Como ha quedado acreditado en el bosquejo que hemos hecho de su biografía, Patrick Geddes fue un hombre polifacético: botánico, sociólogo, científico, creador, urbanista, filósofo, poeta, escritor, activista cívico y educador. De todas sus dimensiones intelectuales vamos a centrarnos en su vertiente pedagógica. Geddes, como dijo su discípulo Lewis Mumford, hizo mucho, pero escribió poco. No contamos con ninguna obra específica en la que Geddes expusiera sus ideas sobre la educación. No obstante, el tema de la educación aparece con mucha frecuencia en sus libros y artículos. Su libro más completo y conocido es “ciudades en evolución”. Ya en las primeras páginas de este pionero tratado sobre urbanismo, aparece un apartado dedicado a la educación. Lo título “defectos de la educación actual al retardar el paso de la política abstracta a la ciencia cívica concreta”.
Patrick Geddes comienza su crítica a la educación vigente en su tiempo diciendo que “nuestra educación ha sido en el pasado tan libresca, tan estricta nuestra disciplina de las “tres R” (expresión inglesa que se refiere a la escritura, la lectura y la aritmética: Reading, wRiting y aRithmetic), y casi tan completa nuestra persistencia entre ellas, que nueve de cada diez personas, y a veces hasta más, comprenden la letra impresa mejor que las ilustraciones y las ilustraciones mejor que la realidad”. De este modo, continua diciendo Geddes, “unas cuantas postales bien escogidas producirán más efectos en el espíritu de la gente que la visión directa de su belleza monumental, los colegios e iglesias por un lado, el palacio, el castillo y el coronamiento de la ciudad por el otro. Puesto que nos hemos tornado casi ciegos a la belleza de estas calles y los mejores elementos de su vida y herencia, también nos ha ocurrido lo mismo en cuanto a sus aspectos lamentables”.
Patrick Geddes confiaba en que su propuesta de análisis regional cívico podría contrarrestar esta “ceguera artificial”. Veía con esperanzas las actividades excursionistas emprendidas por los Boy-Scouts, con los que siempre simpatizó. Todo ello le llevaba a aventurar que “la educación, en todos sus niveles, comienza a librarse de esas anteojeras hechas por muchas capas de papel impreso y que durante tanto tiempo tuvimos puestas sobre los ojos”. Liberados de esas anteojeras los niños y jóvenes volverían a recuperar la visión de la naturaleza.
La conclusión de Patrick Geddes después de toda “una vida consagrada en gran parte al estudio de la naturaleza y la educación, es que ambas deben acrecentarse juntas mediante actividades que se desarrollan en contacto con la naturaleza”. Al separar a los alumnos de la naturaleza, decía Geddes, “hemos estado aplastando los gérmenes mismos con nuestra represión de tipo policiaco, tanto en la escuela como fuera de ella, de estos juveniles instintos naturales de auto-educación vital que siempre son armónicos en su impulso y esencia, por torpes y desmañados, o hasta malignos y destructivos que resulten cuando uno se limita a coartarlos, como lo han sido por lo común, y todavía lo son en exceso… Es ante todo por falta de este toque de experiencia rústica de primera mano que hemos forzado la energía juvenil a convertirse en delincuencia juvenil o, peor todavía, la hemos forzado por debajo de tal nivel”. También hace mucho tiempo que Emerson prescribió un bosque como la mejor cura para los desvaríos juveniles. Geddes estaba convencido de que un toque vivo de responsabilidad activa y con otras oportunidades y trabajos vigorosos podría acabarse con la violencia juvenil dentro y fuera de las aulas.
Frente al tradicional sistema de enseñanza, que Geddes tildaba de libresco y debilitante, él vislumbraba que “se va a producir de manera natural la construcción de mejores escuelas, en su mayor parte escuelas al aire libre”. De hecho así fue gracias a su trabajo y esfuerzo. Patrick Geddes, aunque es poco conocido en España, está considerado el padre inspirador de la educación al aire libre (outdoor learning) en el Reino Unido y muchos otros países en los que las escuelas al aire libre son muy habituales. En España se impuso el modelo prusiano y todavía no hemos sido capaces de salir de este sistema que mantiene a nuestros niños y jóvenes encarcelados en frías escuelas e institutos carecen de un mínimo toque de vida. Todo lo contrario de las escuelas que proponía Geddes, “situadas en la márgenes de los espacios verdes de nuestras ciudades”.
Patrick Geddes insistió mucho en la necesidad de que toda la ciudadanía se implicará en el análisis y estudio de sus respectivos territorios. Él puso buena parte de las esperanzas en el desarrollo de los ´”análisis cívicos”, en “el más débil y el menos especialmente preparado hasta ahora”: la escuela primaria. Esta propuesta fue desarrollada por Lewis Mumford en su obra “las transformaciones del hombre”. Mumford, en contraposición al antiguo modelo de exploración que se inició en el siglo XV, apuesta por la “nueva exploración”, tal y como la llamó Benton MacKaye, consistente en “la reunión de todo el saber y los valores existentes para crear un plan de vida completo”. Esa nueva exploración, en palabras de Mumford, “se mueve en un terreno más amplio que el geográfico: pero es importante aplicarla a la tierra. Porque el estudio de las posibilidades de existencia humana, dentro un nuevo modelo ecológico, región por región, es la base necesaria para la recolonización y el recultivo del planeta. Ello significará algo más que un cambio de hábitos y valores: será una expiación moral por cuatro siglos de explotación y profanación inhumanas”.
La nueva exploración de la que hablan Patrick Geddes y Lewis Mumford es, en palabras de este último, “una exploración de profundidad, para escudriñar todos los recursos en potencia de cada región, geológicos, climáticos, vegetativos, zoológicos, históricos, culturales, psicológicos, estéticos, y para determinar sus posibilidades de uso humano continuo y de mejoramiento. El tipo de estudio intensivo del contorno local iniciado por Henry Thoreau debe ahora emprenderse sistemáticamente por todo el planeta; y aunque necesariamente han de emplearse todos los recursos de la ciencia, no es necesario, como lo ha demostrado Patrick Geddes a lo largo del análisis regional, que sea obra de especialistas únicamente: es sobre todo un instrumento de educación que puede reclutar a todos los miembros de la comunidad, así como también a los niños de las escuelas”.
El análisis regional como instrumento educativo ha sido una de las principales aportaciones de Patrick Geddes al mundo de la educación y la pedagogía. Con él Geddes pretendía no sólo un mejor conocimiento del medio natural y cultural local, sino sobre todo contribuir al despertar cívico, al fortalecimiento ciudadano, el esfuerzo constructivo y la renovación social de nuestras ciudades y pueblos. Según Patrick Geddes, “para todos nosotros lo esencial es convertirnos más y más en investigadores, vivificar y racionalizar nuestra propia experiencia, que hasta ese momento es siempre única. Ese conocimiento crecimiento es la verdadera y necesaria preparación para la elevación del campo y la ciudad que es menester alcanzar”.
Esta labor ciudadana de análisis y exploración de nuestro entorno tiene también como objetivo, -además de despertar el interés por el contorno-, el ganar terreno a la apatía, el desaliento y el cinismo demasiado generalizado de la población. De este modo, “el ciudadano en su caminata diaria y en las calles con las que está tan familiarizado podrá gradualmente o súbitamente despertar a una genuina revelación: la del interés por el pasado, el presente y las posibilidades inagotadas de las escenas sociales cotidianas que hay en torno suyo, así como a las de su belleza presente o latente”.
Geddes, como nos recuerdan P. Higgins y R. Nicoll, estaba convencido de que a través de la participación activa en la investigación geográfica y promoviendo una ciudadanía informada podría desarrollarse las herramientas y los conocimientos necesarios para la mejora social. El papel de Geddes fue, según MacLean (2004, p.86), «enseñar a los ciudadanos a ver por sí mismos, a aprender por sí mismos y a actuar por propia iniciativa» y su aproximación favorita para hacerlo fue partiendo del «análisis regional», basado en la observación y la investigación. Por esta idea Geddes es considerado un precursor de los estudios previos en el campo de los estudios sociales y la planificación urbanística.
Comentaba Patrick Geddes que el que quiera ser un autor de obras que perduren, por no hablar de un artista en su labor, debe conocer verdaderamente la su ciudad, haber entrado en su alma y amarla. Lo mismo que vale para un escritor o artista lo es para el resto de los ciudadanos. Es necesario que todos conozcamos en profundidad nuestro medio natural, nuestra historia y la idiosincrasia de las personas que han habitado en el pasado y habitan en el presente nuestros respectivos pueblos y ciudades. La personalidad que reside en la naturaleza que nos rodea y en las calles por las que paseamos se encuentra dormida. Nuestra tarea como educadores en despertarla. Y sólo pueden hacer esto quienes están verdaderamente enamorados y familiarizados con los temas locales y regionales, con ese amor, como decía Geddes, “en que una gran intuición complementa el conocimiento y provoca su propia expresión más plena e intensa, para convocar las posibilidades latentes, pero no menos vitales, que se abren ante él”. Nosotros estamos convencidos de que el medio natural y cultural tienen un papel importante que representar en la reconstrucción de nuestros paisajes, en la reeducación de nuestras mentes y en la renovación general de la vida. Creer en esta posibilidad es creer en la capacidad creativa del ser humano. Al final y al cabo toda ciudad no es otra cosa que la expresión del alma y del estado de ánimo de sus gentes. Si elevamos este ánimo y nos elevamos nosotros mismos hacia niveles superiores de entendimiento y espiritualidad, nuestra generación desempeñará un papel relevante en la gran epopeya de la humanidad.
La concepción fundamental del análisis y la ciencia cívica consiste en saber “que las instituciones y los edificios no son impuestos desde arriba ni construidos desde afuera, sino que se levantan desde dentro. Los tipos esenciales de vida social se desarrollan como expresiones normales y necesarias de sus ideales particulares; los sueños de cada época y cada uno de sus tipos sociales crean así sus realidades características”. Estos sueños dependen del conocimiento que tengamos de nuestro entorno, de nuestra capacidad sensitiva y emotiva adquirida en la escuela y de las experiencias acumuladas en nuestra infancia y juventud. Precisamente, hablando de experiencias, Patrick Geddes ha sido encuadrado en la que se conoce como educación experiencial.
La relación de Geddes con la educación experiencial es evidente si nos atenemos a su propio lema que era “Vivendo Discimus” (aprendemos viviendo). Geddes consideraba que solo pensando las cosas a medida que se las vive, y viviendo las cosas a medida que se las piensa, puede decirse de un hombre y de una sociedad que piensan y viven de verdad. La interacción de pensamiento y acción, de ideal y de hecho, son importantes para el ser humano, ya sea como trabajador, ciudadano o pensador. Sin este constante tejer entre la vida interior y la exterior, entre el mundo de adentro y el de afuera, entre el pensamiento y la acción, no podremos superar la crisis multidimensional que afecta al conjunto de la humanidad.
Geddes contemplaba la educación en y a través de la acción. Como comentan P.Higgins y R. Nicoll, la vida y los trabajos de Geddes resuena con una confianza en las habilidad de los seres humanos para abrazar nuevos conocimientos y experiencias, para aprender de éstas, y entonces informar y conducir a otras a partir del ejemplo y el aprendizaje. Él no entiendo la enseñanza como un fin en sí mismo, sino que a través del aprendizaje/educación puede y tal vez ocurra la transformación social. Una idea en clara contraposición a la predominante educación abstracta.
En la última conferencia que pronunció Patrick Geddes en la Universidad de Dundee, titulada “un botánico contempla el mundo”, dedicó la parte final de su alocución a hablar de su visión sobre la educación. Antes de esto dibujó en la pizarra su diagrama de la espiral de la vida y dijo a los presentes:
“Dejen que el alma se evada del control puramente externo y autoritario de la administración y encuentre su impulso rector adentro. Lo importante no es tanto controlar y administrar cosas o seres humanos como inspirar, despertar la juventud para que lleve a cabo sus aspiraciones de una vida en su máxima perfección, de una vida más abundante”. Esta aspiración estaba y está bastante lejos de lo que se enseña en nuestras escuelas y universidades que, según Geddes, “están más interesadas en la muerte que en la vida; y así su cuadrante psicológico (el de las obras en el diagrama de la espiral de la vida) oscila entre mecanismos y fantasmas”.
Frente a la concepción inerte, analítica y especializada de la concepción educativa alemana, Patrick Geddes anteponía “el punto de vista sintético y vital”. El método pedagógico de Geddes es, ante todo, entusiasta y vitalista. Animado por este espíritu se dirigió con rebosante alegría a los presentes en su conferencia para decirles:
“la maravilla de las estrellas, la maravilla de la piedra y la chispa, la maravilla de la piedra y la chispa, la maravilla de la vida y de la gente: he aquí la sustancia de la astronomía y la física, de la biología y las ciencias sociales. A esto se debe el lugar fundamental del estudio de la naturaleza. Apreciar las puestas de sol y los amaneceres, la luna y las estrellas, las maravillas de los vientos, las nubes y la lluvia, la belleza de los bosques, la luna y los campos: he aquí los principios de las ciencias naturales”.
Continuó su entusiasta arenga diciendo: ¡pongan al niño a observar la naturaleza, no con lecciones rotuladas y codificadas sino con sus propios tesoros y fiestas de belleza, como son sus piedras, minerales, cristales, peces y mariposas vivas, flores silvestres, frutas y semillas! Pero, por encima de todo, anima a poner a los niños y niñas en contacto con “las plantas cultivadas y los animales bondadosamente domésticos, que domesticaron y civilizaron al ser humano en el pasado y que ahora nuevamente hay que volver para que lo civilicen y le den paz”. De este principio surgieron las Granjas Escuelas que tienen casi todas las ciudades y pueblos.
Las negativas consecuencias del enclaustramiento de nuestros niños y jóvenes en escuelas aisladas de la naturaleza ya fueron diagnosticadas por Patrick Geddes: “todos nosotros, los adultos, hemos sido más o menos hambreados y mutilados; en las escuelas hasta se nos convirtió artificialmente en retardados por falta de las observaciones en la naturaleza y no se despertó nuestra inteligencia con la labor y los juegos de la naturaleza”. Esta ausencia de la naturaleza en escuelas y colegios, “con sus verbalismo y su papelerío”, ha implicado también, en opinión de Geddes, “inanición moral, de donde muy a menudo surgen perversiones de toda especie, o cuando mucho esa parálisis de los “buenos modales”, cuyo verdadero significado es la máxima inhibición posible –a decir verdad, el fingir estar muerto-, ¡que son un fruto tan señalado de “la mejor educación posible” y por tanto a menudo el deleite del padre, el pedagogo, el “snob” y el imbécil en Gran Bretaña! “.
Patrick Geddes decía que todos los alumnos tendrían que tener su parcela en el jardín de la escuela y su banco en el taller de artesanía. Y es que en nuestras escuelas, antes de comenzar la formación de nuestros hijos por las tres R, (Reading, wRiting, aRithmetic), es decir, la lectura, la escritura y la aritmética, tendrían que hacerlo por las tres M (Madre, Mano y Mente), -pues en ese orden se desarrolla el ser humano-, y las tres H (Heart, Hand y Head), Corazón (sentimientos y emociones), Mano (aprender haciendo) y Cabeza (“libros” o aprendizaje intelectual). De este modo, las excursiones deberían ser una actividad habitual. Es necesario darles a todos los niños y jóvenes la perspectiva del arte, que comienza con el arte de ver; y luego sigue con lo de ver el arte, e incluso con lo de crearlo.
En este punto de su conferencia, Patrick Geddes se refiero a la educación de los sentidos propugnada por María Montessori, de la que la gente, dice Geddes, “se ríe”, mientras que él fue un firme defensor en el Reino Unido. Geddes apostaba por ir incluso más lejos aún, uniendo los sentidos con la ética y el pensamiento. “el ojo es ante todo importante para la vida intelectual (¿Ves?)”. Contemplar, reflexionar, observar son las acciones que nos conduce al pensamiento, a la conformación de ideas, ideales e imágenes y, desde allí, a la realización y la creación tangible e intangible. “El oído es importante para la exhortación emocional”. De ahí que el disfrute del silencio y de la música sean claves en el método de enseñanza promulgado por Geddes. “El olfato está profundamente vinculado con la memoria y el gusto con el buen gusto, y así con el carácter, y el tacto con el realismo y la simpatía”. Relacionado también con la música está el sentido muscular y éste con las matemáticas. “Nuestro sentido de la orientación está vinculado a la moral y el carácter”. No andamos descaminados cuando calificamos el carácter como “firme” y “bien equilibrado”, desorientado y desequilibrado. Precisamente para conseguir un reforzamiento del carácter es necesario que nuestros alumnos realicen actividades de orientación en la naturaleza. Los sentidos, como vemos, están vinculados a nuestras ideas, personalidad y facultades. Educarlos es vital para alcanzar el ideal de vida que perseguimos.
Patrick Geddes se refirió, de igual modo, a la educación emocional que implica “la re-religión y esto la re-política, cuyo mejor comienzo está en la ciencia cívica”. Por su parte, la educación intelectual implica “la educación general y sensorial, imaginativa y artística”. Ambas convergen y se armonizan. De modo que la ética y la política se unen así en eto-política, la cual, pese a todos los desalientos, reveses y numerosos casos de corrupción es siempre la política venidera. Biología y psicología se une igualmente para conformar la bio-psicología y psico-biología, haciendo gala del aquel viejo lema “mens sana in corpore sano” de Juvenal.
El esfuerzo de Patrick Geddes por integrar las distintas disciplinas de una manera sintética fue notable. Comentaba que “debemos dejar de pensar meramente en términos de departamentos y facultades independientes, y debemos correlacionarlos en el espíritu vivo, como también en la vida social…y aquí por encima de todo, a decir verdad”. Hablando en términos metafóricos, concluyó su conferencia diciendo: “más allá de las manzanas atrayentes, pero peligrosas de las ciencias peligrosas, el Árbol de la Vida aparece así a la vista”.