Decía Goethe que la principal escuela de la vida es la propia naturaleza. Mi hijo y yo, observando nuestro semillero, hemos aprendido juntos que no todos crecemos y nos desarrollamos al mismo tiempo y de la misma forma. Todas las semillas fueron plantadas la misma tarde, en la misma tierra y las hemos cuidado con el mismo cariño, pero están germinando cada una en distintos días y de distinta manera. La más madrugadora alcanza ya cuatro centímetros y la última en asomarse aún se está estirazando con la hojas llenas de tierra. Así somos también las personas, unas crecen rápido, otras despacio y muchas no llegan a germinar nunca. No nos referimos al aspecto físico, sino al espiritual. Hace apenas unos minutos ha regresado Proserpina del inframundo trayéndonos la primavera. Que su luz permita la pronta eclosión de tantos espíritus rezagados a los que la vida les espera para disfrutar de su continua fiesta y alegría.
Archivos para marzo 2014
LECCIÓN DE UNA SEMILLA
La germinación de una semilla nos aporta valiosas lecciones sobre la vida y la actividad creativa del ser humano. La primera es la paciencia. Las ideas necesitan tiempo para que maduren y se transformen en proyectos y planes concretos. Además exigen, como las semillas, unas óptimas condiciones internas y externas. Reclaman la Luz del conocimiento y requieren ser regadas con abundantes experiencias sensoriales y sentimentales. El abono que las hace crecer son nuestros ideales políticos, sociales y económicos. En estas condiciones florecen la ethopolítica, la cultura y el arte.
La vida está continuamente surgiendo a nuestro alrededor sin que le prestemos demasiada atención. Sin embargo, lo que nos resulta gratificante, estimulante y emocionante es participar como agente activo en la conservación y potenciación de la vida, aunque sea con un gesto tan sencillo y humilde como plantar una semilla y verla germinar. Desde que emerge se convierte en algo nuestro que amamos y nos sentimos comprometidos con su cuidado.
Estos primeros brotes en el semillero que hemos creado mi hijo y yo emergen al mismo tiempo que este ilusionante proyecto de la Escuela de la Vida «Vivendo Discimus».
UN DÍA Y UNA VIDA COMO UN AÑO
Nuestra vida, con su primavera, verano, otoño e invierno, no es otra cosa que un año ampliado a varias décadas. En orden inverso, lo mismo sucede con nuestros días: son con un año reducido a varias horas. Por la mañana, cuando sale el sol, nosotros volvemos de nuevo a la vida consciente, a la primavera. Es el momento creativo del día, cuando nuestras ideas brotan con más fuerza. A mediodía el sol calienta, llega el verano. Ponemos en marcha nuestros planes y proyectos en el trabajo. Por la tarde, en el momento en el que el sol comienza su declive, llega el otoño del día, su periodo de madurez. Es tiempo para reencontrarnos con la naturaleza, disfrutar de la compañía de nuestros familiares y amigos; y dedicarnos a la realización y formulación de nuestros ideales sociales, económicos y políticos con nuestra implicación en los asuntos cívicos. Por fin llega la noche. Volvemos a nuestros hogares, a nuestro claustro particular, para meditar, reflexionar y escuchar nuestra voz interior. Justo antes de quedarnos dormidos, vivimos nuestra segunda vida, rememorando todo lo que lo hemos hecho a los largos de la jornada. Dejamos sembradas aquellas ideas que al día siguiente germinarán gracias a la luz de un nuevo día.
No he sido el único que ha percibido esta curiosa relación entre los días y el ciclo anual de las estaciones. Antes que yo, poetas como William Blake, en sus famosos “Proverbios del Infierno”, nos decía: “piensa por la mañana, Actúa al mediodía, Come al atardecer, Duerme de noche”. Sabio consejo que no deberíamos olvidar.
MEDIOS PARA LLEGAR AL AUTOCONOCIMIENTO
En otras ocasiones me he hecho eco de la exhortación de Mumford para que dediquemos una parte significativa de nuestro tiempo al autoexamen y al autoconocimiento. Mumford no fue muy explícito en cuando a los medios para alcanzar estos fines. Su buen amigo Waldo Frank fue bastante más claro y nos dejo por escrito, en su obra “América Hispana”, un breve decálogo de los medios para llegar al conocimiento propio:
1.- La contemplación y la meditación en horas de soledad y por medio de una técnica psicológica personal.
2.- La dedicación a las artes por el placer personal o comunal, pero sin la desviación intencionada de sus formas y sustancias hacia propósitos sociales.
3.- El estudio del pasado –la historia, la arqueología, la filología, etc.., sin el afán de querer probar un programa contemporáneo.
4.- La purificación y la honda sumersión del yo por el ejercicio de su actitud mística.
«Medite al atardecer, mirando las estrellas y acariciando a su perro, es un remedio infalible. «, Ralph Waldo Emerson.