Mi buen amigo Antón Dké ha escrito un artículo (ver aquí) con el que me siento muy identificado y que recomiendo a todos su lectura . Yo, al igual que muchos otros que vivimos con ilusión el aparente despertar de la sociedad con la irrupción del movimiento 15M, hemos contemplado con enorme tristeza y decepción cómo fue diluyéndose en poco tiempo. Cada uno acudía a estas Asambleas con objetivos muy dispares. Unos buscaban la foto para poder decir a sus nietos: yo estuve allí. Otros con planteamientos completamente alejados de la emancipación del sistema vigente. Y muchos sin la suficiente madurez personal e intelectual para poder aportar algo y ser lo suficientemente constante y perseverante para alcanzar algún logro perdurable. En una sociedad como la nuestra, acostumbrada a conseguir las cosas sin esfuerzo, era previsible que la gente durara poco tiempo en acciones que requieren un duro trabajo de renovación, reeducación y reconstrucción.
Ahora ha surgido Podemos, partido del que haces un diagnóstico certero y que comparto. La frustración que va a generar tiene visos de ser monumental. Entonces se abrirán dos caminos: el neofascismo del que tú hablas o la posibilidad de la revolución integral que algunos compartimos. Esta última posibilidad es bastante compleja, ya que exige una profunda transformación del propio ser humano, incluyendo una profunda evolución de su conciencia. Autores como Jean Gebser o Ken Wilber consideran que esta mutación de la conciencia ha alcanzado a una porción minoritaria de la humanidad. Esta minoría es la que está llamada a ejercer de motor de cambio.
Hay que enseñar a la gente la primera y fundamental lección de la democracia: el desarrollo y la autotransformación no pueden delegarse. En torno a este principio central se articulan una serie de ideas similares como son la autonomía municipal, la libertad de expresión y comunicación, el acceso universal al conocimiento, la protección contra los abusos del poder y un elevado sentido de la responsabilidad moral del individuo. Como decía Mumford, «todos los organismos vivos son autónomos en la medida en que siguen una pauta vital propia: pero en el ser humano esta autonomía constituye una condición esencial de su desarrollo ulterior». En este sentido, concluía Mumford, «la mejor vida posible es la que persigue un grado siempre creciente de auto-dirección. auto-expresión y auto-realización». Lo que propone Mumford no es otra cosa que el ideario básico del anarquismo. Este proyecto de autonomía personal y colectiva sólo es posible en comunidades y grupos relativamente pequeños, cuyos miembros se encuentran a menudo cara a cara, interactúan libremente y se conocen unos a otros en tanto que personas. Por este motivo las formas estatales son difícilmente compatibles con iniciativas democráticas genuinas y auténticas. La historia nos enseña que la democracia es escamoteada en los Estados por unas minorías que ejercen la autoridad en su exclusivo beneficioso. Para ello es preciso introducir en la sociedad el mayor grado posible de mecanicismo y automatismo, anulando cualquier tipo de iniciativa y pensamiento propio entre los miembros de la sociedad. Esto lo sabían perfectamente los anarquistas que hicieron un gran esfuerzo en la educación y el crecimiento intelectual de la población cuando ésta todavía sentía un vivo impulso por desarrollarse como seres humanos plenos y dignos. Un sentimiento que ha sido anulado completamente con toda esta política del bienestar que reivindican todos, empezando por Podemos.
A diferencia del pasado no es falta de tiempo lo que impide este esfuerzo individual de autodesarrollo. Hoy día, en palabras de Mumford, “con una instrucción casi universal, la mente popular desciende lo más bajo posible en el nivel de entretenimiento e instrucción, por pura falta de ambición espiritual: el diario sensacionalista y el seminario ilustrado (en nuestra época ha surgido medios mucho más potentes de estupidización como la televisión o internet, para quienes no saben hacer de esta herramienta un buen uso) establecen un nivel de frívola estupidez que está a sólo un paso del sueño narcótico”. En este sueño yacen muchos y va a ser difícil despertarlos. Sólo lo conseguiremos si cada de nosotros situamos a la autoeducación como la tarea principal de la vida. Con el objetivo de contribuir a esta labor llevo tiempo trabajando en un proyecto de “Escuela de la Vida, Vivendo Discimus (Aprendemos Viviendo)”, que ya conoces (www.elsignificadodelavida.com).
Como comentamos en la presentación de la Escuela de la Vida, estamos en las puertas de una nueva fase del desarrollo humano. Durante buena de la parte de la historia de la humanidad, hemos dedicado nuestro tiempo a satisfacer, a duras penas, las necesidades básicas del ser humano. Esta situación aún perdura en algunos países, pero en otros, disponemos de suficiente tiempo para dedicarlo a las necesidades superiores y a las actividades con las que ellas se relacionan: el arte, la poesía, la religión, la filosofía, la ciencia…Ya no necesitamos dedicar tantas horas al trabajo y es posible integrarlo en una vida más rica y significativa. El mismo trabajo puede convertirse ahora en un proceso educativo y hacer de él un vehículo de modelaje de una personalidad que aprecie el amor, el compañerismo, la vida familiar y la ciudadanía. En definitiva, disponemos de más tiempo de ocio. Este ocio hace que la escuela (Schola) sea posible.
Esto no quiere decir simplemente que nuestra vida estará dedicada a la educación, como anticipaba Mumford en “Las transformaciones del hombre”, significa más bien, como decía anteriormente, que la educación constituirá la tarea principal de la vida. Los procesos de infundir valor y significado a la vida no se detendrán en la escuela formal, continuarán de manera continua a lo largo de toda nuestra existencia. Nuestro concepto educativo enlaza con la visión que los antiguos griegos tenían de la educación: la paideia. Tal y como la describe Mumford, a partir del estudio de Werner Jaeger, la paideia “es la educación mirada como una transformación de la personalidad humana que dura toda la vida, y en la cual todos los aspectos de ella desempeñan un papel. A diferencia de la educación en el sentido tradicional, la paideia no se limita a procesos de aprendizaje consciente, ni a iniciar a los jóvenes en la herencia social de la comunidad. La paideia es más bien la tarea de dar forma al acto mismo de vivir, tratando toda ocasión de la vida como un medio para hacerse a sí mismo, y como parte de un proceso más amplio de conversión de hechos en valores, procesos en finalidades, esperanzas y planes en consumaciones y realizaciones. La paideia no es únicamente un aprendizaje: es un hacer y un formar, y la obra de arte perseguida por la paideia es el hombre mismo”.
La paidea nos enseña que el desarrollo personal y la autotransformación no pueden delegarse. La tarea que nos corresponde a cada uno de nosotros es el autoexamen, la autoeducación y el autocontrol. Los que fracasen en este punto serán incapaces de contribuir a las transformaciones políticas, sociales y económicas que tanta falta nos están haciendo. No obstante, para que este proceso de autodesarrollo se convierta en el eje de nuestra vida, necesitamos transformar de manera radical la educación que reciben nuestros hijos en la familia, en la escuela y en su entorno social. Como explicamos en la presentación de este proyecto, nuestro modelo educativo, siguiendo los planteamientos de Patrick Geddes, se basa en las tres M (Madre, Mano y Mente), -pues en ese orden se desarrolla el ser humano-, y las tres H (Heart, Hand y Head), Corazón (sentimientos y emociones), Mano (aprender haciendo) y Cabeza (“libros” o aprendizaje intelectual).
Disculpa, querido amigo, si lo que en principio iba a ser un simple comentario a tu artículo se ha convertido en un sermón. Esta es la magia de la comunicación y el valor que tienen las palabras. Tenemos la capacidad de transmitir ideales, ideas y proyectos que son capaces de activar las emociones, el pensamiento y la imaginación de las personas que nos escuchan o nos leen. Por eso no debemos dejar de hacerlo. Es necesario que sigamos trabajando en nuestro desarrollo personal y compartiendo con los demás nuestros logros, ya que “solo aquellos que día a día tratan de renovarse y perfeccionarse serán capaces de transformar nuestra sociedad, mientras que aquellos que estén ansiosos por compartir sus altos dones con la comunidad entera –en verdad con toda la humanidad-, serán capaces de transformarse a sí mismos”.
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