Ceuta, 4 de febrero de 2017.
Al levantarme lo único que he escuchado ha sido el silencio. Me he asomado por la ventana para ver que tal estaba el día. El amanecer prometía, así que he preparado mis cosas y he salido de casa. Mis sentidos se han puesto en alerta y de este modo he percibido una amalgama de olores. Los más intensos eran el de algún fuego ya apagado y el delicioso olor del pan cociéndose en el cercano horno del Molino. He bajado por las escaleras que llevan a la playa Hermosa. Al llegar allí he buscado acomodo entre las rocas. He llegado apenas un par de minutos antes del amanecer.
Todo estaba calma,…hasta que el sol ha empezado a emerger por el horizonte. En ese instante decenas de gaviotas han comenzado a gritar como locas y a volar de manera frenética. Lo más sorprendente ha sido observar que cuando el sol mostraba ya todo su luminoso rostro han vuelto un silencio sepulcral.
Mientras que veía el majestuoso del sol algo me decía que fijase mi mirada en las nubes. Y así lo he hecho. Y cuál ha sido mi sorpresa la observar que las nubes adoptaban la forma del mismo dios Hiperión. Éste volvió su barbudo rostro hacia mí y acto seguido miró hasta donde estaba su hijo Helios, mientras que lo señalaba con su brazo derecho.
A los pocos segundos Hiperión se desvaneció y nos quedamos solos su hijo y yo. Esperé a que sus rayos llegasen hasta mi cuerpo. De pie, apoyado en una enorme roca, cerré los ojos y estiré los brazos hasta que sentí su luz y su calor. Sentí entonces que mi vitalidad se incrementaba de manera súbita. Absorbí toda la energía que emana desde dios solar y emprendí el ascenso por las empinadas escaleras…No me lo podía creer. El dolor que otra veces sentí en las piernas al superar los cientos de peldaños que hay que superar para alcanzar el Recinto Sur no se hice presente. Es más, ha sido la vez que menos me he cansado al subir por estas escaleras.
Ahora estoy aquí, pasando mis notas a limpio, y me siento despierto, fuerte, vital, con un gran optimismo y unas enormes ganas de escribir. Otra vez el dios Helios ha aparecido ante mí, pero esta vez a través de la ventana del estudio. Siento sus rayos incidiendo en mi cuerpo y me giro hacia él para agradecerle la energía que él y su padre me han transmitido esta mañana. Procuraré hacer un buen uso del poder que me ha regalado al despuntar el alba.
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