Ceuta, 19 de febrero de 2017.
…Estoy tumbado en la cama. Son las 16:55 h. El silbido del viento es tremendamente agudo. Las cortinas se inflan como la vela de un bergantín. Me encanta este tiempo. Percibo la fuerza de la naturaleza, su incalculable poder, capaz de derribar muros. Las obras humanas resultan insignificantes comparadas con la potencia de este huracanado viento. Cada estación tiene sus características. Febrero siempre ha sido en Ceuta un mes de lluvias y vientos. ¡Qué triste sería la vida sin el contraste de las estaciones! Cada una de ellas trae asociado un estado de ánimo. El mío ahora es el de excitación emotiva. Mi mundo de adentro está tan agitado como los árboles que observo desde mi ventana. ¡Sopla, sopla, viento iracundo! ¡Demuéstrame tu poder! Te respeto, pero no te tengo miedo. Eres parte de mi vida, de mis recuerdos de la infancia y la juventud. Soy hijo del mar y del viento. Tus silbidos penetran hasta los rincones más escondidos de mi alma para despertarme y recordarme lo que soy ¡De dónde proviene tu enfado! ¡Qué causan te motivan para protestar de la manera que lo haces!…Me vence el sueño escuchándote. Entro en el silencio.
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