No hace mucho terminé un master en dirección de empresa. Este curso me ha permitido conocer desde dentro la vida de los negocios, pero lo que no imaginaba era que iba a aprender tanto sobre el negocio de la vida. Durante estos meses he aprendido de contabilidad, sistemas de información, marketing, ventas, finanza o ética empresarial, pero sobre todo he aprendido mucho de mí mismo y de la condición humana, tanto en los aspectos positivos como negativos. Me he llevado grandes alegrías y enormes decepciones. Han salido a relucir mis virtudes y mis defectos. Me ha servido para darme cuenta que no es tan importante triunfar en la vida de los negocios como en el negocio de la vida. Un negocio que, según John Ruskin, consiste, primero, en “conocerse a sí mismo y el estado en que se encuentran las cosas con las que tiene que convivir. Segundo, en ser feliz en sí mismo y en el estado actual existente de las cosas. Y tercero, en enmendarse a sí mismo y al estado actual de las cosas, en cuanto pueda ser corregido y enmendado”. Sin embargo, como nos recordaba Ruskin, estas sencillas reglas que comprende el verdadero negocio de la vida, la hemos sustituido, primero, “por desconocerse completamente a sí mismo y desconocer el estado actual de las cosas. Segundo, ser miserables en sí mismas y en el estado actual de las cosas. Y tercero, no preocuparse de sí mismas ni del existente estado de las cosas, por lo menos en lo que se refiere a la corrección”.
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