Ceuta, 5 de agosto de 2017.
Hacía muchos años que no presenciaba la procesión de la Virgen de África. Este verano, como por fortuna estoy trabajando, he tenido la oportunidad de hacerlo acompañado de mis padres.
Cuando hemos llegado al santuario de la Virgen de África eran las 20:45 h. Todavía se estaba celebrando la misa ofrecida por el Obispo de Cádiz y Ceuta, junto a todos los sacerdotes y diáconos de la diócesis de Ceuta. No es que haya mucha gente. No obstante, están ocupadas todas las sillas dispuestas por la organización para asistir de manera cómoda a la misa. En una de las sillas está sentada mi tía Pili.
Mientras mi madre se ha sentado en un banco de la Plaza de África, mi padre y yo nos hemos quedado de pie, cerca de la iglesia, para participar en la parte final del oficio religioso. Yo estoy pendiente del ambiente que me rodea. El sol está cayendo y pronto se esconde detrás del edificio de la Comandancia General de Ceuta. El cielo está despejado, con la única excepción de una nube que con forma de flecha apunta a la puerta por donde hace seiscientos años introdujeron la talla de la Virgen de África por primera vez en la ciudad.
…Siento la humedad del mar y su salado olor, mezclado con el del incienso. El tiempo se ha detenido durante un breve instante, oportunidad que aprovecho para saltar a otra dimensión de la realidad. Más allá del sonido ambiente percibe el silencio del infinito cósmico. Puede que haya llegado a este estado ayudado por una total ausencia de viento, una sensación similar a la que uno podría sentir en el espacio sideral. La bandera de España está rendida sobre el mástil y en cuanto cae el sol la retiran de manera discreta.
Una vez terminada la misa se organiza el cortejo oficial y la Virgen de África comienza su peregrinaje por las calles de Ceuta. Al girar hacia la derecha puedo ver su rostro, que me da la impresión mira de manera alternativa a su hijo yacente sobre su regazo y a los que asistimos a la procesión. Su cara transmite alegría al reconocer a uno de los adoradores de lo que ella representa: a la Gran Diosa.
La Virgen de África es una diosa negra, como lo era Isis, cuyo templo no debió estar muy lejos de donde ella reposa todo el año. Puede incluso que bajo los cimientos del Santuario de la Virgen de África se encuentre los restos del Iseo romano de la antigua Septem Fratres.
Les comento a mis padres que había leído en la prensa que en la Plaza de Constitución cantan a la Virgen una salve. Según me explican mis padres ésta es una tradición muy antigua consistente en poner a la Virgen mirando al mar y entonces cantarle. Fue decirme esto y volverme a acordar de la diosa Isis, protectora de las gentes del mar y a la que también procesionaban en fechas señaladas. Tengo claro que deseo ser testigo de este momento mágico y mientras esperamos a la que la Virgen dé la vuelta por el centro de Ceuta, mis padres y yo cenamos algo en la cafetería “El Puente”. Lo hacemos con la luna casi llena luciendo en el firmamento.
Antes de que quisiéramos darnos cuenta llega la cabeza de la procesión y yo me pongo de pie para vivir lo más cerca posible la salve. Las voces de los fieles acompañan a la Virgen mientras que su mirada se pierde en el Estrecho de Gibraltar y bendice sus aguas.
Me adelanto a la procesión para situarme en la torre de la muralla del Paseo de las Palmeras próxima al lugar donde hace veinte años hallé, en una excavación arqueológica, una inscripción dedicada a la diosa Isis. Al llegar a este punto la talla de la Virgen de África volvieron a juntarse dos de las encarnaciones de la Gran Diosa que siempre ha formado parte indispensable del espíritu de Ceuta. Los fenicios es muy probable que la adoraran bajo el nombre de Ishtar en el primer asentamiento del istmo ceutí. Los romanos recuperaron su verdadero nombre, Isis, e implantaron su culto en Septem Fratres. El emperador Justiniano, tras la conquista de Septem, una de las primeras órdenes que dio fue la construcción de una iglesia dedicada a la Theotokos (La Madre de Dios). Ni siquiera la adoración a la Gran Diosa pudo extinguirse en el periodo islámico de la historia de Ceuta. Sabemos que en el siglo XIII existió un templo dedicado a María de Marruecos y que incluso entre los musulmanes de aquellos tiempos hubo un culto a la Gran Diosa. Por último llegaron los portugueses que desembarcaron en Ceuta a la blanca Virgen del Valle y a la negra Virgen de África.
Como hemos comentado con anterioridad, los romanos conocieron el verdadero nombre de la diosa y así nos lo cuenta Apuleyo en “El asno de oro”. Se trata del momento en el que la diosa se presenta al desdichado Lucio y le dice:
“Heme aquí vengo conmovida por tus ruegos, ¡Oh Lucio! Sepas que yo soy madre y natura de todas las cosas, señora de todos los elementos, principio y generación de los siglos, la mayor de los dioses y reina de todos los difuntos, primera y única sola de todas los dioses y diosas del cielo (deorum dearum-que facies uniformis), que dispenso con mi poder y mando las alturas resplandecientes del cielo, y las aguas saludables de la mar, y los secretos lloros del infierno. A mí, sola y una diosa, honra y sacrifica todo el mundo en muchas maneras de nombres. De aquí los frigios, que fueron los primeros que nacieron en el mundo, me llaman Madre de los Dioses en Pesinuntica. De aquí asimismo los atenienses, naturales y allí nacidos, me llaman Minerva cecrópea, y también los de Chipre, que moran cerca de la mar, me nombran Venus Pafia; los arqueros y sagitarios de Creta, Diana Dictinia. Los sicilianos de tres lenguas me llaman Proserpina. Los eleusinos, la diosa Ceres antigua. Otros me llaman Juno, otros Bellona, otros Hécate, otros Ranusia. Los etíopes, ilustrados de los hirvientes rayos del sol, cuando nace, y los arrios y egipcios, poderosos y sabios, donde nació toda la doctrina, me llaman mi verdadero nombre, que es la reina Isis”.
La relación de nombres que ha recibido Isis es interminable, pero su esencia es siempre la misma. Yo la reconozco en su verdadera faz y personalidad. La veo y siento en esa energía que llamamos vida. Un poder que fluye de una fuente sagrada custodiada por la diosa Isis. Estar cerca de esta fuente y beber de ella es la receta secreta para sentir la eternidad en el tiempo y el tiempo en la eternidad. Eso es lo que yo he sentido en algunos momentos de esta noche mágica.
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