuta, hoy día encarnada en la imagen de la Virgen del Carmen, que cada año los marineros y pescadores de nuestra ciudad bañan en las aguas de Ceuta.
La cultura mediterránea de la que formaron parte los primeros pobladores de Ceuta, y que aún perdura en la ciudad, se encuentra en la parte baja de “La sección del Valle” trazada por Patrick Geddes para explicar la historia social de la humanidad. El desarrollo inicial de nuestra civilización por el minero de silex, seguido por el de bronce, hierro y acero. Un poco más abajo en el valle aparece el leñador que ha sido, según Geddes, “el constructor de casas, de barcos y de muebles; y con sus empalizadas, también el constructor de fortificaciones”, tan abundante en Ceuta. Luego viene el cazador, como aquellos que en época portuguesa se adentraban más allá de las murallas para capturar pequeñas presas, tal y como narra Jerónimo Mascarenhas en su “Historia de la Ciudad de Ceuta”. Los cazadores son los antepasados directos de los militares, cuyo papel en la historia de Ceuta, desde el siglo XV, ha sido crucial.
Así podemos ir descendiendo por el valle, encontrándonos a nuestro paso con el pastor, el labriego pobre, el granjero y, finalmente, el pescador. He aquí, en palabras del propio Geddes, “los tipos sociales familiares que se suceden en forma tan manifiesta, tanto a medida que descendemos de altura como a medida que trazamos el curso de la historia social”. Todos estos tipos sociales siguen presente entre nosotros: el leñador ha pasado ser nuestro ingeniero; el cazador, nuestros gobernantes y militares; el pastor, el comerciante; las necesidades del labriego pobre hizo necesaria la fundación de bancos y compañías de seguro, como las del granjero propició el surgimiento de la profesión jurídica. Y por último, el pescador, la profesión que estuvo en el origen de Ceuta, con su audacia, coraje, ansia de aventura y firmeza de carácter.
Seguir el curso de estas transformaciones de las principales ocupaciones del ser humano nos permite explicar la individualidad, la singularidad, de cada una de las culturas, poblaciones y ciudades. La nuestra, la cultura occidental, surgió en la parte baja del valle, donde residían los cultivadores del olivo y la vid, junto a los navegantes y pescadores. Las discusiones en torno al vino para hablar de los asuntos de la Polis, como la que describe Platón en “El Banquete”, dio lugar a la Política. Como dice Geddes, las discusiones del labriego rico llegan pronto al campo de la política y “la oratoria parlamentaria surge espumeante del jarro de cerveza y burbujea en el vaso de vino”. La moderación en el beber, propia del Simposium griego, se convirtió en norma de vida, en comportamiento ético. “Respeta el límite”, “odia la hybris (la desmesura)”, “de nada demasiado”, estas frases labradas en los muros del templo de Delfos, concentran el ideal de equilibrio del hombre y la mujer democrática, del que parten las virtudes del ser humano equilibrado: la sabiduría, el valor, la templanza y la justicia. Virtudes imprescindibles para hacer de la vida una búsqueda constante de la bondad, la verdad y la belleza, que es el eje fundamental de “La espiral de la vida”.
El establecimiento de límites, que está implícito en el ideal del equilibrio, es fundamental para la libertad y el pleno desarrollo de la persona. Sin orden, como comenta Mumford en “La condición del hombre”, “no puede haber libertad, y sin definir los límites de las obligaciones no pueden ser cumplidas ni sobrepasadas”. “Ley, orden, continuidad”, dice Mumford, “son condiciones esenciales para la libertad, la variedad y la novedad, y así son la auténtica base del poder creador social, ya que la libertad sin ley es anarquía irresponsable, variedad sin orden es caos, y novedad sin continuidad es vacua distracción”.
La libertad ha sido un ingrediente básico en la elaboración de los principios éticos, ideológicos y estéticos de la cultura occidental. A diferencia de otras civilizaciones que mantienen un rígido dogmatismo religioso, Occidente ha conseguido salir de la “cárcel de hierro”, que decía Max Weber, cuyos barrotes son el odio al diferente, la intolerancia, la ignorancia y la esterilidad artística. El autoconocimiento, basado en el principio socrático de “conócete a ti mismo”, es el que permite la crítica y la autocrítica, la evolución de la ciencia y el pleno desarrollo de la imaginación. Para ello es necesario el fortalecimiento de los atributos de la sociedad humana, como son la comunicación, la comunión y la cooperación. Estos atributos dependen de símbolos comunes que aportan significados, funciones y valores a nuestra cultura.
Como tuvimos la oportunidad de comentar en nuestra descripción del cuadrante de las OBRAS, es decir de la vida mental simple, los símbolos surgen de la combinación de los sentimientos que nos aportan nuestras percepciones sensitivas, de nuestras emociones e imaginación. Los habitantes de Ceuta en los siglos previos a la conquista portuguesa de Ceuta en 1415, contaban con una bandera que reflejaba a la perfección la captación sensorial de los ceutíes y sus sentimientos por esta tierra. El rojo de fondo simbolizaba el fuego, el orgullo de una ciudad próspera, independiente y culta, y las dos llaves representaban la importancia geoestratégica de Ceuta para controlar el paso del Estrecho de Gibraltar. Con la llegada de los lusitanos este símbolo fue sustituido por las quinas portuguesas que nada tienen que ver con las esencias de Ceuta.
Los símbolos no se limitan a las banderas y los escudos. Símbolos son también las letras con las que escribo este texto y las espirales que inspiraron a Patrick Geddes para el diseño de su más lograda máquina pensante: la Espiral de la Vida. Aplicando la imaginación, estos símbolos se transforman en planes y proyectos, como la Agenda 21 Local de Ceuta, y sueños más tangibles, aún en proceso de lenta gestación, como el Museo del Mar. Este espacio museístico ha nacido con la vocación de convertirse en una laboratorio de ideas desde el que coordinar la amplia variedad de estudios especializados relacionados con el mar, dentro de la armonía y la unidad de las ciencias naturales y las humanidades, que es el verdadero objetivo de la tradición generalista de la filosofía “Studia Synthetica”.
La filosofía “Studia Synthetica” exponentes fueron el propio Patrick Geddes y su discípulo Lewis Mumford. Este último prefiero llamarla filosofía de la síntesis abierta. En opinión de Mumford, “Ningún organismo, ninguna sociedad, ninguna personalidad, puede ser reducida a un sistema o ser eficazmente regulada por un sistema. Dirección interna o dirección exterior, desapego o conformidad, nunca deberían llegar a ser tan exclusivas que en la práctica haga imposible un cambio de uno a otro. Porque la esencia de la presente filosofía es que muchos elementos necesariamente rechazados por cualquier sistema único son esenciales para desarrollar el superior potencial creativo de la vida; y que por turnos un sistema u otro debe ser invocado, temporalmente, para hacer justicia a las infinitamente variadas necesidades y ocasiones de la vida”.
Nuestra imaginación, en combinación con las emociones más profundas, es la que ha inspirado a nuestros poetas más insignes, como Luis López Anglada, para cantar a Ceuta, a sus gentes, a su tierra y a su mar. Otros artistas, como mi querido amigo Diego Segura, ha encontrado su forma de expresión en la pintura y la escultura. Diego ha sido capaz de captar el movimiento de las olas y hacer de ella una fantástica alegoría del carácter esencialmente marinero de Ceuta. Lo menos afortunados en cuanto a aptitudes artísticas tenemos que conformarnos con la escritura y la fotografía.
Hemos terminado la descripción de este claustro del pensamiento, como lo llamó Geddes, y aquí, según decía, “parece que para muchos, en verdad para la mayoría de los que entran a él, terminan las posibilidades de la vida humana. Pese a lo cual en este variado claustro se abren nuevas puertas; y éstas se abren, una vez más, al mundo objetivo; aunque no a la vida urbana de todos los días, excesivamente simple, que dejamos hace tiempo. Pues aunque hemos superado esto Actos y Hechos cotidianos, modelando nuestras vidas conforme a nuestros sueños más excelsos, surge a veces el impulso por realizarlos de nuevo en el mundo, como Hazañas”. De ellas hablaremos en el cuadrante superior de nuestra Espiral de la Vida.