Ceuta, 2 de abril de 2020.
Pienso que los que sobrevivan a la pandemia del COVID-19 valorarán mucho más el milagro de la vida consciente y reflexiva que representamos los humanos. El amor sigue vivo en nuestros corazones, pero no tenemos la oportunidad de expresarlo a las personas que queremos y no tenemos a nuestro lado, como nuestros padres, hijos, hermanos y amigos más queridos. Este sentimiento se está concentrando y espera el momento de poder manifestarlo. Esperamos ese momento con una mezcla de ansiedad y esperanza. Queremos decir aquello que por pudor muchas veces nos callamos ¡Qué difícil resulta decir un sencillo te quiero o darle las gracias a las personas que te han traído al mundo o han contribuido desde el cariño o la amistad a ser la persona que eres! Un torrente de emociones se encuentra ahora contenido por la distancia y el miedo a perder a aquellos que más queremos, e incluso a nuestra propia vida. Necesitamos expresar lo que sentimos, pues la emoción no manifestada desborda la presa más elevada. Los párpados no pueden contener las lágrimas y el pecho se encoge al mismo tiempo que se ensancha el alma.
Nos aferramos a la esperanza como un náufrago a una tabla que flota en el mar en una tormenta cerrada. En el fondo de nuestro corazón sabemos que muchas luces abandonan este mundo para el iluminar el reino de los muertos. Nada será igual tras el coronavirus. Confío en que los que sobrevivan aprecien la fuerza del amor, la belleza de la naturaleza y la magia del cosmos.
Hay muchas cosas por decir que no hemos dicho, muchas experiencias por vivir que el ajetreo cotidiano nos ha impedido disfrutar. Hay muchas emociones que sentir que la timidez ha guardado en el desván del olvido. Ahí aguardan su oportunidad de ser reencontradas y mostrarlas a los demás ¿Habremos aprendido de esta crisis vital que no hay mayor don que la vida que nos ha sido concedida? El alma busca su camino entre tanta pesadumbre para recordarnos que la vida es un camino cuya meta es la eternidad. Avanzamos por esta senda animados por los destellos de una luz intermitente que nos aporta sabiduría y vitalidad ¡Qué debería hacer si no escribir cuando esto es lo que me aporta felicidad! Soy yo el que se muestra en cada frase que plasmo en mi libreta y ninguna vergüenza me impide compartirlas con aquellos que forman parte de mi círculo de familiares y amigos.
Dejo que el cauce de mi inspiración discurra con libertad sin cortarlo de manera artificial ni acelerarlo sin más. A veces las aguas se agitan y otras vuelven a la calma, como ahora ocurre tras un momento de exaltación emotiva. Necesito dejar que el caudal de mis emociones contenidas encuentre un canal de expresión.
Las aguas interiores vuelven a ser mansas. En ellas se reflejan las mágicas luces de la luna llena. Regresa a mí la serenidad…y descanso.
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