Después de subir una empinada cuesta, que me ha dejado sin aliento, he llegado a los pies de la fortaleza del Hacho. El sol ya se ha ocultado detrás el Yebel Musa. Sopla un intenso viento de poniente que dificulta tomar fotografías con el trípode.
Me dirijo hacia oriente para contemplar el amanecer de la luna. No hago más que situar la cámara fotográfica cuando veo emerger a la luna vestida de rosa. Se coloca al sur del faro de Ceuta y mientras toma altura la presumida luna va cambiándose de traje. Primero, como hemos comentado, rosa, luego dorado y finalmente su conocido vestido blanco.
Decido cambiar de lugar, pero antes me deleito viendo a Ceuta iluminada.
ahora estoy sentado en un banco situado en uno de los miradores del Monte Hacho. Delante de mí tengo a un cielo limpio y estrellado iluminado por la luz blanca de la luna llena. Si giro mi cabeza hacia la derecha observo la estilizada figura de Orión, que ha sacado de paseo a sus perros, y encima de mí me vigila el Águila celestial. No puedo desorientarme teniendo delante a la Osa Mayor.
Me tiene hechizado la sinuosa y ancha senda que el reflejo de la luna ha trazado sobre el mar. Da la impresión que las tenues olas son atraídas por Ceuta. Me detengo a escuchar el sonido del mar. Suena como una cascada abierta en mitad de la nada. ¿Caerá el agua más allá del amplio círculo que dibuja el horizonte? Sé que no es así, pero entiendo a los navegantes que en la antigüedad se acercaban a estas tierras temerosos del profundo abismo que las leyendas ubicaban en el Estrecho de Gibraltar.
La noche siempre es misteriosa, pero ésta me resulta especialmente mágica. Dejo mi cámara y mi libreta en la mochila y no hago otra cosa que escudriñar el paisaje nocturno con una mirada atenta y reverencial. Estoy sólo, al principio de esta noche, contemplando la inmensidad del universo. Las estrellas son diminutas, pero yo lo soy aún más. Soy una simple y débil llama de luz consciente maravillado ante el milagro que es la vida. Quiero guardar el recuerdo de este momento para completar el álbum de mi existencia. Cuando se cierre yo no podré ojearlo, pero otros podrán hacerlo y saber cómo he vivido. Igual mi modesto álbum ensancha sus almas y son capaces de ver lo que yo he visto
Deja un comentario