Ceuta, 14 de septiembre de 2016.
Después de la lluvia de ayer, el cristal del cielo está a primera hora de la mañana completamente limpio y transparente. El color del firmamento es de un azul intenso que me fascina. Sobre este cielo pasea Orión con sus dos perros, como lo hacen algunos humanos madrugadores con los suyos en la tierra.
No ha quedado ni rastro de las bellas nubes blancas que ayer desfilaban por el cielo, ni tampoco veo a la luna que ayer, antes de acostarme, iluminaba la noche ceutí. Todas las estrellas, en este momento previo a la llegada del sol, han vuelto de manera discreta a sus casas. La única que permanece impasible es la reina de los cielos a finales de verano, Sirio. En la inmensidad del firmamento ella es el único punto brillante. Los ojos de todos los poetas la miran a ella. A pesar de su pequeño tamaño ejerce una gran influencia sobre los que la observamos desde la tierra y escuchamos su canto:
“Yo soy Isis, la señora de todos los países, y Hermes me enseñó,
Y con Hermes inventé letras, tanto las sagradas (jeroglíficos)
Como las demóticas, para que todo no se escribiera con las mismas letras.
…Soy la que se alza en la estrella del Perro.
Soy la que es llamada diosa por las mujeres.
Separé la tierra del cielo.
Indiqué las sendas de las estrellas.
Ordené el curso del sol y de la luna.
Inventé la actividad del mar…”
Ella es para mí esa fuerza que lo rodea todo, ese aliento que llamamos vida, esa mano que coge la mía y escribe mis relatos.