Ceuta, 15 de febrero de 2017.
Hace un rato me llamó una periodista del FaroTV para tomarme unas declaraciones sobre las fortificaciones del Recinto Sur. Esto me ha obligado a abandonar los estudios y venir hasta el cercano Cuerpo de Guardia de San Andrés. Mientras lo espero contemplo la hermosa estampa que ofrece el fuerte viento de levante. Lo que más me llama la atención es el color del mar al romper con la base del acantilado. Es una bella tonalidad verdiazul que me recuerda a las piedras de jaspe. Sobre ella se deslizan unas olas blancas que generan un sonido tempestuoso. Busco refugio dentro de la garita dieciochesca. A través de las aspilleras puedo seguir disfrutando del panorama invernal. Las gaviotas planean cara al viento, sin alejarse mucho de tierra. Las circunstancias no son muy favorables para el vuelo, a pesar de la maestría de estas aves.
Sobre el horizonte los rayos del sol han encontrado una abertura entre las nubes para pintar de blanco la superficie marina, generando una fingida sensación de calma en el mar. La superficie blanca se extiende como una mancha de aceite según el sol consigue penetrar entre la espesura de las nubes. Esta luz atraviesa las crestas de las olas volviendo las aguas cristalinas. Si fuera un gigante las pellizcaría para probar su sabor y oler su aroma. Con estas olas cristalizadas haría collares para mi mujer y mi hija.
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