No deja de sorprenderme la lucidez y clarividencia de Lewis Mumford. En uno de sus últimos libros, “El Pentágono del Poder”, -escrito en 1970, cuando Mumford había cumplido setenta y cinco años-, introdujo un capítulo premonitorio de lo que está sucediendo en nuestros días. Se titula “El ojo que todo lo ve” y dice así: “En la teología egipcia, el órgano más singular del dios Sol, Ra, era el ojo: porque el Ojo de Ra tenía una existencia independiente y desempeña un papel rector en todas las actividades cósmicas y humanas. El ordenador hace las veces de ojo del dios Sol restaurado, es decir, del ojo de la megamáquina, que sirve de “ojo privado” o detective, así como de omnipotente ojo ejecutivo, el que impone una sumisión absoluta a sus órdenes, porque ningún secreto puede ocultársele, ni ninguna desobediencia puede salir impune”.
Cuando todavía Internet no era ni siquiera un proyecto, comentó “Teóricamente en la actualidad, y en la práctica dentro de muy poco tiempo, Dios –o sea, el Ordenador- podrá encontrar, alcanzar y dirigirse al instante, mediante la voz y la imagen, a través de sus sacerdotes, a cualquier individuo del planeta: ejercerá un control sobre todos los detalles de la vida diaria del súbdito, manteniendo un fichero que incluya el lugar y fecha de su nacimiento; su historial de estudios al completo; un resumen de sus enfermedades y trastornos mentales, en caso de que se hayan tratado; su nómina, sus préstamos y sus facturas del seguro; sus impuestos y sus rentas; y, por último, la disponibilidad de los órganos que puedan extraérsele quirúrgicamente justo antes del momento de su defunción”.
¿A qué nos conducirá todo esto? Mumford lo tenía claro: “Al final, ninguna acción, ninguna conversación y, posiblemente, con el tiempo ningún sueño escaparía al ojo insomne e implacable de esta deidad: todas las expresiones de la vida serían procesadas en el ordenador y puestas a disposición de su ubicuo sistema de control. Ello significaría no solo una invasión de la privacidad, sino la destrucción total de la autonomía: la disolución de hecho del alma humana”.
El complejo sistema de espionaje masivo organizado por varios países occidentales (EE.UU, Canadá, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda) ha sido bautizado con el nombre de “Los Cinco Ojos”. Realmente es un solo ojo, el del dios cibernético que ha ocupado el cerebro de la megamáquina. “¿Quién, como se preguntaba Mumford, osa burlarse de potencias de tal magnitud? ¿Quién puede escapar de la supervisión implacable e incansable de este sumo dirigente? ¿Qué escondite tan remoto puede ofrecer refugio al disidente?”.
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