Ceuta, 24 de septiembre de 2016.
Esta mañana hemos desayunado juntos tres generaciones de la familia Pérez: mi padre, yo y mi hijo Alejandro. Acto seguido he acompañado a Alejandro a la iglesia del Valle para asistir a la catequesis de confirmación. Antes de llegar a la plaza de Maestranza he sentido esa extraña sensación de placer íntimo que, de tarde en tarde, viene a visitarnos. Al doblar la esquina para subir por la empinada calle Brull he percibido un intenso aroma a pino. El viento de levante ha aprovechado la estrechez de esta histórica calle para introducirse de manera sigilosa en la ciudad e impregnarla de fragancias del bosque. La humedad del rocío ha servido de fijador del perfume que todas las mañanas se echa el coqueto Monte Hacho antes de ser visto por el sol.
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