Ceuta, 2 de septiembre de 2014
Hace tres días regresé a Ceuta después de un largo periodo de estancia en Armilla, lugar de nacimiento de mi mujer y de residencia de mi familia política. Han sido casi dos meses distintos a mi rutina habitual. El primer mes lo he dedicado principalmente a la lectura. Los numerosos libros que han pasado por mis manos me han ayudado a centrar mi pensamiento y acción futura en torno a los ideales superiores de la bondad, la verdad y la belleza. El libro “El Poder curativo de la naturaleza” me ha animado a salir de cierto enclaustramiento, nunca mejor dicho, ya que han sido demasiados días estancado en el cuadrante de la vida interior plena, representando por el Claustro, según Patrick Geddes. Mi cuerpo y mi mente me pedían retomar el contacto directo con la naturaleza. Este reencuentro lo he hecho en casi diarias caminatas por los senderos abiertos en la Vega de Granada. Por estos caminos he tocado la grisácea, limosa y nutritiva tierra de la Vega granadina. He observado los cultivos predominantes en esta época del año, como son el maíz y el tabaco. También, aunque más minoritario, es fácil dar con huertos privados dedicados a la autoconsumo.
El agua es un elemento fundamental en estas milenarias tierras de cultivo. Es increíble la cantidad de agua que circula con estos fértiles terrenos agrícolas. La acequia Tarramonta canaliza un caudal constante de agua procedente del río Genil. Al pie de esta acequia he disfrutado de agradables momentos de reflexión, relajación y meditación. Recuerdo con especial emoción aquella tarde en la que poca antes del ocaso un nutrido grupo de golondrinas volaban a mi alrededor mientras cantaban alegremente al sol que se escondía arrastrado por el carro de Apolo.
Los paseos por la Vega me han permitido tomar conciencia de la crisis de la cultura agrícola en nuestro país. El monocultivo con maíz transgénico y tabaco pone en evidencia que la agricultura actual está más enfocada al negocio que a la autoproducción local. No obstante, he tenido la suerte de conocer algunas interesantes iniciativas que me hace albergar cierta esperanza en el cambio de cosmovisión vital a la que muchos aspiramos. Una de estas propuestas la conocí por casualidad. Me dirigía hacia la Vega cuando vi colgado en una valla un cartel que anunciaba una empresa dedicada al alquiler y apadrinamiento de huertos familiares ecológicos en el término municipal de Churriana de la Vega. Este proyecto despertó mi interés y decidí contactar con su promotor, José Luis Salamanca Maroto, “Gui”. Cuando visité “La Huerta de Gui” estaba atendiendo a una pajera de clientes que habían ido a adquirir verduras y hortalizas frescas. Una a una fueron eligiendo las piezas que deseaban llevarse a su casa. Un placer que pocos pueden disfrutar en nuestro mecanizado mundo.
Gui me fue explicando la génesis de su proyecto y su evolución. El despido después de veinticuatro años trabajando como realizador en una televisión local le animó a hacer realidad un sueño que hasta entonces había reservado para cuando alcanzara la edad de jubilación. Armado de valor y entusiasmo, y contando con el apoyo de su mujer Mariluz, su hijo, sus suegros, su hermano y amigos a través del crowdfunding, y el apoyo económico de la ONCE, junto al dinero acumulado del paro, dio el paso definitivo para hacer de un marjal familiar el huerto de sus sueños. En poco más de un año ha conseguido hacer su sueño realidad. A día de hoy cuenta con una docena de bancales apadrinados y con una hermosa huerta en la que produce verduras y hortalizas que son vendidas en tiendas especializadas de Granada y por internet a clientes repartidos por toda España y puede que pronto en el extranjero.
A primera hora del día siguiente volví a la huerta de Gui para mantener una extensa charla. Tanto Gui como yo pronto nos percatamos de que teníamos inquietudes vitales e intelectuales similares. Yo le hablé de este proyecto de la Escuela de Vida “Vivendo Discimus” (Vivimos Aprendiendo), que incluye un jardín y un huerto como el que ha creado él con sus manos y con mucha ilusión. El dialogo que mantuvimos también me sirvió para conocer algunos detalles interesantes de la técnicas de cultivos y de las necesidades para hacer viable un proyecto de esta índole.
Gui no fue la única persona que he conocido en este periodo estival. Silvia y yo tuvimos la oportunidad de conocer al pensador Enrique Mariscal, autor del libro “Manual de Jardinería Humana”. Fuimos los únicos que acudimos al encuentro con este autor organizado por la librería Agapea de Granada. Esto nos permitió dialogar de manera extensa con este escritor cargado de sabiduría, bondad y creatividad inspiradora.
En mis paseos por la Vega de Granada entré en contacto con lugareños que, como Rogelio, madrugan a diario para atender su pequeño huerto en el que cultivan tomates, melones, sandias, habichuelas, berenjenas, etc…La conversación bajo una frondosa higuera fue muy interesante. Rogelio me explicó cómo la Vega está asediada por la especulación urbanística y los monocultivos transgénicos.
Mis recorridos por la Vega han activado mis aletargados sentidos. Me ha encantado pasear acompañado por el alegre sonido de los pájaros y el constante fluir del agua en las acequias; alimentar mi mirada con el verdor de los campos cultivados y forzarla con la contemplación de bellos amaneceres y atardeceres; absorber el intenso olor de los pinos al comienzo del camino y de los imponentes olmos que daban sombra en la acequia de Tarramonta; sentir el frescor en la piel que desprendían las hojas de maíz y tabaco.
Mi interés por el conocimiento de estas tierras ha aumentado al mismo tiempo que las recorría, como también lo ha hecho el sentimiento de aprecio por este lugar y sus gentes. La comentada activación de mis sentidos, el interés por el conocimiento de la Vega y el sentimiento de afecto por ella dan la razón a Patrick Geddes sobre la necesidad de que todos hagamos el esfuerzo de acercarnos a los lugares en los que vivimos o visitamos de manera ocasional, como ha sido mi caso, con la curiosidad de un científico, el cariño de un amante y la visión estética de un artista. Todo este cúmulo de experiencias sensoriales, sentimentales y estéticas enriquecen nuestra vida interior, reforzando nuestros ideales, renovando nuestras ideas y activando nuestra capacidad de diseñar nuevos planes y proyectos.
El contacto directo con la naturaleza es el mejor medio para convencernos de que, como decía Fukuoka, “la verdadera belleza, la verdadera verdad y la verdadera bondad sólo existe en la naturaleza”. No obstante, esta naturaleza no es un ente abstracto ni aislado, sino el escenario en el que se representa el drama humano. Se trata de un escenario en constante reforma por el ser humano, el resto de seres humanos y las inagotables fuerzas de la propia naturaleza y el cosmos.
La vida es siempre un drama con un subyacente halo heroico o trágico según el guión que escribimos basándonos en nuestros ideales, ideas y planes. En la representación de este drama todos tenemos un papel que desempeñar. Una vida pasiva tanto en el mundo de afuera como en el de adentro es una existencia carente de sentido, significado y sustancialidad. La gran utilidad de la vida es, como dijo Mumford, dedicarla a algo que dure más que ella. Un vida buena (eupsiquia) solo es posible teniendo siempre presente la consecución de las virtudes supremas de la bondad, la verdad y la belleza. Esta última, la belleza, tiene un marcado carácter personal, ya que depende nuestra capacidad creativa e imaginativa. Por su parte, la búsqueda de la verdad, que nos conduce a la cultura, tiene también un componente personal de esfuerzo en la síntesis del conocimiento. En la bondad es donde lo colectivo adquiere un mayor peso. Sobre una base ética común emerge una moral que difiere en cada cultura o civilización. Por este motivo debemos construir una eupolítica partiendo de unos mínimos principios éticos basados, a su vez, en una concepción integrada del amor.
El constante cuestionamiento ético al que estamos obligados todos los seres humanos debe llevarnos a preguntarnos, ante cualquier nuevo invento, organización o propuesta política y económica, si éstas se han concebido con amor y va a perseguir fines de amor. Para nuestro futuro desarrollado, como sentenció Mumford, “no necesitamos poder alguno excepto el dirigido por el amor hacia formas de belleza y verdad. Únicamente cuando el amor se ponga a la cabeza de la tierra, y la vida sobre ella, volverán a ser seguras. Y no lo serán hasta entonces”.
Sólo se ama aquello que se conoce, por lo que resulta fundamental que cada uno de nosotros, ya seamos niños o adultos, nos preocupemos por conocer de primer mano el lugar en el que vivimos de manera permanente u ocasional, como yo he hecho durante esta larga estancia en Armilla, tiempo que me ha servido para acercarme a la cultura agraria de la Vega de Granada.
Enrique Mariscal dice
Qué hermoso encuentro en Granada…! Desde Buenos Aires reciban mis felicitaciones por la nota. Nos mantenemos en contacto.
Es probable que en el 2015, entre mayo y agosto ,visite nuevamente España.
Sería magnífico que nos encontremos con mucha más gente para recordar, una vez más, que en la semilla está el bosque. Por favor : Escriban a la editorial Urano y a Agapea al respecto.
Desde Buenos Aires, con admiración, Enrique Mariscal.
admin dice
Buenos días, Enrique:
Acabo de leer tu comentario. No lo había leído hasta ahora, por ese motivo que te había contestado antes. Tanto Silvia como yo guardamos un magnífico recuerdo de nuestro encuentro en Granada. Pasamos unas horas deliciosas en tu compañía. Nos encantaría repetir la experiencia. Avísanos cuando vuelvas por España para concertar una cita, y ojalá fuese de nuevo en Granada. Descuida. Escribiré a la editorial Urano y a Agapea para que gestionen una nueva gira tuya por nuestro país. Recibe un cordial y afectuoso saludo, José Manuel Pérez Rivera
Enrique Mariscal dice
Nos mantenemos en contacto. Que el amor guíee nuestros pasos. Felicidades, Enrique Mariscal.