Ceuta, 29 de mayo de 2017.
El sábado por la tarde recibí una llamada de mi querido amigo Jotono Gutiérrez. Hacía tiempo que no hablamos ni nos veíamos para pasear por el Hacho, ya sea de día o de noche. Le comenté que en los últimos días había visitado el arroyo de Calamocarro y que todo este espacio natural estaba precioso. Deseaba adentrarme lo más posible en el cauce del arroyo y, al ser posible, llegar hasta su nacimiento.
Jotono es un buen conocedor del arroyo. Lleva visitando este lugar desde que era niño. No hace mucho me propuso recorrer el arroyo justo después de las últimas lluvias junto a mi hermano Jesús, pero aquel día no pude escaparme. Pero esta semana tengo las mañanas libres, así que acordamos Jotono y yo que el lunes o el martes exploraríamos juntos la parte alta del arroyo. Dado que hoy era un día que a los dos nos venía bien, quedé con Jotono a las 9:15 h para recogerlo con el coche y dirigirnos a Calamocarro. En el trayecto entre mi casa y la Plaza Vieja, que era nuestro punto de encuentro, pude comprobar que hacía un día magnífico. Desde lo alto del Recinto la vista de la bahía sur resultaba espectacular. Sentía esa extraña sensación que experimenté dos días atrás en la cala del Amor de notar que un abismo se abría delante de mí sin que ello me causara el más mínimo miedo.
Una vez que recogí a Jotono nos dirigimos a Benzú para desayunar. Nos recibió el Atlante dormido con su cuerpo parcialmente cubierto de nubes. Después de tomarnos un buen té moruno deshacíamos el camino para dejar el coche en las cercanías de la entrada al arroyo. Poco a poco fuimos adentrándonos en el cauce disfrutando de la belleza de las flores y de las mariposas. Algún de otro reptiles tomaban los primeros rayos de sol sobre las piedras arrastradas por la corriente. No vimos ninguna culebra en el agua, pero sí numerosos renacuajos y las evidentes huellas del paso de los jabalíes por la zona. Cuando quisimos darnos cuenta estábamos en los pies del chopo centenario. Desde allí hasta la presa existente en el arroyo apenas distaban unos metros.
Seguimos avanzando hasta llegar a un grupo de robles americanos que debieron ser plantados durante la época en la que estuvo activa la Huerta Serrano.
A corta distancia hallamos una de las estaciones de control que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir tiene instalada en el cauce del arroyo de Calamocarro. Este pivote verde marca el punto accesible de este cauce natural ceutí. Pero nosotros nos queríamos darnos por vencidos. Exploramos la zona y dimos con una estrecha senda que nos permitió vadear el arroyo por su ribera oriental.
Superado este primer escollo llegamos a una zona relativamente abierta en la que paramos para beber del mismo arroyo. El agua bajaba transparente, fresca y limpia, y su sabor era delicioso. Es una experiencia muy gratificante beber de un arroyo sirviéndote de tus propias manos. Una vez refrescados por dentro y por fuera seguimos nuestro camino…
Una vez más nos encontramos con una espesura impracticable, pero no nos dimos por vencido. Jotono iba delante abriendo la senda.
Dimos con una par de muros de presa de indudable antigüedad por su factura. El más adentrado en el arroyo es de una gran belleza, con una hermosa poza a pies.
A partir de este punto el cauce del arroyo se hacía muy profundo. Con gran dificultad lo vadeamos por un estrecho camino de cabras que se deshacía a nuestros pasos. Íbamos ganando altura. Desde este parte del arroyo las vistas resultaban espectaculares. Al volver la vista hacia el cauce nos topamos con una cortina de vegetación y cuando la descorrimos nos encontramos una sorpresa inesperada. Nos quedamos sin palabras.
Teníamos delante una impresionante cascada de más siete metros de altura por el que caía el agua formando una bellísima fuente. Era justo como yo había imaginado que sería la fuente de la eterna juventud que las crónicas clásicas y medievales ubicaban en esta parte de Ceuta. Sin poder articular palabras por la emoción que nos embargaba nos acercamos a la fuente. Bebimos de ella para beneficiarnos de su poder y nos despojamos de las camisetas para bañarnos bajo la cascada.
Estábamos inmensamente felices. Nos abrazamos y nos hicimos unas fotos para inmortalizar este momento. Ambos sabíamos en este mismo instante que este hallazgo inesperado no los olvidaríamos nunca. Son de este tipo de experiencias que quedan grabadas a fuego en la memoria. Nos abrazamos y reímos. La emoción era incontenible, como la misma agua que caía desde lo más de la cascada. La inmortalidad que promete esta fuente no es de tipo físico. La eterna Juventud sólo está al alcance de quienes han logrado despertar sus sentidos físicos y sutiles. Estos últimos son los que te permiten reconocer el carácter sagrado, mágico y mítico de lugares como el que Jotono y yo hemos descubierto. Estoy seguro que este sitio lo conocen otras personas, pero es poco probable que hayan visto en esta fuente lo que nosotros hemos captado en esta visita. Como escribió en su diario Henry David Thoreau, “un hombre no ha visto una cosa si no la ha sentido…No hay belleza en el cielo, sino en el ojo que lo ve”.
Llega un momento en nuestras vidas que lo días nos parecen todos iguales, y así sería de desdichada nuestra existencia, si no fuera por la facultad de la imaginación. Somos nosotros, con nuestra mirada, con nuestras emociones y sentimientos más profundos, con nuestro pensamiento y nuestra imaginación lo que hacemos a los lugares sagrados y mágicos. Para Jotono y para mí este lugar es, sin lugar a dudas, la perdida fuente de la eterna juventud. El espíritu de Ceuta está contenido en este inaccesible sitio.
Con el firme propósito de volver a la fuente en cuanto tengamos una nueva oportunidad, iniciamos el camino de vuelta. Siguiendo las veredas abiertas por los animales conseguimos llegar a una de las pistas forestales de García Aldave. En nuestro recorrido de regreso al coche pasamos por las torres medievales de Regulares y la fuente de la Higuera.
En esta fuente rellenamos nuestras botellas y descendimos por las veredas hasta finalizar nuestra aventura.
F. Parrado dice
Hace años hacia este recorrido cada domingo con mis hijos y recuerdo que había un gran castaño . Tu narración ha sido perfecta . Gracias por compartir .
admin dice
Muchas gracias a ti por tu comentario, amigo. Queda un grupo de ocho enormes y vetustos castaños en la subida hacia la fuente de la Higuera. Son unos árboles de cuatrocientos años.
Maribel dice
Me ha encantado este paseo, esa Fuente de la Juventud un hallazgo maravilloso y me alegro de que lo disfrutaras tanto, no es para menos, las fotos preciosas. Si el hacho es mágico, este monte de García Aldave creo que también guarda muchos misterios.
Un saludo
admin dice
El hallazgo de esta juventud ha resultado ser un momento inolvidable. Aunque resulte difícil de creer, aún queda mucho por descubrir en Ceuta. Nuestra ciudad es mágica, sagrada y mítica. Un saludo,