Ceuta, 14 de noviembre de 2016.
Desde hace algún tiempo salgo todas las noches de plenilunio para contemplar el atardecer del sol y el amanecer de la luna. La de hoy es especial. Vamos a disfrutar de una superluna fantástica, de esas que se ven sólo una vez en la vida. He quedado con mi amigo Jotono Gutiérrez para compartir esta inolvidable experiencia. En nuestro camino hacia el Hacho conversamos sobre nuestra común pasión: Ceuta, su historia y leyendas. Así, entre palabras sueltas, llegamos al faro de Ceuta…Algo mágico se percibía en el ambiente. Un elevado número de ejemplares de aviones roquero eran observables en la vaguada del Desnarigado. Me llamó la atención sus elegantes vuelos y sus corpulentos cuerpos. Nunca había visto tantas aves de este tipo juntas dando círculos en torno al castillo del Desnarigado. Al llegar al extremo oriental del Hacho me comentó José María Cárceles, que estaba allí para lo mismo que nosotros, la enorme cantidad de gaviotas que sobrevolaban la zona y su evidente estado de nerviosismo. No le dije nada de este comentario a mi amigo Jotono, pero al bajar hacia el castillo del Desnarigado, él me dijo lo mismo: las gaviotas tienen un comportamiento extraño.
Llegamos hasta detrás del castillo del Desnarigado para comprobar si desde allí podíamos contemplar el ocaso del sol y el alba de la luna, pero no parecía que fuera posibles ambas cosas de manera simultánea. De modo que deshicimos el camino para asomarnos a los cortantes acantilados del Hacho y así poder ver la salida de la luna. Desde el sitio que elegimos veíamos a la perfección la torre denominada “Atalaya del Palmar”. Esta construcción defensiva se asienta sobre un sinuoso perfil dibujado por la fuerte mano del viento y la lluvia. El mar estaba igualmente nervioso, con su piel erizada, al igual que la nuestra por lo escarpado del terreno y el viento que nos agitaba. Su color azul oscuro dibujaba un sándwich de colores con una franja celeste que se apoyaba sobre el horizonte y una banda morada y rosa que se difuminaba en un moribundo cielo. Mientras nos fijábamos en esta extraordinaria gama de colores emergió de manera majestuosa la luna llena.
Su intensa luz rojiza contrastaba con el azul nocturno que empezaba a difuminar las formas de la montaña. Nos quedamos boquiabiertos con su tamaño y su vivo color rojizo. Parecía una antorcha portada por la misma mano de Neptuno.
Lentamente fue tomando altura y abriendo un camino de color cobrizo sobre el mar. Una enorme aureola de color rojizo rodeaba el rostro de la luna. No recordaba algo similar en otras ocasiones en la que he contemplado el plenilunio.
Mientras ascendía, la luna iba adquiriendo la tonalidad dorada de su amante el sol. Todo esto sucedía al mismo tiempo que algo extraño ocurría a nuestra alrededor. Con una frecuencia cada vez más constante escuchábamos el cortante sonido de un ave que rozaba nuestras cabezas. Casi podíamos sentir el movimiento de sus alas, pero no la veíamos. Entre las sombras del acantilado nos pareció ver la silueta de una pareja de cernícalos. Daba la impresión de que les incomodaba nuestra presencia allí. Para evitar que nos golpearan, de manera fortuita o intencionada, nos tumbamos en el suelo, momento que aprovechamos para contemplar el firmamento. A nuestra espalda brilla, como un diamante, el planeta Venus. Era, sin duda, esta diosa la reina de la noche. La constelación de Aquila y Casiopea, la brillante estrella Altair y el rojizo marte nos acompañaban en esta mágica noche. Así estuvimos un rato, hasta que otros extraños sonidos entre los arbustos y el cielo ya apagado nos hicieron abandonar nuestra posición y tomar el camino de regreso.
Bajamos hasta la playa del Desnarigado, a estas horas desértica. Al comenzar a andar por el camino de Ronda observamos que nuestra sombra se alarga por efecto de una intensa luz blanca que venía del castillo. Al darnos la vuelta contemplamos a la majestuosa luna vestida ya con su habitual manto blanco. Las nubes le servían de velo y atenuante de su intensa luz. Tras ellas la luna salía y se escondía incrementando la sensación de misterio que notábamos en el ambiente.
En el Camino de Ronda parecía que estábamos afectados por un acogedor microclima. Hacía una temperatura de podríamos calificar de primaveral. Todo nos invita a permanecer allí un rato tomando fotos y siendo testigos de un espectáculo sin igual protagonizado por la naturaleza. Nosotros parecíamos que éramos los únicos espectadores y la naturaleza no deseaba quedarse sola, de modo que nos ofreció lo mejor de su amplio repertorio.
Las nubes iban y venían arrastradas por un viento que apareció de manera súbita y con una gran intensidad. Tras ellas el cielo volvía a mostrar su acostumbrado color celeste, como si la noche volviera a ser día. Los rayos lunares se proyectan sobre el mar como un espectro fantasmal. Una vía láctea se abría sobre la superficie marina que permanecía en calma. La banda sonora la componían el viento que agitaba las cañas y el rumor constante del mar. Las gaviotas habían desaparecido del cielo, como si la luz de la luna las espantara… Una sombra humana se observaba en la punta del acantilado.
Una noche como ésta invitaba a contar historias de miedo. Jotono me recordó la leyenda de los niños de la higuera que se encuentra junto al morabito de Sidi Bel Abbas. Cuando terminó de contarla vimos que bajaban a toda prisa un elevado número de coches de policías, bomberos y una ambulancia. Pensamos que podría tratarse de un incendio, pero al acercarnos al morabito nos enteramos que un señor se había intentado suicidar tirándose con su coche al arroyo de Fuentecubierta, pero al no conseguir derribar el muro, decidió arrojarse por esta profunda rambla. Por fortuna no sufrió graves percances, más allá de un hombro dislocado y el cuerpo magullado. Este desgraciado acontecimiento era el remate final de una noche lunática. La actitud de las gaviotas, los aviones roqueros y los cernícalos, las extrañas formas de las nubes, las sombras humanas que se dibujan entre los acantilados, el intento de suicidio, las leyendas que rodean al Hacho formaron una aureola de misterio que rodeó a Ceuta durante esta noche de superluna llena.