Mi descubrimiento del concepto de eupsiquia surgido de una forma un tanto curiosa, una combinación de casualidades con protagonistas del presente y del pasado. Del presente tengo que referirme al filósofo Javier Gomá Lanzón. Tan insigne pensador fue el encargado de la apertura del curso académico 2013-2014 de ESADE, con la impartición de una magistral conferencia titulada «El problema de la democracia sin ideal». Al publicar el enlace al video de la ponencia, le comenté mi opinión sobre lo que había oído y, entre otros temas que trató, se refirió al concepto de utopía. Dio la casualidad que acababa de leer el libro «Historia de las Utopías» (1922) de Lewis Mumford y le contesté a sus razonadas reservas en cuanto a las utopías. Vine a decirle que es cierto que la mayoría de los utopías son propuestas cerradas, estáticas e incluso, como el caso de la República de Platón, contienen elementos de corte fascistas, tal y como supieron ver autores como Bertrand Russell y R.H. Crossman, pero tienen la innegable ventaja de considerar a la sociedad como un todo y han considerado la interacción entre lugar, trabajo y gente. Las utopías han contribuido al desarrollo de una forma sintética de pensamiento que tiene en cuenta la estrecha y permanente retroalimentación entre Lugar, Trabajo y Gente, o dicho en términos ecológicos, entre Medio Ambiente, Función y Organismo. Por este motivo concluía que el concepto de «eutopía» (buen lugar) es más integrador que el de «ideal» al contener no sólo a la persona, sino también al lugar y al trabajo.
Después de redactar mi respuesta a Javier Gomá, seguí dándole vueltas a la cabeza. Tenía la sensación de que faltaba algo en mi argumentación. En ese instante sentí el impulso de revisar el libro de Patrick Geddes “Ciudades en evolución” y visionar de nuevo alguno de sus curiosos diagramas. Recordé que había encontrado uno bastante interesante por internet y me puse a buscarlo. Es el que reproduzco junto a este comentario. Descubrí gracias a este diagrama que eutopía describe tan sólo un aspecto de una realidad superior, en la que también participaban una eupolítica, una eubiótica y una eutécnica. Pensé que debía haber un término que engloba a estos aspectos de la existencia ideal, de una “vida buena”. Busqué por internet cual era el término con el que se denominaba a la vida en época griega: psique. Por tanto, una vida buena sería una eupsiquia. Volví a mirar el diagrama y me dí cuenta que en el margen izquierda aparecía una palabra: “Poetry eupsychics”, “poesía eupsiquíca”. Geddes y yo habíamos llegado al mismo concepto, cada uno por su lado y con varias decenas de años de diferencia. Acto seguido me puse a buscar en google alguna referencia a la eupsiquia, y mira por donde descubrí que este concepto se le atribuye como creador a Abraham Maslow para referirse a las sociedades ideales y orientadas a la vida.
Es muy curioso que distintas personas, por rutas separadas en el tiempo y en el espacio, lleguen al mismo puerto. Considero que lo interesante de la eupsiquia es que une el pensamiento y el acción, los ideales con su realización, la permanente relación entre lo interno y lo externo. Marca una meta, un propósito, un fin que perseguir, una manera de llevar a la práctica el resultado de las reflexiones teóricas.
Considero a este diagrama de Patrick un mapa fundamental para la transformación del ser humano y de la sociedad. Mi propósito es interpretar este mapa y llegar a encontrar el tesoro intelectual que hace muchas décadas Patrick Geddes escondió y cuyo mapa, por un misterio inexplicable, ha llegado hasta mis manos. Vamos a ello.
Una primera lectura del diagrama permite observar que en él se enfrentan dos órdenes distintos: el paleotécnico y el neotécnico. Sobre el orden paleotécnico decía Geddes que es “el de la disipación de recursos y energía, la depresión de la vida bajo la ley de la máquina y la codicia y la generación de sus resultados específicos: el desempleo y el mal empleo, la enfermedad y la locura, el vicio y la apatía, la indolencia y el crimen”. En el otro extremo se sitúa el orden neotécnico, “caracterizado por la electricidad, la higiene y el arte, por la bella y eficiente planificación urbana y el desarrollo rural asociado a ella y por un correspondiente aumento de la cooperación social y la buena voluntad específica”.
El orden paleotécnico se apoya en dos pilares: Mammon, encarnado en Watts y representando el maquinismo; y Automaton, personalizado en Descartes y encabezando el pensamiento mecanicista. En el primero de estos pilares, la industria empuja en el desarrollo de la ciencia, olvidando el bienestar de los ciudadanos y dando lugar a la ciudad paleotécnica, con sus barrios marginales (slum) en las que malviven miles de personas. El segundo pilar, Automaton, es el que sostiene el pensamiento mecanicista. El mecanicismo se alimenta de las ideas filosóficas de autores, bien conocidos, que aparecen ordenados en dos columnas: una interior y otra exterior. En la interior encontramos a Paley, Diderot, Malthus, y en letras destacadas a Darwin, como aglutinador de esta línea de pensamiento que culmina con la teoría de la lucha por la supervivencia. La otra línea, la exterior y paralela, arranca con Descartes, el padre del pensamiento mecanicista, al que acompañan Hobbes, Hume y Kant. Darwin y Kant. La teoría evolucionista basada en la competencia y la supremacía del más poderoso es la que sustenta, según representa Geddes en este diagrama, al Estado individual. Esta última idea es alimentada por las propuestas de Kant dando lugar al pensamiento de Hegel y su materialismo histórico. Este concepto del estado individual, en definitiva el individualismo, aparece representado por la figura de Rousseau.
El individualismo, tanto personal como político, es el que conforma las teorías políticas del liberalismo, con Bentham; a las que siguen las propuestas revolucionarias de Sieves; el imperialismo de Thiers, Seeley y Mommsen; y la economía financiera que acompaña al pensamiento imperialista.
Entre el mundo de Mammon y el de Automaton se establece un puente, el de la educación, cuyo punto de partida son las propuestas de Lowe, en el lado del maquinismo; y de llegada en los planteamientos educativos de Robert Laurie Morant, responsable del acta educativa conocida como Balfour Act (1902).
En este mismo espacio que queda entre las columnas del maquinismo y el mecanicismo que soportan el orden paleotécnico, surgen dos escenarios vitales. La factoría, unida al la máquina; y la barraca, asociada a la ciudad liberal e individualista. El camino está claro para Geddes. La industria lleva al barraquismo, con parada intermedia para muchos en la prisión. La visión de este círculo infernal despertó las críticas de autores como Thorsein Veblen, los anarquistas y fue el origen de la revolución rusa. La chispa que originó la constatación de las consecuencias del orden paleotécnico produjo un “fuego” que llevó a la crítica de las consecuencias de la industrialización por autores como John Ruskin y William Morris. Para combatir estos males, según recoge el cuadro central del diagrama, se propusieron una serie de panaceas.
En opinión de Patrick Geddes los males relacionados con el orden paleotécnico podían agruparse en tres grandes categorías: físicos y estéticos; orgánicos y psíquicos; y éticos y sociales. Los medios para remediarlos son, en el mismo orden antes expuesto, la incipiente regulación urbanística; los hospitales, la higiene y la eugenesia; y las cárceles acompañadas de los estudios criminológicos. Todos estos remedios son considerados panaceas por Geddes. Desde su punto de vista, el éxito de individual y colectivo reside en la educación neotécnica representa de manera gráfica por su conocida “sección del valle”.
Sin embargo, la consecuencia más transcendental del malestar que produjo las consecuencias de la industrialización fue el inicio del planteamiento del orden neotécnico. El neotecnicismo, como se puede observar en la parte inferior del diagrama, parte de una eutécnica basada en la utilización de la energía eléctrica, que facilitó los descubrimientos de Kelvin y Ferranti. Esta fuente de energía alternativa al sucio carbón permitía, según Geddes, una renovada planificación urbana. Junto a la nueva fuente de energía, el sabio escocés, adelantándose a las actuales posturas ecologistas, proponía la conservación de los recursos naturales que él denomina geotécnica. Bajo este término no solo abarca la conservación de los recursos estrictamente geológicos, sino también de los biológicos y psicológicos. La importancia de los cambios en el pensamiento y la sociología para la instauración del orden eutécnico lleva a Geddes a trazar una columna específica, dentro de la eutécnica, que parte de la psicología social, representada por autores como John Ruskin, John A. Hobson, Ingram o el escrito André Gide. La psicología social debía ser complementada con la labor de los juristas humanos y los psicólogos infantiles. Sobre esta base formularon Papini, Schiller, James, Bergson y Rudolf Eucken sus propuestas estéticas y filosóficas que dieron lugar a una nueva visión de la vida, un eubiótica, que se sostiene sobre las propuestas vitalistas del propio Eucken y de sus continuadores entre los que Geddes destaca a Driesch, Bergson o Lamarck.
La eubiótica, de eminente carácter vitalista, supone un nuevo cálculo de la vida que partiendo de la fórmula expresada en términos de Medio Ambiente (Environment), Función (Function) y Organismo (Organism) (EFO), -en la que el medio ambiente, mediante la función, actúa sobre el organismo-, se completa, de manera recursiva, con la formula OFE, es decir, un Organismo que interviene, mediante la Función, sobre el Medio Ambiente. Esta interacción entre medio ambiente y organismos vivos es continua siguiendo las fases de la vida en un ciclo vital en forma de espiral evolutiva y aparente forma circular: primavera, verano, otoño e invierno; vida y muerte; amanecer y atardecer. El gran aporte de Patrick Geddes fue darse de que este círculo es dinámico y que la forma que adopta es una espiral, la misma espiral de la vida que él estaba acostumbrado a observar en las plantas durante su crecimiento. Una espiral, por otro lado, que nos conduce a lo que Geddes denomina el Reino del Olimpo. El espacio de la totalidad y el cosmos.
La ecuación ambiental EFO-OFE fue puesta por Geddes en interrelación con la formula de Le Play de Lugar (Place), Trabajo (Work) y Gente (Folk) (PWF) como base para el cálculo social. Esta formula fue la base del más desarrollado y completo diagrama de Geddes, la notación de la vida, que ya hemos explicado en detalle con anterioridad. La aplicación de esta formula al cálculo social es la que permite la ascensión hasta el reino del Parnaso donde habitan las nueve Musas. Según explicaba el mismo Geddes en un breve ensayo publicado en la India, los griegos habían llegado a una conclusión similar a la suya sobre el camino que conducía a la eupolítica o ethopolítica, el motor de la vida efectiva que a través de la sinergética nos permite alcanzar una vida lograda. Estos elementos que expresan el culmen de una existencia elevada son los que combinados dibujan la ciudad ideal o eutopía. Una eutopía que se ve complementada con la neotécnica y la biotécnica para dirigirnos directamente a la “poesía eupsiquica”, la vida buena.
Vemos, por tanto, que el orden neotécnico, según el mapa dibujado por Patrick Geddes, de la conservación de nuestros naturales, la utilización de energías menos contaminantes, la comprensión del ser humano en su aspecto social y psicológico, y el desarrollo de una filosofía centrada en la vida, en su sentido y significado trascendente. Partiendo de la vida plantea un renovado cálculo vital en el que el medioambiente condiciona al ser humano y éste, a su vez, lo transforma, iniciándose un proceso en el que ambas realidades interactúan de forma permanente y recursiva. Sus destinos están unidos: evolucionan o se degradan juntos. El papel del ser humano, según resumiría Mumford la propuesta Geddes, sería “algo más que su destino animal de reproducción y supervivencia física: tenía una alto destino, el de remendar los materiales originales de la naturaleza con ayuda de los moldes originales de la misma naturaleza, para crear una expresión más armonizada, más sutilmente afinada, más completamente equilibrada de la personalidad y de la comunidad”. Esta labor es propia de los dioses, lo que explica que Geddes considerara el resultado de este renovado calculo vital llevaría al ser humano al reino del Olimpo.
La traducción en términos sociales de la formula del cálculo vital, siguiendo las ideas de Le Play, es la que llevaría al hombre y a la mujer a alcanzar sus más altos ideales que se localizan en el Reino del Parnaso. Para ello tendrían que utilizar su talismán: el diagrama de la espiral de la vida. Este talismán constituye, en palabras del propio Geddes, “la llave que abriría cada uno de los cuatro mundos –el de afuera y el de adentro, el activo y el pasivo en cada uno-, la vida con sus múltiples aspectos y posibilidades”. Estamos, en definitiva, ante la llave que abre la puerta del reino de la Eupsiquia. Aplicando este diagrama de manera fiel y constante, podemos ver más plenamente el mundo de adentro y el mundo de afuera. Nos permite trabajar mejor, recordar mejor, soñar más deleitablemente, proyectar más activa y diestramente y también poner en ejecución mejor las ideas.
Efectivamente, la espiral de la vida nos permite esto y mucho más. Gracias a su aplicación vemos de manera gráfica el lugar que ocupan en nuestra vida realidades tangibles (el lugar o la gente) o intangibles como nuestros sentidos, experiencias y sentimientos. Situamos en el mapa mental conceptos complejos como los ideales, las ideas, la ciencia, los símbolos o la imaginación. Identificamos barreras imaginarias que son necesarias superar para alcanzar grados superiores de pensamiento y acción. Localizamos el lugar exacto donde sientan, en el reino del Parnaso o la vida plena efectiva, las Musas de las artes más excelsas (teatro, poesía, arte, …).
Podamos trabajar mejor, gracias a este diagrama, porque nos permite tomar conciencia de las limitaciones y potencialidades del lugar en el que vivimos. Nos obliga a investigar las condiciones naturales del sitio en el que vamos a desarrollar nuestra actividad laboral y conocer la idiosincrasia de las gentes con las que convivimos y trabajamos. Permite apreciar que el trabajo, además de indicar nuestra ocupación, nos enriquece con la experiencia y marca nuestra conducta y doctrina de vida. El trabajo, en su dimensión mental, es un proceso de síntesis que atañe a la filosofía y desemboca en la sabiduría y la historia. Ya en el plano de la vida plena efectiva, el trabajo es sinergético. Se dirige a lo logros concretos partiendo de una ethopolítica fuertemente asentada en el supremo ideal del amor.
Recordamos mejor porque el pensamiento está conectado a la acción, y la acción al pensamiento. Tomamos plena conciencia de lo que pensamos y de lo que hacemos, de manera que ambos quedan grabados en el recuerdo y, lo que es más importante, en la ciudad en la que vivimos. Cumplimos, así el juramento de la juventud ateniense que Geddes eligió para el prefacio de su obra más importante: Ciudades en Evolución. Dice así:
“Nunca deshonraremos a ésta, nuestra Ciudad,
Con acto alguno de deshonestidad o cobardía,
ni nunca abandonaremos a nuestros compañeros
que aguantan en las filas.
Combatiremos por los ideales y cosas sagradas
de la Ciudad, a solas y con muchos.
Respetaremos y obecederemos las leyes de
la Ciudad y haremos cuanto éste a nuestro
alcance para suscitar un respeto y una reverencia
iguales en aquellos que están por arriba de
nosotros y que podrían anularlas o
reducirlas a nada.
Nos esforzaremos incesantemente por promover
el sentido de deber cívico en el público.
Así, en todas las formas, transmitiremos, esta
Ciudad, no sólo mejor sino mayor, mejor y más
Hermosa de lo que nos fue transmitida
a nosotros”.
Soñamos mejor porque “la espiral de la vida” ilustra a la perfección que nuestros sueños se nutren de los símbolos que surgen, a su vez, de la combinación de nuestras emociones idealizadas y, sobre todo, de las experiencias sensoriales que nos transmite el lugar en el que vivimos y trabajamos. Desde este punto de vista, aplicando la formula de Le Play, nosotros hacemos el paisaje y el paisaje nos hace a nosotros. Según la belleza y el cuidado que hagamos de los paisajes que nos rodean así será nuestra capacidad imaginativa y artística, y así seremos nosotros.
El sueño imaginario es, igualmente, la materia prima con la que el ser humano da forma a todos sus símbolos y a su vida significativa. Sus frutos son la música, las matemáticas, sus planes, proyectos y diseños, las máquinas, sus expresiones artísticas, los patrones sociales de comportamiento y la cultura de las ciudades.
Subidos al punto más alto de la ciudad en la que nos ha tocado vivir debemos recordar las palabras que Víctor Hugo pronunció desde el Promontorio de los Sueños: “Así pues, soñad, poetas. Soñad, artistas. Soñad, filósofos. Sed soñadores, pensadores”, nos decía el genial escritor francés. Cada uno de nosotros, pensando de manera global e integral y actuando de manera local, -utilizando un slogan que muchos desconocen fue ideado por el propio Geddes-, debemos aspirar a crear un buen entorno para la vida buena (eupsiquia), donde la comunicación, la comunión y la cooperación vuelvan a ser los atributos esenciales de la sociedad humana y la base de sus significados, funciones y valores.
Para que este sueño de la eupsiquia traspase la línea que separa los sueños de la vida efectiva es necesario diseñar planes y proyectos firmemente sustentados en nuestros ideales y nutridos por los resultados de la síntesis científica. El camino que separa los planes de los logros es largo y tortuoso. Requiere, como podemos apreciar en el diagrama de “la espiral de la vida”, que se transmuten en poesía a su paso por el reino de las emociones. Sin ilusión y entusiasmo ningún proyecto prospera. De igual modo, nuestros planes tienen que encajar en una filosofía que otorgue sentido y significado a la vida. Ya en el cuadrante de la vida plena efectiva, nuestros planes y proyectos deben realizarse a través de la ethopolítica, impulsados por la sociedad civil que adquiere su fuerza sinergética del amor, la sabiduría, la educación, la cultura, el arte y el conocimiento histórico. Ésta es la sinergía que nos eleva hasta la política y la vida logradas, marcados por el pulso y el ritmo de la energía del universo cuyo logro no es otro que la eupsiquia o vida buena, no sólo para el ser humano, sino también para la naturaleza. Nuestro logro es convertirnos en cocreadores del Kosmos, en colaboradores activos de la Musa Urania.