Ceuta, 16 de diciembre de 2016.
Escucho atento la intensa lluvia de pie, junto a la ventana del estudio. Son las 10:26 h y todavía no me he quitado el pijama y la bata de estar en casa. Con la mano derecha escribo y con la izquierda disfruto de una taza de té. Es una sensación agradable permanecer en el hogar mientras llueve en la calle. La situación invita a escribir. Tengo, además, un motivo para hacerlo. Ayer, por la noche, cuando empezó a llover establecí una analogía muy potente. Tenía fresco el recuerdo de las horas que pasé leyendo a Carlyle sentando en la orilla de la playa Hermosa. A la vuelta traje conmigo un baúl lleno de agradables sensaciones que son para mí un valioso tesoro. El run-run del mar me acompañó todo el día y cuando comenzó la lluvia aprecié la enorme similitud entre ambas melodías: la del mar y la de lluvia.
El agua evaporada del mar, por efecto del ardiente sol, llevan consigo en su elevación los rasgos de su primigenia identidad. Y así, en su regreso al mar o en su caída sobre los campos o las calles cantan la canción de su olvidado nacimiento.
En el momento en que el las gotas del agua de mar se elevan al cielo dejan atrás su sabiduría innata y suben al firmamento con la misma ingenuidad de un niño. Olvidan, como lo hacemos todos los humanos, nuestra procedencia de las aguas primordiales. Vagan por el cielo en compañía de otras diminutas gotas formando nubes, como lo hacemos nosotros con nuestros semejantes. Nos dejamos arrastrar por el cambiante viento de los acontecimientos hasta que nuestra vida se satura y volvemos al mar o a la tierra. Muchas gotas de lluvia regresan al mar tal y como se fueron, pero algunas tienen la suerte de caer sobre la tierra para fertilizar o incrementar el caudal del río de la vida.
Me siento feliz de haber sido una gota de vida que vino a condensarse sobre esta fecunda tierra que es Ceuta. He tenido la suerte de recordar antes de mi disolución que procedo de las aguas primordiales que nutren la vida de nuestro planeta. La Gran Diosa me ha devuelvo la sabiduría que todos olvidamos al nacer y permanece oculta en nuestra alma.
“Ahora escucho, cuando antes sólo tenía oídos,
Ahora veo, cuando antes sólo tenía ojos,
Ahora vivo cada instante, cuando antes sólo vivía años,
Y distingo la verdad, yo, que antes sólo era sensible al saber” (Henry David Thoreau)
Me siento afortunado por esta nueva etapa de mi vida que ahora disfruto. Soy el hombre más rico de todos los que conozco. Mis posesiones son infinitas. Todo lo que perciben mis sentidos me pertenece. No hay paisaje que no reconozca mío. Y como soy un hombre generoso, consciente de que mi riqueza es inagotable, comparto mis posesiones con todos los demás. Aquí las tenéis expuestas en estas páginas que son el inventario de mis riquezas. Si de verdad las queréis resulta tan fácil cogerlas como acercaros a la orilla del mar y aspira la sal que simboliza la sabiduría perdida.
El sol brilla para todos los hombres y mujeres, aunque a veces permanezco oculto tras las nubes. Tarde o temprano el sol siempre encuentro su camino para llegar hasta ti y alegrar tu alma. No debes perder nunca la esperanza ni desconfiar de la sabiduría divina. Solamente los dioses conocen todo la trama de tu vida. Céntrate en seguir los pasos que te indican y todo irá bien. En el camino encontrarás obstáculos. No los evites. Son pruebas que te pone la vida para valorar la pureza de tu corazón, tu sabiduría y confianza en los designios divinos. Digo todo esto para ti y para mí, pues yo soy el primero que debo hacer míos estos pensamientos. Soy tan aprendiz como tú en el arte de la vida. La escritura nos permite comunicarnos más allá del tiempo y del espacio. Puede que nuestros caminos nunca se crucen en la existencia terrenal, o incluso es posible que seamos amigos o familiares que compartimos la misma época y la misma ciudad sin que nuestros corazones se hayan abierto el uno al otro. No importa nada de esto. Lo esencial es la conversación que estamos teniendo ahora. Mira en tu interior y verás que nada nos distingue. Lo que yo siento es lo mismo que tu sientes. Los mismos paisajes, los mismos amaneceres y atardeceres que a mí me emocionan son los que te emocionan a ti. Compartimos los mismos símbolos y la misma aspiración a expresar lo que burbujea en nuestra alma. Nos deleitan los mismos versos, las mismas imágenes, las mismas melodías y nos alegran las mismas canciones y bailes. Si somos tan iguales, ¿Qué nos impide trabajar juntos? Nada. Unamos, pues, nuestras fuerzas para defender y renovar la vida, para que las aguas primordiales no se agoten, para que todas las gotas de vida que somos recordemos la sabiduría perdida, para que nos sigamos elevando hasta el máximo de nuestras posibilidades antes de disolvernos en las aguas primordiales, para que nuestras palabras y hechos fertilicen a la humanidad y de los frutos esperados y destinados a alimentar las almas de las generaciones venideras.
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