Ceuta, jueves, 13 de agosto de 2020.
Estos últimos días he estado releyendo la obra “Cuerpo espiritual y Tierra Celeste” de Henry Corbin. La relectura de este magnífico trabajo sobre la tierra celeste situada en “la confluencia de los dos mares” me ha permitido profundizar en un tema que me atrae de manera especial: la geografía sagrada. Deseo con toda mi alma visitar la tierra mística de Hurqalya y, gracias a la obra citada, empiezo a entender que estoy más cerca de ella de lo que pensaba.
Yo entré en la tierra celeste a través de la Fuente de la Vida ubicada en el centro psico-cósmico. Allí encontré la imagen de Sophia aeterna, que es el alma del mundo o, dicho de otra forma, el ángel femenino que es el mundo imaginal o intermedio. Ella ha encontrado alojamiento en mi templo interior y, gracias a este hecho, he avanzado en la transfiguración de los paisajes de Ceuta en una Tierra Celeste. El reflejo de la tierra de Hurqalya se ha posado sobre la geografía ceutí para que pueda recuperar su consideración de lugar mítico y sagrado.
Con mis percepciones, mis experiencias místicas, mis sentimientos, emociones, pensamientos, sueños y profundas aspiraciones voy expandiendo mi cuerpo de luz al que se asocian sentidos capaces de percibir el Malakut que yo mismo he ido creando con mi imaginación activa, mis actos, mi comportamiento y mi amor. Esta Ceuta celestial es la morada de Sophia que espera la reconstrucción del templo exterior para su regreso. En mi Ceuta imaginal ya está presente y me acompaña, pero hace falta que su luz ilumine el corazón de los ceutíes parea este lugar se resacralice.
En mi caso, tal y como comentó el Suhrawardi (siglo XII), “las realidades suprasensibles se me presentan en forma de líneas de escrituras”, inspiradas por la naturaleza ceutí y los paisajes del Estrecho de Gibraltar, y también me aparecen en sueños. Según H.Corbin, “las hierofanias tienen lugar en el alma, no en las cosas, y el acontecimiento del alma es el que sitúa, califica y sacraliza el espacio en el que es imaginado”.
En el centro psico-cósmico, según la tradición mazdeista, se encuentra la montaña de Hukairya, “que está a la altura de las estrellas y desde donde se precipita el caudal de las aguas celestes y desde donde se precipita el caudal de las aguas celestes de Ardvi Sura Anahita, la elevada soberana, la Inmaculada, caudal que posee un Xvarnah (luz celestial) tan grande como todo el resto de las aguas que discurren sobre la tierra. Allí es donde se sitúa la morada terrenal de la diosa de las aguas celestes. Entonces aparece con la fuente paradisiaca del Agua de la Vida. En esta fuente o en sus orillas crecen las plantas y los árboles maravillosos y, sobre todo, el Haoma blanco (el árbol Gaokarena): el que come su fruto se vuelve inmortal”.
Esta montaña, en la traslación a la geografía ceutí, correspondería al Monte del Renegado o la Tortuga, de cuya vertiente occidental nace el arroyo de San José por el que discurren “las aguas celestes” que desembocan en la fuente del agua de la vida (fuente de la vida) custodiada por al-Khidr.
Otra montaña situada en “el centro del mundo” es la de las Auroras (Ushidarena). Esta montaña es iluminada por los fuegos de la aurora. “Sus rayos iluminan también la inteligencia. La aurora resplandeciente es el puente Chinvat que debe atravesar el alma en la aurora siguiente a la tercera noche después de la muerte”. Allí se encontrará con Daena, su yo celeste, que mostrará su verdadera faz esculpida por los actos y comportamientos durante la existencia terrenal.
Pienso que la montaña de las Auroras (Ushidarena) es el Monte Hacho. El puente de Chinvat, desde mi punto de vista, es otra manera de denominar al “Axis Mundi”, por el que entran y salen las almas.
Entre las dos montañas localizamos “el centro del mundo” en el que fue enterrada la imagen de Sophia aeterna.
Es en esta geografía imaginal que he descrito de manera muy breve transcurren los acontecimientos del alma. Sin este marco geográfico, “ya no tienen lugar, no se producen”. Siguiendo esta idea, la imagen que percibo de Ceuta representa la imagen de mi propia alma. Mi hábitat surge del intento de encajar y modelar una iconografía ideal en mi propia tierra natal. Para lograr la transfiguración de los paisajes de Ceuta me sirvo de la Luz de Gloria (Xvarnah) que mi alma proyecta. Esta energía de luz sacra procede de Sofia/Fatima al-Zahra y es capaz de “hacer brotar el agua, germinar las plantas, desplazarse las nubes, nacer a los humanos, además aporta inteligencia y confiere una gran fuerza sobrenatural”. En palabras de H.Corbin, “como esplendor terrenal de la divinidad, el Xvarnah imaginado (Luz de Gloria) por el alma transfigura la tierra en una Tierra celeste, paisaje glorioso símbolo del paisaje paradisíaco del más allá”.
Me corresponde “luchar por la transfiguración de la tierra, por la expulsión de las Potencias demoniacas fuera de la creación de Ohrmazd”. Gracias a mi particular visión de Ceuta la transformó y todos sus elementos geográficos y naturales se convierten en símbolos que inician su restitución como un paraíso terrenal. El éxito de mi vida depende de mi capacidad de esta restitución paradisiaca vinculada al crecimiento de mi cuerpo sutil de luz. Nada esto es posible si no asumo que soy hijo de Sophia eterna. Ella es la que me aporta la visión trascendente de Ceuta. Mi labor es una permanente invocación a Sophia. Me dirijo a ella como “la señora de la morada. Esta morada, según nos indica H.Corbin “es el templo de Sofia o, más bien, es la misma Sofía como templo y como morada”. Sofía representa “el pensamiento perfecto, el pensamiento de quietud y de dulzura, la imaginación meditadora y la meditación deliciosa”. Cuando se practica este pensamiento de sabiduría hacemos existir a Sophia en nuestro interior. El pensamiento perfecto, que es la imaginación activa de la Tierra Celeste, “no es pues una fantasía, es una potencia capaz de tomar cuerpo y de vivificar”.
Pertenezco a las criaturas de luz que luchan contra las potencias demoniacas mediante la luz de conocimiento salvadora (gnosis). Al igual que hizo Suhrawardi (s.XII) en su Persia natal, yo pretendo resucitar la sabiduría perdida y la consideración sagrada de Ceuta. Aspiro a ser un “urafá” (gnóstico místico), además de un guardián del templo y un caballero espiritual. Los gnósticos místicos “ven las cosas en Hurqalya”, que consiste en ver al hombre y su mundo esencialmente en dirección vertical. Se trata de un ascenso “al polo celeste, al norte cósmico, la “roca esmeralda” en la cima de la montaña cósmica de Qaf, allí donde comienza el mundo de Hurqalya”. La estrella polar se sitúa justo encima de la cima del Monte Hacho, promontorio mítico por cuyas entrañas discurre la savia verde.
En la misma dirección encontramos el paraíso de Yima, que es la morada de los “hombres invisibles” en la que reina el profeta al-Khidr.
En la tiera de Hurqalya se encuentra dos ciudades de esmeralda: Yabarsa, en Occidente; y Yabalqa, en Oriente. A estas dos se une una tercera ciudad, Hurqalya, que da nombre al conjunto de toda esta región mística. Estas ciudades, nos dice el historiador Tabari (s.IX), “se encuentran a continuación de las montañas de Qaf. Sus dimensiones, al igual que las de Jerusalén celeste, expresan una cuaternidad, símbolo de la perfección y la totalidad. Cada una de ellas tiene una superficie de doce mil parasangas de lado. Sus habitantes no conocen la existencia de nuestro Adán ni la de Iblis, el antagonista. Se alimentan exclusivamente de vegetales; no necesitan vestirse, ya que, sin llegar a ser ángeles, su fidelidad a Dios los hace semejantes a los Ángeles. Como entre ellos no hay diferenciación de sexo, no desean posteridad. Además, toda su luz procede de la montaña de Qaf y, al mismo tiempo, los minerales de su suelo y las murallas de sus ciudades crean su propia luz.
En la montaña de Qaf no hay ni sol, no luna, ni estrellas, por lo que se deduce que está situada en la Novena Esfera. Hasta la cima de la montaña de Qaf llega el puente de Chinvat que atraviesa el alma en el amanecer del tercer día después de la muerte para alcanzar la morada de las luces infinitas.
La montaña de Qaf marca el límite entre dos mundos, el visible y el invisible para los sentidos. Para penetrar en las ciudades que albergar el más allá, “el peregrino místico debe haber superado las evidencias físicas y las normas ordinarias, debe haberse enfrentado a las pruebas que simbolizan el largo camino de las tinieblas a través de las distancias que le separan de la tierra de las ciudades de Esmeralda”. Para tener la fuerza necesaria para tan penosa prueba debe dirigirse previamente a la fuente del agua de la vida y beber de ella, tal y como se describe en el relato de Hayy Ibn Yayzan de Avicena o en la búsqueda de Alejandro Magno de la fuente de la inmortalidad.
Las dos ciudades de esmeralda, tal y como hemos señalado con anterioridad, son Yabalqa y Yabarsa. Sams al-Din Muhammad Lahiyi dice “que Yabalqa es una ciudad inmensa, situada en Oriente, mientras que Yabarsa, es una ciudad igualmente grande y espaciosa, situada en Occidente, en el lado opuesto a Yabalqa”. Esta última, “contiene todas las formas imaginales del universo, y debe ser necesariamente una ciudad inmensa. Yabarsa, en la parte occidental es el intermundo a donde van los espíritus cuando abandonan el mundo de existencial terrenal. En él se encuentran también las Formas imaginales de todas las obras realizadas, de todos los comportamientos morales y acciones, buenas y malas…La estructura de Yabalqa es más sutil y más pura que la estructura de Yabarsa, al estar en función de las obras realizadas y de los comportamientos morales realizados en el mundo de la existencia terrenal, está en gran parte constituida por formas y figuras tenebrosas”.
Como vemos Yabalqa y Yabarsa, aún perteneciendo ambas a la tierra de Hurqalya, son de naturaleza distinta. Yabalqa precede a la esfera de la existencia terrenal y, por tanto, forma parte de la serie descendente del ser, mientras que Yabarsa sigue a la existencia terrenal por lo que forma parte de los niveles ascendentes. Ambas ciudades forman, de este modo, un ciclo “en el que no podemos pensar que el punto final se una al punto inicial si no es a través de un movimiento circular completo”. Esta imagen circular es la que identifiqué en el Estrecho de Gibraltar, en la confluencia de los mares, en mi obra “El Espíritu de Ceuta”. Ceuta está situada el extremo de Occidente, razón por la que se encuentra vinculada a la ciudad de esmeralda de Yabarsa. Podríamos pensar que se trata de un lugar de muerte, cuando lo cierto es que estamos en una tierra de resurrección. Esto explica que en el oeste se sitúe el paraíso terrenal, ya sea el “Paraíso de Occidente” en el budismo de la Tierra Pura, el doble jardín cubierto de verdor del que habla el Corán (55:64) o el Jardín de las Hespérides.
Dijimos también en el libro “El Espíritu de Ceuta” que este lugar es una puerta a la eternidad. A través de la montaña de Qaf (el Monte Hacho) podemos acceder a la tierra de Yurqalya y visitar las ciudades de esmeralda. No obstante, conviene saber que el acceso a ambas ciudades es distinto. A los iniciados se les permite entrar con más facilidad a la ciudad de Yabalqa y así pueden conocer acontecimientos futuros en el mundo, pero son pocos los que han visitado Yabarsa y tienen “el poder para descubrir dónde están los que han abandonado este mundo”.
Los que han conocido la tierra de Hurqalya dicen de ella que “contiene todas las formas imaginales de los seres individuales y de las cosas corporales que existen en el mundo visible”. Este es el lugar real, explica H.Corbin, de todos los acontecimientos psico-espirituales (visiones, órganos de los sentidos, acciones taumatúrgicas en contradicción con las leyes físicas del espacio y el tiempo, epopeyas místicas, los actos de los rituales de iniciación, los acontecimientos de la resurrección, oraciones dialógicas, sueños, teofanías, epifanías, hierofanías, etc….). Estos acontecimientos se consideran simplemente imaginaciones, es decir, irreales, si no aferramos al dilema relacional que no deja más elección que entre los términos de dualismo superficial, “materia o espíritu”, que corresponde a otro falso dilema: “historia” o “mito”.
Algunos fieles llegan a ser aptos para ver con sus propios ojos alguna entidad espiritual o una de esas Formas que adoptan los ángeles cuando se hacen visibles a la percepción sensible. Este mundo intermedio sólo es accesible a la imaginación activa, que es a la vez la instauradora de su propio universo y transmutadora de los datos sensibles en símbolos. A través de esta transmutación se efectúa una resurrección de los cuerpos materiales en cuerpos sutiles o espirituales.
La tierra de Hurqalya solo es visible por los ojos del alma. “Ver las cosas en Hurqalya es verlas en tanto que acontecimientos del alma y no como constituidas en realidades materiales autónomas dotadas de un significado alejado e independiente del alma, tal y como nuestra ciencia positiva las constituye y “objetiva”. Se trata en definitiva de una manera de meditar la tierra y de transfigurar la tierra a través de esta meditación.
Es en esta misma tierra que pisamos donde debemos convertirnos en habitantes de la tierra de Hurqalya, en hurqalyavi. El hurqalyavi “debe tener aptitud y ser iniciado para ver las cosas y los seres, los procesos y los acontecimientos en Hurqalya. El órgano de esta visión es la imaginación activa, que es la única que penetra en el reino intermedio, se hace visible a sí misma la invisible de lo visible. Es pues la quinta essentia todas las energías vivas, corporales y psíquicas”.
En la tierra de Hurqalya, explicó Qutb al-Din Mahmud Sirazi, “hay distintos niveles diferenciados por la sutileza o la densidad. Los individuos que habitan cada nivel son infinitos, a pesar de que los distintos niveles sean en sí mismos finitos. En cada uno de los niveles existen especies análogas a la que existen en nuestro mundo, pero son infinitos. Algunos están habitados por un pueblo de ángeles y de humanos elegidos. Otros están habitados por un pueblo de ángeles y de genios y otros están poblados de demonios. Solamente Dios conoce el número de niveles y lo que contienen. El peregrino que se eleva de un nivel a otro superior descubre en cada nivel superior un estado sutil, una belleza más fascinante, una espiritualidad más intensa, un deleite más desbordante”.
Por su parte, Ibn Arabi comentaba que “en esa tierra hay jardines, paraísos, animales, minerales, cuyo número solo Dios puede conocer. Ahora bien, todo lo que se encuentra en esta tierra, absolutamente todo, está vivo y habla, tiene una vida similar a la de cualquier ser vivo, dotado de pensamiento y de palabra. Dotados de vida y de palabra, esos seres ofrecen un paralelismo con los que se encuentran aquí abajo, con la diferencia de que en esa tierra celeste las cosas son permanentes, imperecederas, inmutables; su universo no muere. Esto es así porque esa tierra no acoge a ninguno de nuestros cuerpos físicos hechos de arcilla humana perecedera; tiene como exigencia peculiar el no admitir más que cuerpos cuya cualidad debe ser homogénea con su propio universo y no con su cuerpo material. Abandonan su habitáculo de carne sobre nuestra tierra terrenal y se inmaterializan.
Sobre esta tierra existen formas y figuras de una raza maravillosa, de un carácter extraordinario. Velan en las entradas de las avenidas que dominan este mundo en el que estamos, Cielo y Tierra, paraíso e infierno. Cuando uno de nosotros busca el camino de acceso a esa tierra, la de los Iniciados, de la categoría que sea, hombres o genios, ángeles o habitantes del paraíso, la primera condición que tienen que cumplir es la práctica de la gnosis mística y el abandono fuera del cuerpo material. Entonces encuentran estas formas que se alzan y velan en las entradas de las avenidas, donde Dios las colocó especialmente para este fin. Una de ellas se dirige al recién llegado, cubre su cuerpo con un vestido adecuado a su rango espiritual, lo coge de la mano, pasea con él por esta tierra y la disfrutan según su deseo”.
Debemos entender, tal y como explicó el gran Sarkar Aga, que “no se trata de “volar” y de llegar a algún lugar del Cielo. Eso tampoco quiere decir que sea necesario el exitus físico de la muerte para abandonar este mundo terrenal elemental, objeto de las percepciones de nuestros sentidos, y alcanzar este otro mundo. No, se trata de morir en espíritu, de una muerte voluntaria. Se trata de llegar allí (a la tierra de Hurqalya) permaneciendo en este mismo mundo. Esto lo consiguen aquellos cuyos ojos se abren a este otro mundo”.
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