En los últimos meses han confluido una serie de casualidades que me ha animado a dar el paso de crear esta página web. Sin encontrar una explicación racional me he sentido animado a releer algunos libros de pensadores que tiene un especial significado para mí, como son Patrick Geddes y su discípulo, además de continuador de su obra, Lewis Mumford. Del primero, de Patrick Geddes, tengo en la pared pegados, -justo encima de la pantalla del ordenador que me sirve para escribir estas líneas-, dos de sus diagramas. Uno de ellos representa lo que el llamó “la máquina de pensar” o la notación de la vida (http://larenovaciondelavida.blogspot.com.es/2013/03/la-notacion-de-la-vida.html) . Representa el tramo básico de la espiral de la vida (http://larenovaciondelavida.blogspot.com.es/2013/12/la-espiral-de-la-vida.html). En el segundo describe los dos órdenes que pugnan en el mundo, el paleotécnico y el neotécnico, o dicho de otra manera, la cosmovisión mecánica y la orgánica (http://larenovaciondelavida.blogspot.com.es/2013/11/eupsiquia-o-arte-de-la-vida-buena.html) . Tres columnas sostienen el orden neotécnico: la eupolítica, la eubiotica y la eutotécnica. Esta última, por el peso que soporta, reposa sobre dos fustes. Justo en la parte superior de uno de estos pilares figura un nombre, el de Rudolf Christoph Eucken.
Me interesé por la obra de Rudolf Eucken, premio Nobel de literatura en 1908, y me hice con un libro recopilatorio de sus mejores obras: “Los grandes pensadores”, “La vida: su valor y su significación”, “El hombre y el mundo” y “Recuerdos de mi vida”. Mientras lo leía yo avanzaba en un programa de desarrollo directivo impartido en la Escuela de Negocios del Mediterráneo de Ceuta. Reflexiona sobre lo que allí me explicaban y maduraba la idea de crear mi propio proyecto empresarial. No entendía que se eligiera como casos a comentar la evolución de empresas depredadores como Walmart. El ritmo de trabajo que nos imponía aumentaba cada día y apenas me dejaba tiempo para la reflexión, la lectura y la escritura. Luego entendí que no era algo casual. Ya Rudolf Eucken, en su obra autobiográfica “Recuerdos de mi vida”, había apreciado que en Estados Unidos, -donde surgen las primeras escuelas de negocio y radican las más importantes (Harvard, etc…)-, “la excesiva preocupación de los negocios era un obstáculo para la ilustración de los hombres”. Eran sus mujeres quienes tenían un vivo interés por los problemas de la vida y del destino humano.
Entonces recordé que esta misma navidad había adquirido un libro de otro autor que había suscitado mi curiosidad, Darío Botero Uribe. Su título era “vitalismo cósmico”. Al regresar a casa después de una intensa jornada lectiva, abrí el libro, busqué en el índice y encontré lo que buscaba: “las escuelas de vida…..223”. Fui a la página indicada para saber en qué consistía esta escuela vital. Su objetivo principal es defender y potenciar la vida, a partir “del conocimiento del orden de la vida en el cosmos, en la biología y en la transnaturaleza; el establecimiento de los límites del intercambio intenso de la civilización con la naturaleza” y la instauración de un orden social justo. A partir de estos objetivos y conocimientos, dice Botero, “comprendemos que la vida no sólo se defiende con argumentos, sino viviéndola, disfrutándola y de la sensualidad, además de una reflexión sobre la vida natural y la vida histórica del hombre”. Cerré el libro y pensé: ¿Por qué en vez de crear Escuelas de Negocios fundáramos Escuelas de Vida? ¿Por qué no se puede enseñar a vivir? ¿Por qué en vez de emprender, enseñar el marketing como guerra, conquistar mercados, capturar clientes, enseñamos a cultivar, gozar, crear y disfrutar de la vida?
Mi vida en los últimos años parece un cúmulo de casualidades. El descubrimiento del pensamiento de Lewis Mumford, el nacimientos de mis hijos, la feliz convivencia como mi mujer, la lectura de tantos y tantos libros, los artículos en la prensa, mi actividad como activista ambiental y política, la creación de mi blog, las amistades hechas en Facebook, que me han aportado ideas y sentimientos importantes, el curso en la escuela de negocios, el diagrama de Geddes, la lectura de las obras de Eucken y Botero…Cuando todo parecía fruto de la causalidad, vuelvo mi mirada de nuevo al diagrama de Geddes y encuentro otro nombre, Schiller. Busco información sobre él y encuentro la siguiente frase suya: “No existe la casualidad, y lo que se nos presenta como azar surge de las fuentes más profundas”. Estoy recibiendo continuos mensajes de estas fuentes profundas que animan a impulsar este proyecto de crear una Escuela de la Vida. No me siento sólo. Noto la presencia de todos los pensadores que dedicaron su vida a la construcción de un mundo espiritual en el reino de los hombres, en la lucha por un alma y por dotar de sentido y significado a nuestra vida. Me gustaría que me acompañaras en este camino.