La Escuela de la Vida “Aprendemos Viviendo” tiene como objetivo el desarrollo pleno, integral y equilibrado de la persona a lo largo de toda su vida. Queremos que todas las personas tengan la oportunidad de gozar de una vida digna, plena y rica. De una vida que merezca ser vivida. Y esto se consigue defendiendo, potenciando y favoreciendo la vida al mismo tiempo que fortalecemos nuestra vida interior.
No hemos venido a este mundo para ser simples espectadores de la vida, sino para ser co-creadores y protagonistas del poderoso drama cósmico y humano. A pesar de todos los pesares, tenemos que aprovechar la oportunidad que nos da la vida para conformar una identidad propia y un carácter que enriquezca este drama con el desempeño de un papel único y perdurable. A la conformación de esta identidad contribuyen la organización del ambiente; la organización social en la que nos crecemos y maduramos; y nuestra capacidad de conocimiento y asimilación de la herencia ambiental, cultural y social del lugar en el que nacimos y vivimos. Este proceso de individualización no termina nunca. Como bien comentaba Mumford (1948: 13), “la naturaleza del hombre se sobrepasa y transciende más allá de él mismo; su realización última es siempre un principio y su más completo desarrollo lo debe dejar siempre insatisfecho”.
Nuestra capacidad de trascendencia tiene que venir acompañada por la definición de un fin y un propósito para nuestra vida. “Una vida sin intención y sin fines pertenece a lo infrahumano”, sentenciaba Mumford (1948:13). Nos vivimos, por tanto, tan sólo para sobrevivir, recreándonos como lo hacemos hoy en día en los placeres sensitivos, el culto al confort y la placidez sentimental, sino para alcanzar ciertos fines que a gracias a nuestro esfuerzo de meditación y reflexión somos capaces de hacer conscientes y de definir con lucidez. “Fuera de estos fines y objetivos, las amargas palabras del profeta se mantienen: todo es vanidad” (Mumford, 1948: 13). Estos fines, nos dice Mumford, no le son impuestos al ser humano por naturaleza, “sino superpuestos a su naturaleza por la herencia social”. La trama de la vida puede y debe ser completada, como defendía Patrick Geddes, con las creaciones especiales del ser humano: la ethopolítica, la cultura y el arte.
Individualización no es el mismo que individualismo. Tener personalidad propia y carácter autónomo no es sinónimo de egotista y egocéntrico. “Dentro de la comunidad y por ella, la persona individual se siente engrandecida, fortalecida y completada. En la sociedad, el hombre se enfrenta y se hace” (Mumford, 1948: 14). Para que este proceso de autoconstrucción pueda realizarse es imprescindible que la sociedad en la que nos ha tocado vivir sea libre, dinámica y democrática. Solo en este contexto el ciudadano tiene la oportunidad de sondear todas sus potencialidades y aspirar a convertirse en un ser humano pleno, equilibrado e integro.
Mumford, L (1948). La condición del hombre. Buenos Aires: Ocesa.
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