Visto desde una perspectiva más amplia, lo que esta ocurriendo en distintos puntos del mundo como el incremento de los radicalismos es un resultado más de un proceso inevitable: la aparición de un ser humano unificado y una nueva cultura mundial. Algunos se resisten de forma violenta y fanática a este proceso. Se muestran contrarios a asimilar los aportes de las demás culturas. No se dan cuenta de que pertenecer a una sola religión o una sola profesión sin un ápice o mezcla del mundo de más allá le impide participar en esta imparable transformación del ser humano. Todas las culturas y religiones del pasado pasaron por un momento crítico de integración. El cristianismo dió cabida a mitos persas y egipcios, a la filosofía griega y la organización romana, así como el Islam admitió las enseñanzas de Moisés, Zoroastro y Jesús. Ahora nos toca alcanzar una integración mayor, quizás la definitiva. Como decía Mumford en «su integridad misma, el hombre y mujer del Mundo Único parecerá ideológica y culturalmente desnudo, casi inidentificable. Será como los santos jainista de la antigüedad, que estaban «recubiertos de espacio» y su desnudez será señal de que no pertenece a ninguna nación, grupo, oficio, secta, escuela ni comunidad. Quien llegue al plano de la cultura mundial, se sentirá a gusto en cualquier parte de esa cultura, en su mundo interior no menos que en su mundo exterior. Todo lo que haga, o sienta, o construya llevará la marca de ser más vasto que ha hecho suyo».
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