Sí, llevaba razón Geddes, “la vida es una espiral, que trabaja durante la semana y descansa los domingos, gozando, soñando, planeando de nuevo. Aquellos cuyas mentes tienen grandes vueltas o bien muchas en sus espirales son las vidas más grandes. “A veces, por desgracia, la espiral se rompe”. Nuestra propia vida es una espiral. Según Geddes, “las espirales vitales de los seres humanos, hombres y mujeres, a menudo pueden ser dibujadas. Cuando esto está bien hecho con respecto de vidas pasadas recibe el nombre de biografía. Cuando uno trata de hacerlo cuidadosamente y en forma justiciera en cuanto a personas que todavía viven y trabajan en la actualidad, recibe el nombre de crítica. Pero cuando se hace de forma apresurada y con negligencia se le llama “chisme”. La humanidad, en su evolución histórica, también adopta la forma de una espiral.
Solemos decir que la historia se repite. Y no es del todo cierto. Podemos establecer cierta semejanza con hechos del pasado, pero los acontecimientos siempre adoptan una forma contemporánea. En su desarrollo histórico todas las civilizaciones y todas las ciudades transitan por las cuatro estaciones de la vida. Los naturalistas y artistas deben seguir, como nos recordaba Patrick Geddes, los cambios a través de las estaciones. Y también tienen que hacerlo los evolucionistas sociales. Estos últimos deben ver y entender que la vida humana, al igual que las formas más simples de vida, están en armonía y tono con las estaciones. Esta es una antigua verdad, patente en las plantas, los animales y los seres humanos, así como latente en la evolución de los distintos seres vivos. Patente en la vida rustica y la labor del campo y el mar; latente en la vida urbana y el pensamiento. Patente en la historia y la literatura de cada localidad, latente a través de la historia y la filosofía del mundo.
Bien hacía Geddes en decir en la conclusión de la obra colectiva Evergreen que herencia y variación; supervivencia e iniciativa; conservación e innovación; declive y renacimiento, tiene cada una de ellas su tiempo y estación. Los místicos, pensadores, científicos y artistas están llamados a ser los seguidores de la primavera, el verano, el otoño e invierno, y de nuevo de la primavera. Ellos son los observadores, cronistas, estudiosos, ideólogos y cocreadores de la vida en su perpetua renovación y cambio. En sus palabras, en sus libros, en sus trabajos científicos, en sus obras de arte, en su poesía o en su filosofía están patentes la evolución de la vida, de la naturaleza, del mundo y de todos y cada uno de nosotros en su existencia individual. Y están también latentes los cambios, las iniciativas y las innovaciones que harán posible una nueva mutación de la conciencia y un nuevo despertar para la humanidad. Para ver el mundo, para ver la vida verdaderamente, uno debe verlas como un todo, y sólo aquellos que pueden ver el mundo y la vida en movimiento pueden verlo como un todo. Nuestros artes y ciencias, decía Geddes, son así más que especialidades y caminos técnicos de mostrar y ver las numerosas escenas y aspectos de la gran unidad, de este poderoso drama de evolución cósmica y humana al que cada uno de nosotros podemos añadir un verso.
Citando a Walt Whitman: ¡Oh, mi yo! ¡oh, vida! de sus preguntas que vuelven, Del desfile interminable de los desleales, de las ciudades llenas de necios, De mí mismo, que me reprocho siempre (pues, ¿quién es más necio que yo, ni más desleal?), De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos despreciables, de la lucha siempre renovada, De los malos resultados de todo, de las multitudes afanosas y sórdidas que me rodean, De los años vacíos e inútiles de los demás, yo entrelazado con los demás, La pregunta, ¡Oh, mi yo!, la pregunta triste que vuelve – ¿qué de bueno hay en medio de estas cosas, Oh, mi yo, Oh, vida ? Respuesta Que estás aquí – que existe la vida y la identidad, Que prosigue el poderoso drama, y que tú puedes contribuir con un verso.
Sí. Todos y cada uno de nosotros podemos contribuir con un verso al poderoso drama de la evolución cósmica y humana. Ceuta y los ceutíes también. Patente es la profunda transformación de nuestro territorio, la falta de oportunidades laborales, la ausencia de una identidad cultural compartida, el fracaso escolar, la mutilación de nuestros sentidos, la escasez de experiencias gratificantes para nuestra juventud, la desconfianza intercultural, el fanatismo, la ignorancia, la esterilidad creatividad, el inmovilismo, la desidia, la falta de ideas imaginativas, la apatía cívica, el conformismo, los silencios, el desconocimiento de nuestra historia o la carencia de acciones cívicas sinérgicas. Pero en nuestra historia, en nuestra tierra, reposa latente la semilla de una Ceuta renovada.
Una Ceuta que reconstruye sus paisajes y recultiva sus campos; que recupera los oficios a punto de desaparecer como el de los artesanos de las salazones de pescado; que despierta sus sentidos y es capaz de reconocer la belleza de este extraordinario lugar. Una Ceuta, cuyos ciudadanos, destierran de sus corazones los resentimientos, odios y prejuicios; buscan la verdad desde la libertad individual y ponen toda su creatividad en marcha para diseñar proyectos de futuro para nuestra ciudad. Una Ceuta transformada por unos ceutíes convertidos en buscadores de la verdad, la bondad y la belleza, capaces de alzar sus voces, solos o en compañía de todos, para reivindicar la libertad, la igualdad y la justicia. Unos ceutíes dedicados al bien común que se unen a otros para reconstruir nuestros paisajes y nuestro patrimonio cultural. Esta semilla existe. No la busquen muy lejos. Está en el corazón de todos y cada uno de nosotros. Hagamos el esfuerzo para que emerja y florezca. Sólo el amor será capaz de hacerlo. Esta flor teñirá las calles y los campos de Ceuta de bellos colores y en conjunto será el verso más hermoso jamás escrito.
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