Ceuta, 7 de diciembre de 2015.
Hoy va a ser un día nublado. Son las 7:30 h y el firmamento está oculto tras unas nubes viajeras. No son demasiado espesas, permitiendo ver el brillo de la luna. Del satélite de la tierra apenas es visible el 16 %. Dentro de dos días entraremos en la fase de luna nueva.
He estado dudando si bajar o no a playa Hermosa para contemplar el amanecer. Al asomarme por la ventana y al observar el cielo rosa me he vestido a toda prisa y, casi corriendo, he tomado el camino que me ha llevado hasta aquí. Porque aquí estoy, de nuevo en la playa Hermosa para disfrutar de la aurora.
El espectáculo comienza y me siento como un crítico teatral. Me sorprende que para una obra divina como el amanecer haya tan poco público, hasta las gaviotas parecen hoy ausentes.
El decorado es extraordinario. Grandes piedras han sido situadas delante del escenario no para impedir la visión, sino para darle dramatismo a la representación. Sin ellas la escena sería demasiado plana e insípida.
La banda sonora está interpretada por el mar que, en este día de levante, ha subido el tono para la escuche bien.
El actor principal se hace esperar. Una cortina blanca y traslúcida permite adivinar su cuerpo redondeado. Viste de rojo en su pantalón y de amarillo en su blusón. Se desnuda sin pudor, oculto tras el biombo de las nubes, para mostrar su pecho luminoso. Es el gran corazón de la vida que acelera también el mío. La desnudez del sol es símbolo de pureza, verdad y belleza.
Hoy el espectáculo va a ser un teatro chinesco de sombras y luces. Me divierte y entusiasma la representación. Lentamente el sol se va poniendo de pie y abriendo sus brazos en forma de rayos.
Empieza a ver su rostro. Es suave y delicado. Tan hermoso es que tengo que retirar la mirada. Me ciega su belleza y majestuosidad. Quiero besar y acariciarlo, pero sé que me quemaría los labios y las manos. Prefiero que sea él quien lo hago.
El sol ya no hace pie en el horizonte. Se ha elevado varios metros y yo intento acompañarle en el ascenso. Mi cuerpo terrenal me lo impide, por lo que le sigo con mi alma. Me doy cuenta de que mi mente quiere ir más rápido que mi alma y el sol. No es buena tanta prisa. La naturaleza tiene un ritmo mucho lento. La Musa Terpsícore nos invita a la contemplación, la percepción, la reflexión y la realización armoniosa y equilibrada. Una vida lograda depende en gran medida de nuestra capacidad de escuchar el canto de la naturaleza interpretado por las Musas y dirigido por Apolo, el gran Dios Sol.
Hoy, como ayer, una agradable sensación de plenitud y bienestar inunda mi cuerpo. La presencia del sol me reconforta. Su luz ilumina mi alma e inspira mi mente. No me siento un extraño en esta playa Hermosa. El mar me acoge y da muestras de alegría por tenerme aquí salpicando mi rostro. La luz blanquecina del sol cubre la superficie marina y se confunde con el blanco de la espuma del mar.
Hoy el sol no tiene previsto quitarse su velo blanco. No va ser un día de contrastes, sino de colores neutros, de meditación y también de acción. Tanta basura a mi alrededor me indigna. Seguiré actuando como un guardián de la vida, convencido de mi misión.
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