Ceuta, 24 de enero de 2016.
Escribió Henry D. Thoreau en su obra “Musketaquid” que había observado como “la vida que llevan quienes han viajado mucho es harto patética. El viaje verdadero y sincero no es ningún pasatiempo, sino que es tan serio como la tumba, o cualquier otra parte del discurrir humano, y hace falta un prolongado periodo de prueba antes de emprenderlo”.
Mas que con los pies, Thoreau nos anima en sus libros a que viajemos con la imaginación, o mejor, que hagamos las dos cosas a la vez. Para hacerlo no necesitamos emprender largos viajes. El mismo Thoreau dijo con énfasis: “¡Qué locos están quienes piensan que su El Dorado se encuentra en cualquier parte excepto allí donde viven!”. Este pensamiento de Thoreau acudió a mi mente hace unos días mientras veía en los informativos de TVE algunos reportajes sobre FITUR (Feria Internacional del Turismo). En esta edición una de las novedades más llamativas, al menos así la han destacado los periodistas, ha sido el turismo virtual. Te sientan en un sillón, similar al de las atracciones de feria, y te colocan unas grandes gafas por lo que proyectan imágenes de fondos marinos, del descenso por un agitado río o la caída libre desde un avión. Los sonidos, las imágenes y los movimientos del sillón te hacen creer que realmente estás teniendo una experiencia intensa, cuando la realidad es que no deja de ser pura simulación. Los que se bajan del aparato ofrecen un aspecto de plena satisfacción. Ellos sabrán. Desde luego no creo que sea comparable en lo más mínimo a las sensaciones y sentimientos que percibo y siento sentado en estos momentos sentado sobre la tierra en un promontorio colindante con la bien llamada Playa Hermosa, desde la que contemplo el amanecer.
Las nubes impiden observar la majestuosa salida del sol desde el horizonte. Yo lo esperando aquí para ver su redondo rostro dorado y sentir su acogedor calor. Mientras disfruto del susurro del mar, del estridente canto de las gaviotas y del paso de un grupo de cormoranes que vuelan en formación para el oeste.
El sol por fin se deja ver y proyecta sobre el mar un ancho reflejo serpenteante que chisporrotea a ambos lados. Quisiera andar por este camino que el sol traza sobre el mar y descubrir hasta donde me lleva. Intuyo que es el camino que une a los hombres y mujeres con la naturaleza. Una senda que se abre sólo al alba y al ocaso para aquellos que aman a la naturaleza y saben valorar su bondad y belleza.
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