Ceuta, 30 de octubre de 2015.
Sentado en la playa del Sarchal presiento que alguien me mira. Giro la cabeza y dirijo mi mirada hacia el cielo. Allí, desde gran altura, un cernícalo permanece inmóvil y me observa. Cuando se da cuenta de que lo he visto inicia su vuelo majestuoso y elegante. ¿Cómo he podido presentir la mirada del cernícalo? ¿Por qué me observa? Mi comunión con la naturaleza es cada vez más estrecha. Mi sentido de la totalidad y mi participación en la naturaleza se acrecienta con el paso de los días. Los momentos sublimes son cada vez más frecuentes e intensos.
Hoy, precisamente, me he levantado desorientado. No quería empezar el día delante del ordenador. He notado que reprime mi capacidad intuitiva y creativa. Absorbe mi energía vital y bloquea mis canales de comunicación con mi yo cósmico. Así que me he asomado por la ventana. El cielo gris no contribuía en nada a despejar mi mente e iluminar mi camino. Todo era oscuridad. Acto seguido me he puesto a leer mi desvencijado ejemplar de “Ciudades en Evolución” de Patrick Geddes. Acudo a él cada vez que me desoriento. Enseguida he empezado a tomar notas en mi libreta. Mi ánimo se iba elevando según leía las sabias palabras del maestro Geddes. Mis ojos se pararon en un párrafo que hablaba del venidero despertar cívico. Un despertar, una iluminación, que solo puede provocarlo “quien está enamorado y familiarizado con su tema, -verdaderamente enamorado y perfectamente familiarizado-, con ese amor en que una gran intuición complementa el conocimiento y provoca su propia expresión más plena e interna, para convocar las posibilidades latentes pero no menos vitales que se abren ante él”. Justo en el momento en el que leía este pensamiento de Geddes el cielo se abrió durante unos segundos e iluminó la mesa, el libro, la libreta y mis manos.
Estaba ante una clara señal de que aquí, en este párrafo escrito precisamente hace un siglo por Patrick Geddes estaba contenida la verdad que estaba buscando. Y ahora que estoy aquí sentado y narrando esta señal el cielo ha vuelto a abrirse para dejar que el sol iluminara la playa en la que me encuentro.
La insistencia de las señales evidencia que las fuerzas profundas que guían mi vida querían que prestara especial atención al mensaje contenido en las palabras escritas por Geddes. Efectivamente, cada día tengo más claro que mi misión es contribuir al despertar cívico de los ceutíes, como vengo haciendo desde hace quince años. Y lo hago, como insiste Geddes, porque estoy enamorado de Ceuta y conozco bien su pasado, su presente y he desarrollado la capacidad de anticiparme a su futuro. Mi amor por Ceuta ha sido amplificado por las revelaciones que he experimentado a lo largo de este año sobre su espíritu y verdadera personalidad. Estos momentos de epifanía ha precedido al hallazgo de varios objetos arqueológicos que corroboran mi intuición de que Ceuta es un lugar sagrado y mágico donde en el pasado se practicaban ritos relacionados con la Gran Diosa y donde estos cultos van a volver en un tiempo no muy lejano.
Por motivos que escapan a mi entendimiento he conseguido captar el espíritu de Ceuta y que éste llegará a formar parte de mi propio ser. Dotado de esta visión y de esta intuición veo con nitidez las posibilidades que tiene Ceuta para contribuir de una manera tangible a la renovación de la vida.
Deja un comentario