Algunas cosas buenas está teniendo la crisis multidimensional en la que llevamos inmersos desde hace más de un lustro. Una de ellas es que está saliendo a relucir toda la corrupción que había infectado a los más elevados componentes del complejo del poder. Todo el mundo sabía que la corrupción había gangrenado el cuerpo social de nuestro país, pero como el dinero fluía y llegaba a amplias capas de la sociedad española nadie le prestó demasiado interés. Ha hecho falta que el sistema se derrumbe para tomar conciencia de que los pilares de nuestra económica estaban completamente podridos. Con el esfuerzo de todos hemos inyectado enormes sumas de dinero para apuntalar nuestro sistema financiero y bancario. Mientras que la estructura financiera de España se desmoronaba por una pésima gestión de las cajas de ahorros controladas por partidos políticos, sindicatos y la patronal, hemos conocido que los ínclitos consejeros de estas entidades bancarias, de carácter público, andaban por ahí tirando de tarjetas para pagar sus viajes, comilonas y juergas. Una desvergüenza absoluta.
Todo parece indicar que el sistema se está purgando antes de volver a las andadas. Sospecho que fenómenos como Podemos o los escándalos con las tarjetas black forman parte de una estrategia de gatopardismo muy estudiada y perfectamente puesta en escena. Cambiarán los protagonistas, pero mucho me temo que la obra representada será la misma y el guión seguirá siendo escrito por los de siempre.
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