El escocés Patrick Geddes fue considerado por Lewis Mumford su maestro, mentor e inspirador. Los rasgos principales del carácter de Geddes fueron la energía intelectual, la curiosidad omnívora, talento práctico y vitalidad sexual. Este enorme pensador unió el pensamiento a la acción y la acción a la vida, y la vida misma a las más altas manifestaciones del sentido, el sentimiento y la experiencia: la vida orgánica no culminaba simplemente en la sagacidad del hombre, sino en los ideales superiores del hombre.
Su complejo pensamiento quedó plasmado en una serie de diagramas, a los que era muy aficionado Geddes. El más conocido e interesante lleva el título de la notación de la vida. En este, en apariencia, complejo cuadro se representa el registro de la vida. Para entenderlo hay que partir de la explicación de los cuatro cuadrantes en los que está dividido, según el esquema que reproducimos a continuación.
El lado izquierdo, los cuadrantes 1 y 2, corresponden a los aspectos más pasivos, es decir, para los rasgos de la personalidad relacionados con el lugar (cuadrante 1) y con el trabajo (cuadrante 2). Por su parte, el lado derecho corresponde a la acción: al hombre que orienta su vida diaria y rehace el lugar. Si doblamos la hoja por el medio, horizontalmente, nos quedan así cuatro sectores cada uno de los cuales corresponde a uno de los principales campos de la vida humana: el mundo externo tanto activo (1) como pasivo (4) y el mundo interno tanto pasivo (2) como activo (3). Cada uno de estos sectores corresponde una máquina pensante con nueve recuadros. La imagen completa del diagrama es la siguiente:
Después de esta breve explicación del funcionamiento del diagrama de Geddes, les propongo que me acompañen por su estructura en la búsqueda de una alternativa a la actual crisis interna y externa de la humanidad. Para ello, tomemos como eje de nuestro pensamiento el espacio temporal (pasado, presente, futuro) y como eje de nuestra acción cívica el espacio geográfico (lugar, trabajo y gente). Preocupémonos de la conservación del “lugar”, de nuestro limitado y frágil territorio, de su sentido como hogar común de las antiguas y de las nuevas generaciones de seres humanos, de la experiencia sensorial y la imaginación que despierta los ricos paisajes del mundo. Y desde este plano del pensamiento diseñemos la ciudad del futuro.
En el ámbito del “trabajo”, ocupémonos en analizar las condiciones naturales de nuestros respectivos territorios para el desarrollo de ciertas ocupaciones que permitan mitigar el elevado desempleo, a la vez que cultivamos nuestro medioambiente. Desarrollemos habilidades laborales y profesionales entre nuestros jóvenes que marquen su conducta y una filosofía de vida encaminada a un fin específico que conecte el “lugar” con sus pobladores, la razón con el sentimiento y la política con las realizaciones prácticas.
Finalmente, y no por ello menos importante, dediquemos tiempo y esfuerzo a conocernos mejor como pueblo, a la “gente”, a empaparnos de las sensaciones que nos transmite la naturaleza y a la promoción de los aspectos más elevados y transcendentales de la naturaleza humana (justicia, arte, amor, verdad y apoyo mutuo), arrinconando aquellos sentimientos que nos arrastran al tribalismo, el odio irracional, la brutalidad, la autoafirmación patológica y la autoadoración. Este es el lugar que le corresponde al estudio, la religión y el misticismo, y tiene como escenario la escuela, la universidad, el claustro, la iglesia, la mezquita, el templo hindú, la sinagoga o el espacio íntimo que todos tenemos para adentrarnos en esta esfera elevada de la condición humana. Alcanzado este punto del pensamiento estaremos en disposición de adentrarnos en el reino de Erató, la musa de la poesía y el amor, cuya realización depende en la práctica de la etho-política, o dicho en términos más cotidianos, de la habilidad que mostremos en la creación de reglas para regular el comportamiento del hombre en sociedad.
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