Estamos viviendo un intenso momento de cambio. Los viejos ideales que han movido al mundo hasta la fecha, el poder y el dinero, están agotados. La era de la expansión ilimitada está llegando a su fin. Un nuevo tiempo está comenzando. El tiempo del equilibrio. Tres son las grandes líneas de trabajo que tenemos que afrontar para facilitar la emergencia de la conciencia integral: la renovación, la reeducación y la reconstrucción. La primera, la reeducación, tiene como protagonista al individuo. Es necesario, como primer paso hacia el Mundo Nuevo, la remodelación de nuestras mentes. En segundo lugar, estamos llamados a una renovación de la vida social que pasa por el rejuvenecimiento de nuestros corazones, el fortalecimiento de nuestros principios éticos y la participación activa en la vida social de nuestra ciudad. Y por último, la reconstrucción de nuestros pueblos y ciudades, vigorizando nuestras manos. Aunque resulta prioritario abordar nuestra reeducación, debemos conducir la renovación y la reconstrucción de manera sincronizada.
La reeducación es un proceso personal que implica el autoconocimiento, el autodesarrollo y la autoeducación. No podemos delegar en nadie esta labor, como tampoco podemos hacerlo con los asuntos cívicos. El primer paso para salir del desorden actual, como apuntaba Mumford en las conclusiones de su “Historia de las Utopías”, es desprender de ciertos mitos perniciosos como el del Estado plenipotenciario. Todo a día de hoy está tecnoburocraticamente controlado y dirigido por el Estado en sus múltiples formas. Escapar de sus dictados y control es cada día más difícil. Todo va bien mientras que te comportes de manera dócil y complaciente con las órdenes provenientes de la megamáquina. En cuanto te sales un poco del guión preestablecido, aunque sea mínimamente, comienzan los problemas y los ataques por los ejecutores a cargo del complejo del poder. No hay piedad para el disconforme y el disidente.
El mito de la megamáquina tecnoburocrática hay que sustituirlo por uno alternativo, el mito de la vida; y una cosmovisión igualmente alternativa, la cosmovisión orgánica. Los mitos, como comentaba Mumford, siempre van a existir. De lo que se trata es de cambiar un mito contrario a la vida por uno que promueva la vida. Un modelo que no proceda de las máquinas, sino de los organismos vivos y de los complejos orgánicos. En este consiste el proceso de reconstrucción a las que nos referíamos con anterioridad. Si al buscar un equilibrio humano queremos empezar por proporcionar un contorno equilibrio tendremos, según anunciaba Mumford, “que emprender demoliciones por todos lados a fin de restituir, en un siglo más o menos, algunos de los ingredientes naturales fundamentales para una vida humana pleno y rica”. La vida, representada por los huertos, jardines y árboles, sustituirá al cemento que hoy día domina el espacio urbano.
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