Ceuta, 12 de enero de 2016.
Ceuta es el embrión, incluso en su forma, de un Mundo Nuevo. Un mundo gestado en el cálido vientre del Mediterráneo y nutrido por las aguas limpias del Atlántico. Su madre es África y su padre Europa. Un invisible cordón umbilical une a Ceuta con oriente, cordón que fue aprovechado por los navegantes fenicios para llegar a esta tierra y poner los cimientos de esta ciudad milenaria. Tras ellos llegaron en sus naves romanos, bizantinos, árabes, portugueses y españoles. Todas estas civilizaciones han nutrido a Ceuta con sus sueños, sus ideales, su cultura y su arte. Esta variada y rica alimentación cultural ha fortalecido a Ceuta y la ha hecho crecer en importancia geoestratégica. Sin embargo, “aún estamos naciendo, y hasta ahora no tenemos sino una visión borrosa del mar y la tierra, del sol, la luna y las estrellas, y no veremos con claridad hasta que hayan pasado al menos nueve días” (Henry D. Thoreau).
Nueve es el resultado de sumar los números de este año 2016 y nueve las Musas del Parnaso que con su inspiración clarifican nuestra visión. Gracias a las Musas,
“Ahora escucho, cuando antes sólo tenía oídos,
Ahora veo, cuando antes sólo tenía ojos,
Ahora vivo cada instante, cuando antes solo vivía años,
Y distingo la verdad, yo, que antes solo era sensible al saber” (Henry D. Thoreau)
A veces un mortal, como el que suscribe este texto, “siente la Naturaleza en su interior. No es su Padre, sino su madre la que se agita dentro de él, haciéndolo inmortal a través de su propia inmortalidad. De cuando en cuando reivindica nuestro parentesco, y algunos glóbulos de su venas se deslizan en las nuestras” (Henry D. Thoreau). Sólo aquellos que mantienen este vínculo con la naturaleza levantan su velo y entonces “la inmortalidad de su vida hace inmortal a su morada. Los vientos son su aliento, las estaciones sus estados de ánimo y pueden impartir serenidad hasta a la propia naturaleza” (Henry D. Thoreau). Estos hombres y mujeres excepcionales aspiran a una existencia duradera con el fin de contribuir al alumbramiento del Mundo Nuevo que sólo los agudizados sentidos de su alma son capaces de percibir con la suficiente anticipación.
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