Armilla (Granada), 2 de enero de 2016.
Estos últimos días he estado leyendo dos libros que estaba deseando tener entre mis manos: “Cartas a un buscador de sí mismo”, de Henry David Thoreau; y “Crónica de mí mismo”, de Walt Whitman. He disfrutado mucho con la lectura de ambos libros. Son obras de dos autores fundamentales en mi autodescubrimiento y crecimiento personal. Del primero, de Thoreau, he releído en estas últimas semanas algunos de sus libros más conocidos, como “Walden” o “Caminar”. De este autor me atrae de manera especial su personalidad y su íntima relación con la naturaleza. Fue, ante todo, una persona fiel a sus principios, convicciones e impulsos interiores. Tuvo la suficiente valentía y determinación para vivir la vida que deseaba vivir. Una vida que a mí también me gustaría vivir.
Yo quisiera dedicar mi vida a la escritura, la lectura y la exploración minuciosa del lugar en el que vivo, compartiendo con los demás mis percepciones, experiencias y sentimientos, pero sé que esto es un lujo que no me puedo permitir por más tiempo. Tengo mis responsabilidades familiares a las que debo hacer frente. Hasta el mismo Thoreau tenía que trabajar como agrimensor, maestros o fabricantes de lápices para cubrir sus gastos, aunque fueran mínimos, dada su lograda práctica de la simplicidad voluntaria. Yo vivo atrapado en una férrea cárcel, cuyos barrotes son los préstamos, facturas y la multitud de gastos diarios. Es una cárcel confortable, pero costosa de mantener.
Toda mi vida, hay que reconocerlo, ha estado rodeada de comodidades. Mientras leo a Thoreau contando las duras condiciones de vida en la laguna de Walden siento una mezcla de profunda admiración y abatimiento por la clara convicción de que no yo sería capaz, o eso creo, de resistir a las gélidas temperaturas del invierno de la comarca de Concord.
Walden fue realmente un experimento personal de Thoreau para conocer lo que la naturaleza tenía que enseñarle tras el cual regreso a su hogar y siguió cumpliendo con sus obligaciones personales. Yo no puedo llevar a cabo un experimento de esta índole y perderme dos años en los bosques. Aunque me guste la soledad no podría pasar más que algunos días sin la compañía de mi mujer y mis hijos. Los quiero muchísimo y para mí son la máxima prioridad de mi vida. No obstante, esto no quita que pueda aprovechar todos los ratos que tenga libre a lo largo del día, o de la semana, para andar y buscar un rincón en el bosque o en la playa en el que poder sentarme a escribir sobre todo aquello que inspira la naturaleza.
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