Estamos en las puertas de una nueva fase del desarrollo humano. Durante buena de la parte de la historia de la humanidad, hemos dedicado nuestro tiempo a satisfacer, a duras penas, las necesidades básicas del ser humano. Esta situación aún perdura en algunos países, pero en otros, disponemos de suficiente tiempo para dedicarlo a las necesidades superiores y a las actividades que yo que ellas se relacionan: el arte, la poesía, la religión, la filosofía, la ciencia…Ya no necesitamos dedicar tantas horas al trabajo y es posible integrarlo en una vida más rica y significativa. El mismo trabajo puede convertirse ahora en un proceso educativo y hacer de él un vehículo de modelaje de una personalidad que aprecie el amor, el compañerismo, la vida familiar y la ciudadanía. En definitiva, disponemos de más tiempo de ocio. Este ocio hace que la escuela (Schola) sea posible.
Esto no quiere decir simplemente que nuestra vida estará dedicada a la educación, como anticipaba Mumford en “Las transformaciones del hombre”, significa más bien que la educación constituirá la tarea principal de la vida. Los procesos de infundir valor y significado a la vida no se detendrán en la escuela formal, continuarán de manera continua a lo largo de toda nuestra existencia. Nuestro concepto educativo enlaza con la visión que los antiguos griegos tenían de la educación, la paideia. Tal y como la describe Mumford, a partir del estudio de Werner Jaeger, la paideia “es la educación mirada como una transformación de la personalidad humana que dura toda la vida, y en la cual todos los aspectos de ella desempeñan un papel. A diferencia de la educación en el sentido tradicional, la paideia no se limita a procesos de aprendizaje consciente, ni a iniciar a los jóvenes en la herencia social de la comunidad. La paideia es más bien la tarea de dar forma al acto mismo de vivir, tratando toda ocasión de la vida como un medio para hacerse a sí mismo, y como parte de un proceso más amplio de conversión de hechos en valores, procesos en finalidades, esperanzas y planes en consumaciones y realizaciones. La paideia no es únicamente un aprendizaje: es un hacer y un formar, y la obra de arte perseguida por la paideia es el hombre mismo”.
La paidea nos enseña que el desarrollo personal y la autotransformación no pueden delegarse. La tarea que nos corresponde a cada uno de nosotros es el autoexamen, la autoeducación y el autocontrol. Los que fracasen en este punto serán incapaces de contribuir a las transformaciones políticas, sociales y económicas que tanta falta nos están haciendo. No obstante, para que este proceso de autodesarrollo se convierta en el eje de nuestra vida, necesitamos transformar de manera radical la educación que reciben nuestros hijos en la familia, en la escuela y en su entorno social. Como ya dijimos en la presentación de este proyecto, nuestro modelo educativo, siguiendo los planteamientos de Patrick Geddes, se basa en las tres M (Madre, Mano y Mente), -pues en ese orden se desarrolla el ser humano-, y las tres H (Heart, Hand y Head), Corazón (sentimientos y emociones), Mano (aprender haciendo) y Cabeza (“libros” o aprendizaje intelectual).