Ceuta, 10 de septiembre de 2016.
Son las 7:54 h y estoy sentado en el tramo final de la escalera de acceso a la playa del Sarchal esperando la salida del sol. Una ligera neblina cubre el horizonte que adquiere, por efecto del sol naciente, una bella tonalidad rojiza. Vistas desde donde me encuentro estas tenues nubes adquieren la forma de una rampa ascendente hacia el mismo cielo.
El contraste entre el intenso azul del mar y el rojo del emergente sol dan como resultado una estampa espectacular.
El amanecer apenas dura cuatro minutos. Yo espero expectante a que la senda dorada que el sol abre sobre el mar llegue hasta mí. Los colores regresan a mi cuerpo y al lugar donde me encuentro. La tonalidad dominante es el dorado. Me siento como un rey contemplando absorto su reluciente tesoro. El sol es el verdadero rey Midas que con sus rayos todo lo que toca lo convierte en oro. Las rocas, los peldaños de madera sobre el que me siento, hasta mi propio cuerpo se han convertido en el más noble de los metales. Se trata, en todo caso, de una fortuna efímera, que se va depreciando a lo largo del día. La mañana será en el mar de plata y el atardecer de cobre rojizo hasta que la noche lo convierta todo en gris plomizo y oro negro.
Uno de los grandes secretos para sentirse siempre dichoso consiste en disfrutar de cada momento como si fuera una valiosa pieza del gran tesoro que es la naturaleza. En este preciso instante escucho atento la conversación entre una pareja de “roqueros solitarios”. La hembra, que es la que se deja ver, canta una melodía de notas suaves, aflautadas y penetrantes, con piídos vibrantes.
Me fijo ahora en las ondulaciones observables sobre la superficie del mar. Parecen pequeños papeles de seda agitados por el viento.
Las gaviotas pasan por encima de mí y yo me siento el único espectador de un exclusivo desfile aéreo. Lucen orgullosas sus aerodinámicos y blancos cuerpos con sus alas plegadas y las patas de aterrizaje bajo el plumaje.
Miles de detalles del paisaje llaman mi atención, desde los anaranjados chumbos al verde esmeralda del fondo del mar. Visto por los ojos del poeta, los modestos chumbos son gemas; las piedras al amanecer, reluciente pepitas de oro; el mar, un zafiro en su superficie y en el fondo un filón de jade; el cielo, un diamante; y el sol, un ópalo de fuego. Pasando entre las rocas del Sarchal observo verdaderos granates rojos. Estos son los tesoros de un poeta. Su principal riqueza está en sus ojos. A través de ellos aprecia el gran tesoro que es la naturaleza. Ni el más acaudalado rico podrá nunca poseer un tesoro como el suyo. Nadie podrá nunca robarle a un poeta su tesoro, pues la llave de la cámara secreta está escondida en lo más profundo de su alma.
Expuesto está, a la vista de todos, el gran tesoro de la naturaleza para que todos puedan apreciar su belleza y llegar a ser lo seres más ricos del mundo. ¿No sería el oro una vulgar piedra amarilla si no fuera porque la imaginación del ser humano la identifica con una porción del mismo sol? ¿Qué son los diamantes, las esmeraldas y los zafiros sino minerales cuyos colores deleitan nuestra alma? ¿No están estos mismos colores presentes en la naturaleza circundante sin que a la mayoría de la gente les llame la atención? Pobre imbécil es el que busca la riqueza en el exterior y no en su interior. Quien explota los filones de oro localizados en su alma es el más rico de los hombres o mujeres.
Las verdaderas riquezas no nos encadenan, como hacen las materiales, sino que nos liberan. Disfrutar de un bello amanecer, pasear por la playa o entre árboles, escuchar el canto de las aves o el susurro del viento, oler a tierra mojada tras una tormenta, degustar un fruto silvestre o palpar el suave tacto de un arbusto son placeres que están al alcance del rico de espíritu. El rico material vive angustiado por el incremento o disminución de su fortuna y por las obligaciones inherentes a sus numerosas propiedades. No dispone de tiempo para él ni los suyos. Triste vida es el del hombre rico en posesiones materiales y pobre en experiencias gratificantes y pensamientos elevados.
Yo vuelvo a casa más rico que antes de salir. Mis bolsillos están tan vacíos como cuando salí de mi hogar, pero ahora regreso con el cofre de mis recuerdos completo de momentos inolvidables y de palabras que relumbran en mi libreta como doblones de oro.
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