El frenético ritmo que impone los actuales tiempos a nuestra vida nos impide percibir la vida que nos rodea en sus múltiples formas. Nuestros sentidos están mutilados, amputados, anestesiados ante la belleza que nos rodea y la vida que palpita en el mar que nos rodea, el suelo que nos nutre y el cielo que nos envuelve con su manto azul.
Siento un enorme placer contemplando nuestros luminosos y coloridos amaneceres, el temprano canto de los pájaros y la sombra de las gaviotas en las ventanas de mi estudio.
Cada día me gusta pasear más por las calles de Ceuta con los ojos abiertos y el corazón henchido ante la belleza de nuestra ciudad. Así descubro las numerosas aves que se esconden entre las ranuras de los edificios y los árboles que aportan verdor y olor a nuestras avenidas.
Al llegar a la Plaza de África me he detenido a contemplar las enormes auricarias que le dan personalidad a este espacio de encuentro y sosiego en pleno centro de Ceuta. Las he acariciado y olido sus savia, recordándome que estoy ante un monumento vivo de extraordinario valor patrimonial y simbólico.
En la plazoleta anexa al Santuario de la Virgen de África he observado un hermoso naranjo cargado de frutos. ¡Qué exuberante y generosa es la naturaleza! Nos alimenta en cuerpo y espíritu con su diversos colores, olores, sabores y tactos.
La naturaleza nos ofrece estampas siempre cambiantes y regalos sólo disponibles para espíritus sensibles. Es necesario retener estas imágenes en nuestro recuerdo, pues no duran siempre. A veces. unas pocas horas son suficientes para que todo cambie. Al regreso a casa, las ramas del naranjo acababan de ser aliviada de su peso y reposaban sus frutos en unos desbordantes capazos. No menos de trescientos kilos de naranja amarga era la cantidad de frutos que ha dado este frondoso y amable naranjo. Lo noté alegre y satisfecho. La primavera esta cercana y con sus flores impregnará el ambiente del agradable olor a azahar.
Camino al Museo del Mar me he asomado al mar para ver a un grupo de gaviota que se dejaban mecer por el suave oleaje de los embarcaciones que entraban y salían del puerto deportivo.
Un par de ellas preferían tomar el sol en el borde del cantil del puerto.
Desde la planta superior del Museo del Mar he observado con atención la osamenta de este enorme ejemplar de Rorcual. En su perfecta anatomía he apreciado la bondad, la verdad y la belleza de la que se nutre la naturaleza para que crear seres de extraordinaria excelencia estética.
En las formas de la naturaleza, como en la espiral de la vida que dibuja esta concha de la colección malacológica del Museo del Mar, se contiene la clave de nuestro desarrollo personal a través del camino de la vida.
Ya de regreso a casa, me he fijado en un frondoso ejemplar de Persea Americana que ha dado sombra a miles de estudiantes, entre ellos yo, del Colegio San Agustín. Sus frutos cuelgan de sus ramas y pronto estarán maduros., como también lo harán los chicos y chicos que cursan sus estudios en la institución agustiniana.
La naturaleza, como ven, está presente a nuestro alrededor aún en los ambientes más modificados por el ser humano.. Tan sólo necesitamos tener los ojos abiertos y el alma serena para percibirla, experimentarla, sentirla y emocionarnos con sus formas, colores y olores.
Oscar Ocaña Vicente dice
estuve disfrutando entre selvas de Persea indica (viñátigo), Ocotea foeticea (til canario), Larus azorica (Laurel macaronesico) y Apolinia barbuzano (barbuzano) y pude deleitarme con las melodiosas diferencias del madroño canario, bajé a fondos de corales y gocé con el azul intenso de la profundidad ignota. Disfrute viendo elevarse mi espíritu y cuanto más gozaba más recordaba las mieles de mi territorio- raíz, Ceuta y el norte de África. Gracias por recordarnos a todos que tenemos que abrir los ojos verdaderos a la belleza cotidiana que nos rodea. Creo que somos dos nódulos de la red de la vida que vibramos al unísono con la emoción de lo bello, bueno, útil, justo y por su puesto santo.
tu vate Oscar.
admin dice
Gracias a ti por tu poético y bello comentario cargado de emotividad, sabiduría y amistad. Esta vida que vivimos sí que merece la pena ser vivida. Estar despiertos y abiertos a la bondad, la verdad y la belleza que encierra la naturaleza. Por cierto, tengo un libro para ti. Uniendo nuestras miradas vemos más y sentimos más y podemos compartir una misma pasión por la vida y todas las formas en las que se manifiesta, el bardo, José Manuel