Ceuta, 23 de febrero de 2016.
Hoy es mi segundo día de trabajo en la excavación arqueológica que dirijo en un solar céntrico de Ceuta. Esta mañana he descubierto el esqueleto de un niño o una niña de corta edad que murió en el siglo XVIII. No es el primer enterramiento que excavo a lo largo de mi trayectoria profesional, pero mi manera de sentirlo es muy distinta. Ahora que soy padre y sé lo que se quiere a un hijo no puedo dejar de pensar en los padres de este niño que murió hace algo más de doscientos años. Es muy triste que un ser humano no llegue a completar todas las etapas de la vida. Alcanzar la madurez te permite disfrutar de la oportunidad de captar el sentido y significado de la vida. Ya me siento muy feliz de la oportunidad que estoy teniendo de vivir la vida con plenitud. Tengo muchos motivos para considerarme una persona afortunada. He disfrutado de una infancia muy feliz. Tuve la oportunidad de cumplir con mi vocación de convertirme en arqueólogo y he podido ejercer mi profesión con éxito. Ahora disfruto de una familia maravillosa de lo que forman parte mi mujer Silvia, y mis hijos Alejandro y Sofía. Por si fuera poca esta suerte, he logrado una gran madurez intelectual y un elevado sentido espiritual. Vivo en la actualidad una segunda vida en la que mis sentidos y sentimientos gozan de una profundidad y sensibilidad extraordinaria. Gracias a este despertar espiritual he experimentado momentos de éxtasis emotivo por los que merece la pena vivir y por los que, una vez vividos, uno sabe que ha llegado a vivir realmente.
…Esta noche es especial. Una noche en la que la luna, en toda su plenitud, coquetea con Júpiter en un firmamento libre de nubes.
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