Decía Goethe que la principal escuela de la vida es la propia naturaleza. Mi hijo y yo, observando nuestro semillero, hemos aprendido juntos que no todos crecemos y nos desarrollamos al mismo tiempo y de la misma forma. Todas las semillas fueron plantadas la misma tarde, en la misma tierra y las hemos cuidado con el mismo cariño, pero están germinando cada una en distintos días y de distinta manera. La más madrugadora alcanza ya cuatro centímetros y la última en asomarse aún se está estirazando con la hojas llenas de tierra. Así somos también las personas, unas crecen rápido, otras despacio y muchas no llegan a germinar nunca. No nos referimos al aspecto físico, sino al espiritual. Hace apenas unos minutos ha regresado Proserpina del inframundo trayéndonos la primavera. Que su luz permita la pronta eclosión de tantos espíritus rezagados a los que la vida les espera para disfrutar de su continua fiesta y alegría.
Deja un comentario