Ceuta, 15 de diciembre de 2016.
Cuando regreso al centro urbano después de pasar un rato en la naturaleza es como si volviera de un largo exilio voluntario. Todo me parece irreal, insignificante, frío y distante. No noto la calidez del mar y del cielo, de las aves y los árboles. Al escuchar a las gaviotas sentado en la plaza de Azcárate recuerdo el lugar de donde vengo y la afectuosa acogida que siempre me dispensa la naturaleza. Ambos, naturaleza y quien escribe, nos añoramos de manera mutua. Ella no tiene quien la reverencie y yo me siento fuera de mi verdadero hogar. Hasta que no nos volvemos a ver vivo de los recuerdos de nuestros silenciosos encuentros y de todo lo que nos decimos sin mediar palabras.
La melancolía se apodera de mis sentimientos y sólo deseo volver con ella, pero ahora no puedo. Tengo obligaciones familiares que atender. Mis propios frutos me esperan para que los cuide, alimente y les ayude a madurar para que en el futuro ellos también den sus frutos. Este es el ciclo de la vida.
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