Nuestros monumentos, museos, universidades, archivos y bibliotecas expresan y contienen la gracia y la sabiduría de generaciones, hechas inmutables como la piedra, para preservar todos las experiencias sensitivas, emotivas, intelectuales y estéticas. Esto es, en definitiva, la cultura: lo mejor hecho permanente para albergar y contener lo de todos los días. Sin estas permanentes referencias culturales nos convertiríamos en esclavos de nuestras pulsiones instintivas, lo que llevaría a devorarnos unos a otros sin piedad.
Los países y las ciudades donde florece la cultura son aquella en las que los ciudadanos siguen y admiran a sus mejores hombres y mujeres, ya sea en el campo de la ética, la razón o el arte. Es por tanto preciso que tengamos que aprender a dejarnos orientar por nuestros mejores hombres y mujeres, y no por los mejores charlatanes, aduladores y mentirosos. Si hacemos esto construiremos estructuras permanentes para alcanzar el cuadrante superior de la vida plena y efectiva. La otra opción es seguir consumiendo telebasura y tomar con referentes a personajes como Belén Esteban, Paquirrín o Kiko Matamoros.
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