“El jardín” es el primer programa de formación que ofrece la Escuela de la Vida “Vivendo Discimus”. Está dirigido a niños y niñas de educación infantil y primaria y tiene como objetivo enseñarles a conectar de manera creativa su mundo de adentro y el mundo de afuera. Nuestro programa está basado en una breve obra de Patrick Geddes titulada “El Mundo de afuera y el mundo de adentro: charlas dominicales con mis hijos”. Geddes la escribió a partir de las notas tomadas por su madre mientras que éste les daba “lecciones de pensamiento”, los domingos. La lección comienza con la explicación de la diferencia entre las actividades de trabajo, juego y lecciones. La explicación de que era un juego no es difícil para un niño. ¿Y el trabajo? Sus hijos contestaron que el trabajo es lo que nosotros hacemos en la casa, el jardín y el cuidado de nuestras mascotas. Aprovechando esta respuesta, Geddes les invita a pensar en su jardín con espacio de juego. Un lugar en el que jugaban a la pelota, corriendo y escondiéndose entre los matorrales y el bosque. Era una actividad simplemente contemplativa que les permitía observar como crecen las plantas y la presencia de insectos y aves. Era el mundo de afuera.
¿Pero que pasaba, les preguntaba Geddes a sus hijos, cuando se iban a dormir y recordaban el jardín? Sí, podían seguir viéndolo. El jardín había entrado en su mundo de adentro. De este modo tan sencillo, los hijos de Geddes entendieron la diferencia entre el mundo de adentro y el de afuera. Pero la cosa no quedaba ahí. ¿Qué otra cosa podemos hacer con el jardín? Les preguntó. Ante la aparente falta de respuesta les dijo: “Pues podemos pensar qué vamos hacer la próxima vez: hacer proyectos y planes”. De esta manera tan sencilla les enseñó a conectar su mundo de adentro y el afuera. Fue entonces cuando le mostró su talismán, el esquema básico de su máquina de pensar, que es también el logotipo de nuestra Escuela de la Vida “Vivendo Discimus”.
Es un simple esquema con dos mitades: el mundo de afuera y el mundo de adentro y, a su vez, dividido en cuatro cuadrantes, resultantes de relacionar la vida interior y exterior de una manera activa o pasiva. El pensamiento simple nos lleva desde el mundo de los hechos al de los recuerdos: el jardín que vemos y donde jugamos, y el que vemos cuando cerramos los ojos. Pero no nos debemos conformar, -explica Geddes a sus hijos-, con ver y recordar. Debemos adentro un paso más en el mundo de adentro para pensar y planear activamente cómo vamos a cambiar transformar nuestro jardín para que el próximo año tengamos uno renovado y mejorado. Aún queda uno paso importante. Debemos poner en ejecución nuestro para volver una vez más al mundo de afuera.
Con esta sencilla “lección de pensamiento”, Geddes les hizo ver a sus hijos la necesidad de vivir y estar activos tanto en el mundo de adentro como en el del afuera. La vida no consiste solo en soñar, sino en estar despiertos y plenamente activos, si queremos hacer alguna vez algo. El camino del pensamiento y acción nos lleva, por tanto, desde el Mundo de los Hechos al Mundo de los Actos, pasando por el no menos real, aunque intangible, mundo interior. Como podrán observar, y así critica Geddes, en la escuela nos quedamos demasiado tiempo en el mundo de los hechos y los recuerdos, adquiridos mediante la memorización, y desatendemos el desarrollo de la capacidad de planificar y proyectar. Todavía es más evidente la falta de costumbre de pasar del mundo de los proyectos al de la acción. Muchos, como comenta Geddes, se quedan rezagados en la mansión de la memoria. Pueden adquirir más y más erudición, pero nunca harán mucho. Esto lo que le sucede a mucha gente culta. Se sienten “paralizados y no pueden hablar ni actuar aunque la ocasión lo reclame”.
La “lección de pensamiento” de Geddes no se detiene en la explicación del uso de su elemental máquina de pensar y actuar. Quiso que sus hijos entendieran que estos sectores no constituye un cuadro fijo, estable y permanente. Más bien debían concebirla como una espiral que se desarrolla y amplia con el paso de los años. Es más parecida a un reloj con una imagen impresa en un papel. La vida, decía Geddes, es como los chicos: no pueden quedarse quieta.
Nuestros alumnos en la Escuela de la Vida “Vivendo discimus” van a contar con su jardín. Allí aprenderán a ver y observar. Trabajarán en su cuidado y mantenimiento. Y les enseñaremos a expresar sus recuerdos en forma de dibujos. Queremos que aprendan a dibujar desde adentro, sin copiar. Según su edad les ayudaremos a que describan su jardín, los sentimientos que le produce. Estos dibujos y escritos, junto a los propios recuerdos que guarden en su memoria, nos servirán para planificar y proyectar las ampliaciones y reformas de su jardín. Tendrán que aprender a distinguir las plantas, a saber cómo se alimentan, cual es su función en el ciclo general de la vida. Adquirirán el habitar de planificar en grupo y trabajarán juntos en su realización.
A partir de la observación, el estudio, la planificación, el cuidado y la plantación de su jardín, conocerán la importancia de la tierra y del agua, y aprenderán a amar y respetarla. Soñar con el jardín y su belleza les hará artista y defensores de la vida. En el futuro serán grandes hombres y mujeres, mientras conserven vivo el recuerdo de su niñez en el jardín. Aquí, en nuestra Escuela de la Vida, y entre las plantas del jardín, empezarán a abrirse paso en al mundo, a pensar y hacerse preguntas sobre la vida y su extraordinario exuberancia y generosidad. De hecho, tal y como nos recordó Mumford, todos somos hijos e hijas de las flores.
El contacto con el jardín servirá para desarrollar la educación de los sentidos y los sentimientos. Sus ojos ampliarán su capacidad de observar; sus oídos se deleitarán con el zumbido de los insectos y el canto de los pájaros; su olfato se enriquecerá con la fragancia de las flores y el olor de la tierra mojada; su tacto con el suave roce de las hojas y los pétalos de las flores; y su gusto con los frutos de los árboles que ellos mismos cultivarán. Todo ello despertará en nuestros alumnos nobles sentimientos de amor y respeto por toda forma de vida. Gracias a la aplicación de nuestra espiral de la vida y la actividad en el jardín observarán más plenamente el mundo de adentro y el mundo de afuera, verán que pueden trabajar mejor, recordar mejor, soñar más deleitablemente, proyectar más activa y diestramente, y también poner en ejecución mejor las ideas.