Ceuta, 5 de noviembre de 2015.
Asomado al acantilado del Recinto estoy disfrutando de un momento extraordinario. Las vistas son espectaculares. La bahía sur puede divisarse en su plenitud. Contemplo fascinado el atardecer mientras cientos de gaviotas se dirigen hacia el ocaso. En su vuelo cantan su estridente melodía para despedir este hermoso día.
Desde donde estoy sentado percibo con fuerza el olor de los San Diegos que perfuman este atardecer otoñal. El viento sopla de poniente y el frío atlántico penetra en mi cuerpo. Según cae la tarde todo se vuelve azul oscuro. Tan solo queda del día una franja rosada sobre las montañas del Rif. El paisaje su difumina por el sur. Las montañas pronto se confundirán con la negritud de la noche.
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