En el capítulo que Jean Gebser dedicada a la arquitectura en su libro «Origen y Presente», recoge unos comentarios de Frank Lloyd Wright que encajan perfectamente con la situación que estamos viviendo precisamente hoy en España. Decía el genial arquitecto norteaméricano que «la centralización era el ideal de la monarquía. La integración es el ideal de la democracia..La monarquía ha caído». Como apunta Gebser al hilo de esta declaración de Wright, «el punto focal que antes se buscaba en el exterior, el «hombre nuevo» lo encuentro en sí mismo». Wright consideraba que el ciudadano del futuro es el «que responde si mismo. Él es el único hombre que no está en peligro, puesto que es el hombre que está disciplinado desde dentro». Que nadie se confunda. No estamos hablando del ser humano indivualista, sino del autónomo, que es muy distinto. Un tipo de ser humano que huye de la dependencia total y absoluta de instituciones sociales, políticos, religiosas o económicas. Libre de doctrinas y conductas teledirigidas, Libre para formular y realizar sus propios ideales a través de la eupolítica y la militancia cívica. Libre para buscar la verdad mediante la síntesis científica, la acción y la educación integral. Libre para expresar su imaginación y llevar a cabo sus planes y proyectos. Libre para garantizar su propia supervivencia y la de los suyos a partir de los recursos de la región en la que vive. Libre para sentir el pulso de la vida, ampliar el conocimiento de la naturaleza y emocionarse con sus regalos diarios. Libre para no depender de Repúblicas, monarquías, dictaduras o cualquier otra forma de Estado. Libre para trazar su camino, junto con sus conciudadanos, que nos lleve a la eupsiquía (Vida Buena). Un lugar imaginario, y posible, donde la comunicación, la comunión y la cooperación vuelvan a ser los atributos esenciales de la sociedad humana y la base de sus significados, funciones y valores.
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