Ceuta, 06 de febrero de 2016.
La verdad no es rentable, con lo que realmente se gana dinero y se logra poder es con la mentira. Buena parte de nuestra economía y nuestra política se sustentan en los débiles cimientos de la mentira y el fingimiento. Mienten quienes prometen que todos los desempleados encontrarán un puesto de trabajo digno y bien remunerado. La verdad es que, como han escrito autores del prestigio de Jeremy Rifkin, nos dirigimos a gran velocidad hacia el fin del trabajo. Mienten quienes hablan del crecimiento económico como la única fórmula de crear empleo y sostener el estado del bienestar, cuando lo cierto es que hemos superado con creces los límites de extracción de recursos de la tierra que han permitido estos últimos siglos de desarrollismo económico. Mienten quienes anuncian desde un atril que si gobiernan solucionarán el problema del acceso a una vivienda, cuando el reducido tamaño de nuestra ciudad hace imposible seguir construyendo edificios residenciales. Mienten quienes dicen que el medio ambiente es una prioridad de su gobierno, cuando promueven el despilfarro del capital natural y facilitan la especulación urbanística. Mienten quienes pedían la ampliación de la desalinizadora, cuando sabían que el problema estaba en una red de distribución con más de un 60 % de pérdidas. Mientes quienes prometieron que en el año 2010 tendríamos un plan de gestión de residuos, cuando todavía no figura ni entre sus retahílas de compromisos políticos. Mienten quienes plantean que los problemas del tráfico se solucionan con la construcción de nuevas carreteras, cuando lo solución radica en restringir el uso del vehículo privado. Mienten quienes dicen que les preocupa ante todo la salud y el bienestar de los ciudadanos, cuando favorecen la proliferación de terrazas que incrementan la contaminación acústica. Mienten quienes proclaman que les preocupa la protección de nuestro litoral, cuando no apoyan la apertura del Museo del Mar. Mienten quienes hablan de transparencia, cuando en verdad son la administración más opaca de España.
Sí, el principal yacimiento de empleo y de riqueza está en el filón de la mentira. Los edificios gubernamentales están llenos de personas que van a trabajar, pero no trabajan. Las rotativas imprimen periódicos, revistas y libros que nadie lee. Los centros de formación expiden diplomas que no sirven de nada. De las bibliotecas pocos sacan libros y las salas de los museos nadie las llena. Las universidades ofrecen masters que ninguna empresa reclama. Recibimos cartas y folletos publicitarios en nuestros buzones que van directamente al cubo de la basura. Compramos muchas cosas que no necesitamos y nos desprendemos de muchas otras que aún pueden sernos útiles. Publicamos mensajes en las redes sociales que a nadie interesan.
Los políticos mienten cuando prometen soluciones mágicas. Los ciudadanos mienten cuando fingen que se creen las mentiras de los políticos y les votan. Los políticos mienten cuando dicen que ellos gobiernan, cuando quienes realmente lo hacen son los mercados. Los ciudadanos mienten cuando piden a los políticos que resuelvan los problemas sin la implicación de la propia ciudadanía. Los políticos mienten cuando dicen que la corrupción es cosa de algunas manzanas podridas, cuando es el propio cesto el que apesta. Los ciudadanos mienten cuando critican la corrupción al mismo tiempo que piden que coloquen a sus hijos en el ayuntamiento. Los políticos mienten cuando nos prometen que mantendrán nuestras calles y montes limpios. Los ciudadanos mienten cuando dejan las heces de sus mascotas en mitad de la acera o dejan el campo lleno de basura el día de la mochila.
La mentira es el ingrediente fundamental en las relaciones sociales. Mentimos cuando criticamos al mejor y alabamos al mediocre. Mentimos cuando decimos lo que el otro quiere escuchar y no lo que diríamos sin fuésemos sinceros. Mentimos cuando decimos que amamos nuestra tierra y no hacemos nada por ella. Mentimos cuando no vivimos la vida que realmente deseamos vivir. Mentimos cuando no reconocemos nuestros rencores y prejuicios. Mentimos cuando no damos ese abrazo o ese beso que a lo mejor nunca podremos volver a dar. Mentimos cuando no reconocemos lo que necesitamos a los demás. Mentimos cuando no miramos a los ojos y no escuchamos con atención a nuestro interlocutor.
¿No creen que nos sobra mentira y nos falta verdad? ¿No es hora de ser sinceros y reconocer la realidad? La mentira nos está aplastando y hundiendo aún más en el profundo pozo de la deshumanización. La verdad es que la capacidad de carga de Ceuta está más que sobrepasada y las consecuencias ambientales son cada día más evidentes. La verdad es que no disponemos de recursos propios para satisfacer las necesidades básicas de una población desproporcionada para el tamaño de Ceuta. La verdad es que resulta imposible generar los puestos de trabajo suficiente para acabar con el paro en nuestra ciudad. La verdad es que la demanda turística en Ceuta es inexistente. La verdad es que la cohesión social es más una aspiración que una realidad. La verdad es que la participación ciudadana es raquítica. La verdad es que el arte y la cultura interesan nada o casi nada. La verdad es que el deterioro de los paisajes de Ceuta es cada día más notorio, aunque algunos digan que Ceuta está más bonita que nunca. Siendo todo esto verdad, no es menos cierto que esta tierra está cargada de misterio y magia. Que los ceutíes somos personas hospitalarias y alegres. Que los amaneceres y atardeceres en esta ciudad son una experiencia sensitiva y emotiva de singular valor e importancia. Que nuestros paisajes son de una hermosura inigualables. Que nuestra historia está plagada de hechos memorables y de personajes sobresalientes.
La verdad que ninguna mentira es capaz de disimular es que merece la pena luchar por esta tierra y que el futuro no es algo dado, sino que depende en gran medida de las elecciones que hagamos en el presente y de la voluntad que demostremos a la hora de renovar nuestros ideales, transformar nuestro pensamiento y actuar sin miedo ni complejos en el difícil escenario político, social y cultural en el que nos ha tocado vivir.
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